Yoko Ono, una revolucionaria del arte perseguida por la misoginia

El escritor y periodista David Sheff presenta un libro en el que cuenta la historia de la artista japonesa, conocida por el gran público al convertirse en pareja de John Lennon, pero que ha desarrollado una extensa obra de vanguardiaAmos Gitai: “Ante la brutalidad del conflicto palestino-israelí, el arte debe hablar cuando el cañón dispara” “Bruja” y “zorra” han sido dos adjetivos que han acompañado a Yoko Ono a lo largo de su vida. Ella ha sabido reírse de ambos, pero lo cierto es que su vida y su carrera han estado marcadas por el rechazo. Un libro escrito por el periodista David Sheff, el primero que cuenta con la total implicación de la artista, cuenta su historia desde el punto de vista de la protagonista. Hasta ahora, la versión de Yoko Ono acerca de su propia historia estaba desperdigada en entrevistas. De construir su relato se han encargado distintas firmas, casi siempre uniéndolo al de John Lennon y explotando el sensacionalismo. Hoy en día, Ono sigue siendo vista como la mujer que rompió los Beatles, la arpía que embrujó a Lennon para convertirlo en un pelele, la insufrible que canta vociferando y crea obras de arte que muchos consideran tomaduras de pelo, por no hablar de la codiciosa negocianta que administra el legado artístico de su marido y, por lo tanto, de una parte del de los Beatles. Como dice la escritora Kate Milet en el libro de David Sheff sobre Ono, “por ser abiertamente feminista, nunca encajó con el estereotipo de esposa asiática sumisa y obediente ni con el de geisha seductora. Yoko se plantaba delante de la gente y berreaba. A la sociedad no le gustaba ver a una japonesa vociferando; o, mejor dicho, a la sociedad no le gustaba ninguna mujer que vociferase. La combinación de ambas, es decir, una mujer japonesa vociferando, les hacía entrar en cólera”. El gran problema con Yoko Ono es que hay que invertir tanta energía para limpiar la mierda que durante décadas se le ha estado lanzando, que sus méritos artísticos, que no son pocos, acaban siendo una reivindicación secundaria. Hace muchas décadas que su estilo vocal, gutural, visceral, primitivo, está presente en mujeres como Siouxsie, Nina Hagen o Björk. Quizá las que más evidenciaron esa influencia fueron Kate Pierson y Cindy Wilson, vocalistas de B-52's. Cuando en 1980 John Lennon escuchó Rock Lobster durante una estancia en Bahamas con su hijo Sean, se dio cuenta de que su mujer había dejado de ser una incomprendida y la animó a que ambos volvieran al estudio de grabación. Evidentemente, pecó de excesivo optimismo. A día de hoy, y a pesar de que Kim Gordon, Peaches, Boy George, John Zorn, Anohni o Death Cab For Cutie reivindican su importancia musical, el poder de su obra sigue enterrado por una tonelada de prejuicios. Y, sin embargo, una canción como Why?, grabada en 1970 junto a John Coltrane, adelantó unos cuantos años la propuesta musical de James Chance & The Contortions, por citar un caso evidente. Cabía esperar pues que Yoko. Unas memorias escritas por David Sheff contribuyera a presentar con éxito una historia marcada por el rechazo, el conflicto y el dolor. Que fuese un texto que analizara un canon musical que va más allá de lo meramente experimental, ya que Ono es autora de estupendas canciones en los más diversos registros: el pop en Sisters, O Sisters, la balada en Toyboat, la música de baile con Walking On Thin Ice, o el rock en Woman Power. Ni todo son alaridos ni los alaridos, a estas alturas de la historia de la cultura pop, deberían ser un problema para respetarla. Lo que sí es un problema es el resultado final que arroja el texto de Sheff. El periodista conoció a Ono en diciembre de 1980, cuando realizó la que sería la última entrevista de Lennon, hecha tan solo unas horas antes de que lo asesinaran. Sheff no oculta que desde entonces ha mantenido una estrecha relación con el sujeto de su relato. Eso le concede una posición privilegiada a la hora de acceder a la información. Pero también es un notable lastre a la hora de explicar quién es ella. Hay sobreabundancia de datos superfluos –la vida cotidiana cuando se recuperaba del asesinato de Lennon– y, a veces, el ansia por certificar que el mundo ya está capacitado para aceptar su valía como artista, le lleva a confeccionar índices de logros, de loas que apenas van más allá. Sheff intenta ser imparcial pero no puede. Hay tanto que rebatir acerca de ella que parece imposible no terminar arrastrado por esa corriente. Además, no hay que olvidar lo que dice el subtítulo del libro. Esto no es una biografía, son unas memorias escritas por una tercera persona. Así y todo, el libro aporta datos fundamentales para conocer mejor a Yoko Ono. Por ejemplo, las heridas emocionales que arrastra desde la infancia. Sus padres, pertenecientes a una acaudalada familia japonesa, le negaron el afecto. El padre banquero fue un pianista frustrado que también quiso para su

Apr 24, 2025 - 23:06
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Yoko Ono, una revolucionaria del arte perseguida por la misoginia

Yoko Ono, una revolucionaria del arte perseguida por la misoginia

El escritor y periodista David Sheff presenta un libro en el que cuenta la historia de la artista japonesa, conocida por el gran público al convertirse en pareja de John Lennon, pero que ha desarrollado una extensa obra de vanguardia

Amos Gitai: “Ante la brutalidad del conflicto palestino-israelí, el arte debe hablar cuando el cañón dispara”

“Bruja” y “zorra” han sido dos adjetivos que han acompañado a Yoko Ono a lo largo de su vida. Ella ha sabido reírse de ambos, pero lo cierto es que su vida y su carrera han estado marcadas por el rechazo. Un libro escrito por el periodista David Sheff, el primero que cuenta con la total implicación de la artista, cuenta su historia desde el punto de vista de la protagonista.

Hasta ahora, la versión de Yoko Ono acerca de su propia historia estaba desperdigada en entrevistas. De construir su relato se han encargado distintas firmas, casi siempre uniéndolo al de John Lennon y explotando el sensacionalismo. Hoy en día, Ono sigue siendo vista como la mujer que rompió los Beatles, la arpía que embrujó a Lennon para convertirlo en un pelele, la insufrible que canta vociferando y crea obras de arte que muchos consideran tomaduras de pelo, por no hablar de la codiciosa negocianta que administra el legado artístico de su marido y, por lo tanto, de una parte del de los Beatles.

Como dice la escritora Kate Milet en el libro de David Sheff sobre Ono, “por ser abiertamente feminista, nunca encajó con el estereotipo de esposa asiática sumisa y obediente ni con el de geisha seductora. Yoko se plantaba delante de la gente y berreaba. A la sociedad no le gustaba ver a una japonesa vociferando; o, mejor dicho, a la sociedad no le gustaba ninguna mujer que vociferase. La combinación de ambas, es decir, una mujer japonesa vociferando, les hacía entrar en cólera”.

El gran problema con Yoko Ono es que hay que invertir tanta energía para limpiar la mierda que durante décadas se le ha estado lanzando, que sus méritos artísticos, que no son pocos, acaban siendo una reivindicación secundaria. Hace muchas décadas que su estilo vocal, gutural, visceral, primitivo, está presente en mujeres como Siouxsie, Nina Hagen o Björk. Quizá las que más evidenciaron esa influencia fueron Kate Pierson y Cindy Wilson, vocalistas de B-52's. Cuando en 1980 John Lennon escuchó Rock Lobster durante una estancia en Bahamas con su hijo Sean, se dio cuenta de que su mujer había dejado de ser una incomprendida y la animó a que ambos volvieran al estudio de grabación. Evidentemente, pecó de excesivo optimismo.

A día de hoy, y a pesar de que Kim Gordon, Peaches, Boy George, John Zorn, Anohni o Death Cab For Cutie reivindican su importancia musical, el poder de su obra sigue enterrado por una tonelada de prejuicios. Y, sin embargo, una canción como Why?, grabada en 1970 junto a John Coltrane, adelantó unos cuantos años la propuesta musical de James Chance & The Contortions, por citar un caso evidente. Cabía esperar pues que Yoko. Unas memorias escritas por David Sheff contribuyera a presentar con éxito una historia marcada por el rechazo, el conflicto y el dolor. Que fuese un texto que analizara un canon musical que va más allá de lo meramente experimental, ya que Ono es autora de estupendas canciones en los más diversos registros: el pop en Sisters, O Sisters, la balada en Toyboat, la música de baile con Walking On Thin Ice, o el rock en Woman Power.

Ni todo son alaridos ni los alaridos, a estas alturas de la historia de la cultura pop, deberían ser un problema para respetarla. Lo que sí es un problema es el resultado final que arroja el texto de Sheff. El periodista conoció a Ono en diciembre de 1980, cuando realizó la que sería la última entrevista de Lennon, hecha tan solo unas horas antes de que lo asesinaran. Sheff no oculta que desde entonces ha mantenido una estrecha relación con el sujeto de su relato. Eso le concede una posición privilegiada a la hora de acceder a la información. Pero también es un notable lastre a la hora de explicar quién es ella. Hay sobreabundancia de datos superfluos –la vida cotidiana cuando se recuperaba del asesinato de Lennon– y, a veces, el ansia por certificar que el mundo ya está capacitado para aceptar su valía como artista, le lleva a confeccionar índices de logros, de loas que apenas van más allá.

Sheff intenta ser imparcial pero no puede. Hay tanto que rebatir acerca de ella que parece imposible no terminar arrastrado por esa corriente. Además, no hay que olvidar lo que dice el subtítulo del libro. Esto no es una biografía, son unas memorias escritas por una tercera persona. Así y todo, el libro aporta datos fundamentales para conocer mejor a Yoko Ono. Por ejemplo, las heridas emocionales que arrastra desde la infancia. Sus padres, pertenecientes a una acaudalada familia japonesa, le negaron el afecto. El padre banquero fue un pianista frustrado que también quiso para su hija una vida convencional. Como consecuencia, ella terminaría rompiendo con la música tradicional y abrazando la experimentación.

Una asistente, durante la presentación de 'Yoko Ono: Music of the Mind'

El pacifismo de Ono proviene del hecho de haber sido testigo de los bombardeos que asolaron Tokio, de escuchar en la radio los espeluznantes mensajes que los pilotos kamikazes dejaba a sus familiares antes del sacrificio. Para guarecerse de la realidad construyó un mundo imaginario donde el cielo es una esperanza y el idealismo una meta. A veces lo expresó creando textos como manuales para realizar actos sencillos, y de ahí surgirían la letra y el concepto de Imagine, cuya autoría también le pertenece a pesar de que inicialmente su nombre no apareciera en los créditos.

El escarnio público la persiguió desde el primer momento, porque con su arte se atrevió a cuestionar lo incuestionable. La Pieza Corte, por ejemplo, escenificada en 1964, en la que ella aparecía en el escenario y dejaba que miembros del público se acercaran con tijeras para ir cortándole la ropa. Su turbulento matrimonio con Tony Cox propiciaría una mala relación con Kyoko, la hija de ambos, aunque en el libro también queda claro que Ono no supo estar cerca de ella en su infancia. Lo peor llega cuando conoce a Lennon y, tres años después, se rompen los Beatles. Comienza una lucha conjunta por ejercer el derecho a ser quienes quieren ser, y no quienes el público quiere que sean. Se convierten en activistas políticos, Yoko imbuye a su marido con ideas feministas –ahí está Woman Is The Nigger Of The World– y lo único que consiguen es animadversión. Hoy es fácil ver que vivían inmersos en una constante tensión social, artística, personal.

A consecuencia de esto, Yoko termina echando a John de casa. Cuando se reconcilian, tienen a Sean y parecen haber encontrado, al fin, la paz. Ella se ocupa de los negocios, él ejerce de padre y de amo de casa. Entonces un demente lo asesina en la puerta de su casa. Yoko Ono no solamente conoce muy bien el dolor, también ha tenido que aprender a mitigarlo en una atmósfera de odio y violencia. Nadie puede aspirar a tener un alma pura después de haber superado tantos traumas. La periodista Betty Rollins, que fue compañera suya en la universidad Sarah Lawrence afirma en el libro que “Yoko también era ambiciosa. No dudaba en pasar por encima de quien consideraba que se anteponía a su visión artística. Si no le interesabas, no existías”.

Yoko es también la amante que, cuando considera que su relación con Sam Havadtoy ha tocado fondo, cambia las cerraduras de su casa aprovechando un viaje de él. Es la que, cuando le preguntan si algún día perdonará al asesino de su marido como hizo el papa Juan Pablo II con aquel que intentó asesinarle, contesta: “Yo no soy el Papa”. Tenemos la costumbre de exigirle a los artistas que sean las personas que nosotros tampoco podemos ser. Les exigimos que ostenten una ética que nosotros, seres anónimos, no siempre alcanzamos. Lo dijo Séneca, la fama es horrible porque depende del juicio de muchos. Entre esa multitud están los que creen que Ono secuestró a uno de los más grandes ídolos mundiales de la historia. Sheff recuerda que en aquella entrevista que le concedió en 1980, Lennon afirmó: “Ella es la maestra, y yo el alumno”. ¿Qué puede haber más subversivo que eso?

Sheff también apunta muy atinadamente cuando se habla del final de los Beatles, y aludiendo a los problemas que ya amenazaban a la unidad del cuarteto: “Quizás en lugar de ser atacada por ser la culpable del final de los Beatles, Yoko debería ser aplaudida con contribuir a mantener los Beatles juntos durante esa última etapa tan fértil”. Y una vez más, se vuelve a intentar probar su inocencia en ese interminable juicio, en detrimento del análisis su obra. Una obra que contribuyó a definir el arte conceptual, que posee mucho más humor del que parece, y que ha dejado un legado musical que debería ser recordado y reivindicado. El libro de Sheff documenta muy bien esa bruma de dolor y violencia que ha marcado a Yoko Ono. Reflejar con mayor profundidad cómo ella ha logrado transformar todo eso en un legado creativo único hubiese dado de sí un libro más interesante.

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