Me cuesta trabajo aceptar que soy un hombre de sesenta años que ya vivió lo mejor de su vida y al que le queda poca vida. Cuando me veo en el espejo, me parece ver a un hombre de cuarenta años, no de sesenta. De hecho, cuando tenía cuarenta no me sentía tan bien como me siento ahora. Estoy más viejo, pero duermo mejor y disfruto más de los días que cuando tenía cuarenta y vivía tomando pastillas porque viajaba todas las semanas y no dormía bien en ninguna parte. También me cuesta trabajo aceptar que ya no queda en el mundo entero, entre los cuatro mil millones de hombres que habitamos el planeta, un solo hombre, uno solo, que...
Ver Más