Luisgé Martín: "Me duele haber sido el origen del nuevo dolor de Ruth Ortiz"
El autor de la novela cuya distribución fue cancelada por Anagrama busca nuevo sello al tiempo que reconoce que ni la editorial, ni él mismo ni su agente se plantearon que debían enviar el texto a un abogadoLuisgé Martín rompe el silencio tras la publicación fallida de 'El odio': “Me arrepiento de no haberlo enviado antes a Ruth Ortiz” Una semana después de que Anagrama paralizara la publicación de El odio, la novela de Luisgé Martín sobre José Bretón, su autor defiende que su “único error” fue no avisar a Ruth Díaz, expareja y madre de los dos niños a los que asesinó, de la existencia del libro. Dice que le gustaría reunirse con ella para pedirle perdón, e incluso “abrazarla”, pero sostiene que no hay “nada” en el volumen que “permita censurarlo, prohibirlo o quitarlo del mercado”. De hecho, aclara que ni la editorial, ni él mismo ni su agencia se plantearon que el texto debía ser revisado por ningún abogado. Un escrito basado en su intercambio de cartas con Bretón desde la cárcel para intentar entender la mente del asesino, y para el que decidió no contar con el testimonio de Ruth. Pese a que la Justicia dio vía libre al sello, la editorial decidió igualmente detener su venta, según su autor, por “miedo a la jauría que pedía su boicot”. El autor recibe a este periódico en su domicilio madrileño y responde de forma pausada en uno de sus sofás. A su lado, sus múltiples estanterías cuentan con ejemplares que van desde la biografía de Ricky Martin a La renta básica, pasando por una guía de la ciudad de Berlín. “Lo que ha pasado con El odio es escandaloso y se recordará como un acto incomprensible en una sociedad democrática”, valora. En una mesa cercana reposa la carpeta en la que guarda las 60 cartas que recibió de Bretón. Desde que comenzó a trabajar en el libro, ¿en algún momento se planteó que se cancelaría su distribución? No. En ningún momento. Me planteé que podía ser un libro que despertara polémica, pero jamás se me ocurrió la posibilidad de que se llegara a estos extremos de cancelación. Hubiera preferido que saliera en Anagrama, estando el libro ya impreso y en los almacenes provinciales. Esos ejemplares se tendrán que destruir. El autor Luisgé Martín, en el salón de su casa durante la entrevista Antes de la denuncia de Ruth Ortiz, ¿en la editorial hubo alguna duda sobre si publicar? Se han dado muchas circunstancias extrañas, como la prepublicación, que fue el detonante de todo esto [El Confidencial publicó un adelanto editorial de uno de los capítulos de El odio]. Se hizo 15 días antes de que saliera el libro, que es una cosa inusual en las prácticas del sector. Si la prepublicación se hubiera hecho el fin de semana anterior o algo parecido, el libro habría estado en la calle, y ahí el libro se defiende solo. No se podrían haber dicho todas las burradas que se han dicho. Se ha dicho hasta que era un libro de Bretón, que íbamos a medias en los royalties. No publicar el libro es una decisión conservadora de un gran grupo. Una editorial independiente probablemente no la habría tomado. ¿A usted se le hizo partícipe de la decisión de publicar este adelanto editorial, incluida la elección del capítulo? Sabía cuál era el capítulo. No me pareció bien, pero tampoco mal. Me avisaron el día de antes de la fecha, pedí que intentaran pararlo porque faltaban 15 días, pero me dijeron que no se podía. El detonante de todo fue la prepublicación que se hizo en El Confidencial 15 días antes de que saliera el libro, que es algo inusual en el sector. Pedí a Anagrama que intentaran pararlo, pero me dijeron que no se podía Luisgé Martín — Escritor ¿El texto no había pasado por ningún abogado? ¿Nadie se planteó durante el proceso que pudiera haber algún problem

El autor de la novela cuya distribución fue cancelada por Anagrama busca nuevo sello al tiempo que reconoce que ni la editorial, ni él mismo ni su agente se plantearon que debían enviar el texto a un abogado
Luisgé Martín rompe el silencio tras la publicación fallida de 'El odio': “Me arrepiento de no haberlo enviado antes a Ruth Ortiz”
Una semana después de que Anagrama paralizara la publicación de El odio, la novela de Luisgé Martín sobre José Bretón, su autor defiende que su “único error” fue no avisar a Ruth Díaz, expareja y madre de los dos niños a los que asesinó, de la existencia del libro. Dice que le gustaría reunirse con ella para pedirle perdón, e incluso “abrazarla”, pero sostiene que no hay “nada” en el volumen que “permita censurarlo, prohibirlo o quitarlo del mercado”.
De hecho, aclara que ni la editorial, ni él mismo ni su agencia se plantearon que el texto debía ser revisado por ningún abogado. Un escrito basado en su intercambio de cartas con Bretón desde la cárcel para intentar entender la mente del asesino, y para el que decidió no contar con el testimonio de Ruth. Pese a que la Justicia dio vía libre al sello, la editorial decidió igualmente detener su venta, según su autor, por “miedo a la jauría que pedía su boicot”.
El autor recibe a este periódico en su domicilio madrileño y responde de forma pausada en uno de sus sofás. A su lado, sus múltiples estanterías cuentan con ejemplares que van desde la biografía de Ricky Martin a La renta básica, pasando por una guía de la ciudad de Berlín. “Lo que ha pasado con El odio es escandaloso y se recordará como un acto incomprensible en una sociedad democrática”, valora. En una mesa cercana reposa la carpeta en la que guarda las 60 cartas que recibió de Bretón.
Desde que comenzó a trabajar en el libro, ¿en algún momento se planteó que se cancelaría su distribución?
No. En ningún momento. Me planteé que podía ser un libro que despertara polémica, pero jamás se me ocurrió la posibilidad de que se llegara a estos extremos de cancelación. Hubiera preferido que saliera en Anagrama, estando el libro ya impreso y en los almacenes provinciales. Esos ejemplares se tendrán que destruir.
Antes de la denuncia de Ruth Ortiz, ¿en la editorial hubo alguna duda sobre si publicar?
Se han dado muchas circunstancias extrañas, como la prepublicación, que fue el detonante de todo esto [El Confidencial publicó un adelanto editorial de uno de los capítulos de El odio]. Se hizo 15 días antes de que saliera el libro, que es una cosa inusual en las prácticas del sector. Si la prepublicación se hubiera hecho el fin de semana anterior o algo parecido, el libro habría estado en la calle, y ahí el libro se defiende solo. No se podrían haber dicho todas las burradas que se han dicho. Se ha dicho hasta que era un libro de Bretón, que íbamos a medias en los royalties. No publicar el libro es una decisión conservadora de un gran grupo. Una editorial independiente probablemente no la habría tomado.
¿A usted se le hizo partícipe de la decisión de publicar este adelanto editorial, incluida la elección del capítulo?
Sabía cuál era el capítulo. No me pareció bien, pero tampoco mal. Me avisaron el día de antes de la fecha, pedí que intentaran pararlo porque faltaban 15 días, pero me dijeron que no se podía.
El detonante de todo fue la prepublicación que se hizo en El Confidencial 15 días antes de que saliera el libro, que es algo inusual en el sector. Pedí a Anagrama que intentaran pararlo, pero me dijeron que no se podía
¿El texto no había pasado por ningún abogado? ¿Nadie se planteó durante el proceso que pudiera haber algún problema legal?
No. De hecho, yo sigo pensando que el libro no tiene ningún problema legal. No hay nada en el libro que permita censurarlo, prohibirlo o quitarlo del mercado.
Los textos literarios normalmente son sagrados. El único caso de algo parecido fue Fariña, porque demandó el narcotraficante que se veía reflejado. A nadie se le planteó dentro de Anagrama, ni a mí ni a mi agencia literaria dárselo a un abogado. Pero te digo algo más, estoy seguro de que si se lo hubiéramos dado, no habrían dicho nada.
Ni Anagrama, ni yo ni mi agente nos planteamos que tuviéramos que darle 'El odio' a un abogado
¿Cree que podría haber venido bien esa revisión?
Visto con perspectiva, claro. De todas formas, sigo insistiendo en que el único error grave que reconozco es no haber avisado a Ruth.
Antes de paralizar la distribución, ¿se planteó incluir algún cambio?
No. De hecho, si el libro se publica, que se publicará, tendrá algunos cambios. Pero por todo lo que ha pasado y por sobreprotección. Podrían no hacerse perfectamente. El libro como artefacto literario es claro y unívoco en todos los sentidos. No es un libro periodístico, ni que trate de informar. No es la primera vez que Bretón confiesa haber matado a sus hijos, lo único que por primera vez confiesa es que sus hijos no sufrieron. No es un libro que tenga empatía con el asesino, por eso el asesino lo detesta.
¿Qué habría que cambiar?
Dos datos que metí porque literariamente tenían juego, pero que si no hubiera metido, no cambiaría nada. Dos frases que quitaré si se publica. Si hacemos comentario de texto de cualquier libro, no aguanta ni el Quijote. No es verdad que El odio revictimice a Ruth que, por otro lado, no debe leerlo. No está escrito para que lo lea ella, su madre, la familia ni su entorno cercano.
No es verdad que 'El odio' revictimice a Ruth, que, por otro lado, no debe leerlo. No está escrito para que lo lea ella, su madre, la familia ni su entorno cercano.
¿Le preocupó cómo podría afectar el libro a Ruth?
Me quedé bastante tranquilo, ingenuamente, cuando se estrenó la serie documental de Canal Sur. La diferencia es que en ella Bretón no participó y mi punto de vista es el contrario, pero pensé que el mensaje era el mismo: la víctima es la víctima y el victimario es el victimario. Pero sí, visto desde ahora, tendría que haber movido Roma con Santiago para dar con Ruth y avisarla de que iba a publicar un libro en el que había estado escribiéndome con su exmarido.
¿Y ahora querría hablar con ella?
Sí, ahora mismo. Si me dejaran mis abogados y alguien nos pusiera en contacto, sería feliz. Antes de que empezara este escándalo igual no, pero ahora, aparte de hablar con Ruth, me encantaría abrazarla. Me duele, no por mí, porque no creo que sea el culpable, pero sí el origen, de todo este dolor nuevo que ella ha sentido. Me gustaría pedirle perdón, e incluso que podamos insultar juntos a todos los que han causado este dolor.
Que, aparte de José Bretón, creo que todo esto viene por determinados medios de comunicación y altavoz que se ha dado a discusiones. ¿Cuánta gente habría leído el libro, 100.000 personas en el mejor de los casos? ¿Y cuánta gente ha visto en todos los programas de máxima audiencia la foto de Bretón y el escritor cómplice que casi le ayudó a matar a los niños? Eso es lo que mantiene la herida abierta.
Antes de que empezara este escándalo igual no, pero ahora, aparte de hablar con Ruth, me encantaría abrazarla. Me duele, no por mí, porque no creo que sea el culpable, pero sí el origen, de todo este dolor nuevo que ella ha sentido.
¿Qué opina sobre la comunicación hasta el exterior de Anagrama? En su último escrito, anunciando que no distribuirían el libro, decían: “Esta editorial cree que en una sociedad democrática debe existir un equilibrio entre la libertad creativa como derecho fundamental y otros derechos morales”. Sin embargo, decide no publicar. ¿No es un poco contradictorio?
El último comunicado fue un error. Se lo dije cuando me lo consultaron, que no aportaba nada. Habíamos rescindido el contrato y era un comunicado innecesario, sobre todo porque se metía a hacer una justificación, innecesaria.
Usted tiene claro por qué Anagrama cancela la distribución. Habló de presión social, pero está el problema legal.
Legal en absoluto. Anagrama no publica porque ha tenido miedo de esta campaña provocada por una jauría que pide el boicot, que dice que el libro propaga la violencia vicaria y este tipo de cosas.
¿Llegó a cobrar algo de Anagrama?
El anticipo.
¿Ha vuelto a hablar con José Bretón? ¿Él sabe que todavía no se ha publicado el libro?
Supongo, porque en la cárcel tiene televisión. Y tiene que saberlo, porque desde hace tres semanas ya no intenta contactarme. Mi relación ahora con Bretón es inexistente. Le había dicho que iba a volver a verle a la cárcel, pero la última carta que recibo es de mediados de febrero. En la penúltima me escribió diciéndome que el libro no le había gustado nada, que no lo había acabado y no sabía si lo acabaría. Decía que iba a tener consecuencias nefastas para él.
Los escritores crean desde la empatía, tanto las historias como a sus personajes, pero aquí la descarta para acercarse a Bretón, ¿qué herramientas le quedan?
Es que no he quitado la empatía. Yo con él he tenido una relación de que cuando el año pasado operaron a mi madre de un cáncer, me llamó expresamente para preguntarme cómo había salido. Al contar esto hay gente que piensa que blanqueo al monstruo. El juicio fue en 2013, desde entonces ha estado en dos cárceles. En todo este proceso nadie sabía nada de él menos su madre, un capellán con el que tuvo buena relación y yo en los últimos tres años. La Constitución dice que el objetivo de las penas siempre tiene que tener la orientación a la reinserción y que los presos conserven íntegramente sus derechos fundamentales, salvo los que estén expresamente restringidos en la sentencia.
Podría haberse dado el caso de que José Bretón se hubiera convertido en un santo varón. ¿En qué sociedad vivimos? ¿Por qué a nadie le interesa eso? ¿Por qué no le ejecutamos y ya está? Restauremos la pena de muerte. Ese tipo de odio social, que ni se corresponde con el sistema penal, el Evangelio ni nada de lo que presumimos, es lamentable.
En el libro reconoce que Bretón le generó compasión, ¿dudó en plasmarlo porque se le pudiera acusar de humanizar o blanquear a un asesino?
Hice bastantes correcciones, pero no tanto en este sentido. Me han educado así, y estoy orgulloso de que cuando le encargué a mi madre, una mujer de 88 años, comprarle ropa a Bretón para llevársela a la cárcel; ella no cuestionó nada. Ella en ningún momento se planteó que no hubiera que comprarle ropa a un asesino que mató a sus dos hijos.
Cuenta en el libro que Bretón aceptó participar en su libro porque quería mostrar que está arrepentido, ¿le creyó?
No sé realmente cuál es la motivación final de Bretón. Tiendo a pensar que ni siquiera él lo sabe, y que será una suma de factores. Él quería contar su historia como buen narcisista que es. Otro tiene que ver con el egoísmo de arrepentirse para que su situación penitenciaria quede aliviada, pero estoy convencido también de que necesita tener contacto humano, y no lo tiene. Su mejor amigo en el mundo ahora soy yo, y eso te dice mucho.
Sus hermanos rompieron con él, cuando murió su madre se extinguió cualquier tipo de relación. En la cárcel está apartado en la enfermería por sus antecedentes de suicidio y porque determinados presos tienen tratamiento especial. Creo que él se arrepiente, pero estoy seguro de que no con todas las consecuencias. Él todavía sigue pensando que hay algo de culpa en Ruth.
¿En qué punto está ahora el libro?
No hay nada cerrado, por lo que no puedo dar información fidedigna. Pero como decía Aznar, estamos trabajando en ello.
Más allá de las frases que comentaba antes, ¿se plantea hacer algún otro cambio?
No. Me voy a volver a leer El odio con otros ojos, evidentemente. No me autocensuraré más de lo que sea prudente, me ayudará gente en el proceso. Lo que sí que creo que tendrá es un prólogo en el que quede reflejado lo que ha pasado, que me parece que es escandaloso y que se recordará como un acto incomprensible en una sociedad democrática.
Lo que ha pasado con 'El odio' es escandaloso y se recordará como un acto incomprensible en una sociedad democrática
¿Siente que ha sido censurado?
Sí. Todavía no acabo de entender cómo en una sociedad en la que enciendes Netflix y tienes 17 true crimes que se meten en el morbo, algunos están muy bien hechos, haya ocurrido esto con mi libro.
¿Dónde está la línea en que algo sea morboso?
En el tratamiento, que lo que estés buscando sea resaltar el sufrimiento, el dolor, los detalles macabros, lo siniestro.
Usted da detalles sobre cómo mató a sus hijos, sus intentos de suicidio. ¿Eso no es morbo?
Los detalles de cómo los mata están en el sumario y han sido públicos. La única revelación es que él comprueba que no respiran antes de quemarlos, que no han sufrido ni se han enterado de nada. Yo estoy muy tranquilo con mi forma de escribir. Creo que no soy morboso en el mal sentido de la palabra. Lo soy en que me atraen las cosas oscuras, recónditas, mirar por el ojo de la cerradura de un dormitorio. Pero en el tratamiento, en la factura literaria, soy absolutamente respetuoso. El 90% de todo lo que he leído sobre Bretón en estos años, las crónicas periodísticas, son mucho más morbosas que mi libro. No tengo ningún sentimiento de culpa y en ese sentido no habrá correcciones.