Nos deja trágicamente una de las caras más conocidas de la televisión de los 90: Buen viaje y gracias por todo

El lado oscuro de la fama. En el mundo del espectáculo, la expresión «juguete roto» se refiere a quienes alcanzaron la fama de manera fulgurante pero acabaron olvidados, marginados o incluso rotos por dentro. Son rostros que un día acapararon focos y portadas, pero que el tiempo, la industria o las propias circunstancias se encargaron ... Leer más

Apr 5, 2025 - 12:23
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Nos deja trágicamente una de las caras más conocidas de la televisión de los 90: Buen viaje y gracias por todo

El lado oscuro de la fama.

En el mundo del espectáculo, la expresión «juguete roto» se refiere a quienes alcanzaron la fama de manera fulgurante pero acabaron olvidados, marginados o incluso rotos por dentro. Son rostros que un día acapararon focos y portadas, pero que el tiempo, la industria o las propias circunstancias se encargaron de apartar. Muchos de ellos cargan con el peso de haber sido utilizados como entretenimiento, para después ser descartados cuando ya no eran útiles.

Convertirse en personaje televisivo no garantiza una trayectoria sólida ni un futuro asegurado. De hecho, para algunos, esa popularidad puede ser el inicio de una cuesta abajo difícil de remontar. La televisión, en especial la que se alimenta de lo insólito o lo excéntrico, puede dar visibilidad a perfiles únicos, pero también puede convertirlos en blanco de burlas o parodias.

Los “juguetes rotos” son más frecuentes de lo que parece. Tras el telón del humor y la extravagancia, suele haber personas con historias de vida complejas, que tal vez no comprendieron del todo las reglas del juego mediático. Personajes que, una vez fuera de los focos, se enfrentan al olvido y, en ocasiones, a una soledad amarga.

De Raticulín a Crónicas Marcianas.

Carlos Jesús fue uno de esos personajes icónicos que dejó huella en la televisión de los años noventa. Nacido como Carlos Cabello Rey en Dos Hermanas (Sevilla), alcanzó notoriedad por sus sorprendentes afirmaciones y su peculiar carisma. Su popularidad comenzó en el programa Al ataque, presentado por Alfonso Arús en Antena 3, donde fue entrevistado por Javier Cárdenas.

Aquella primera aparición televisiva lo convirtió en fenómeno. No tardó en fichar por Crónicas marcianas, el exitoso late night de Telecinco presentado por Javier Sardà. Allí, su perfil fue aprovechado con fines humorísticos: decía ser la reencarnación de Jesucristo, hablaba de naves espaciales y aseguraba que su verdadero hogar estaba en un planeta llamado Raticulín.

Carlos Jesús aseguraba que pronto llegarían «100.000 naves espaciales», lo que le granjeó seguidores, imitadores y detractores. Su presencia era tan magnética como desconcertante. Entre lo cómico y lo místico, ofrecía un tipo de espectáculo que, en su momento, conectó con la audiencia como símbolo de la televisión más delirante y libre.

Entre Micael, Crístofer y los microchís.

Lo que muchos no sabían es que Carlos Jesús se desdoblaba en dos entidades diferentes: Crístofer y Micael. Crístofer se encargaba del mantenimiento de las naves espaciales, mientras que Micael, con voz de robot, era la voz divina de Jesús. Todo formaba parte de su cosmología personal, con la que construyó una narrativa propia y totalmente ajena a la lógica convencional.

Entre sus afirmaciones más impactantes, decía haber muerto dos veces por descargas eléctricas, aseguraba que Jesús se le apareció junto a una churrería y afirmaba haber viajado por planetas y estrellas, incluso por el Sol, del que sostenía que «no quema». También mencionaba tener en la cabeza un «microchís» que le permitía reparar ordenadores.

Tras años de presencia mediática, Carlos Jesús desapareció de la televisión sin que nadie supiera muy bien por qué. El silencio sustituyó al estruendo que lo había acompañado durante tanto tiempo. Aquel silencio duró hasta que, este viernes, se supo que había fallecido el pasado 27 de enero, con 80 años recién cumplidos.

Una despedida en la sombra.

Carlos Jesús fue enterrado un día después de su fallecimiento, en Dos Hermanas, su localidad natal. Sin embargo, la noticia de su muerte no trascendió hasta tres meses más tarde. Para muchos, fue un mazazo inesperado, especialmente para quienes seguían recordándolo como uno de los grandes personajes del imaginario televisivo de los noventa.

En el programa Y ahora Sonsoles, Jesús Chavero, amigo del fallecido, explicó que se enteró de la noticia apenas diez días antes. “No se ha enterado nadie porque no le interesaba, estaba tan triste por la historia que le hizo famoso, que perturbó su día a día”, aseguró. Estas palabras abren la puerta a una reflexión sobre lo que supuso para Carlos Jesús la fama y, sobre todo, lo que significó perderla.

¿Fue una decisión de la familia mantener su muerte en privado o fue simplemente el reflejo del olvido en el que había caído? Sea como fuere, su historia nos recuerda que la televisión puede convertir a una persona en mito… pero también puede dejarla sola en la caída.