Minimosca, de Gustavo Faverón Patriau

El amnésico es la primera parte de la novela que, ciertamente, comienza de un modo desconcertante: un hombre sale a pasear por las noches a un bosque cercano a su casa en un pueblo de Maine, hasta que se da un golpe y pierde la memoria. Esto le llevará a convertirse en un vagabundo que... Leer más La entrada Minimosca, de Gustavo Faverón Patriau aparece primero en Zenda.

Feb 18, 2025 - 07:47
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Minimosca, de Gustavo Faverón Patriau

Había leído, hasta ahora, tres libros de Gustavo Faverón (Lima, 1966): las novelas El anticuario (2010) y Vivir abajo (2019) y el ensayo El orden del Aleph (2021). De este último libro, tuve el privilegio de ser —junto al escritor Javier Moreno— el presentador en Madrid. Faverón ha publicado algún ensayo más, pero su obra narrativa solo consta de estas dos novelas que cito y a las que une Minimosca (2024). Desde hace varios años conocía la existía de Minimosca, porque le había oído hablar de este proyecto al propio Faverón. Al principio, el autor pretendía que se tratase de una novela corta, que se correspondería con la segunda parte de la versión final del libro (que sobrepasa las 700 páginas), que se llama igual que el título, y que escasamente tiene 100 páginas. De hecho, El orden del Aleph —en palabras de Faverón— era otra de las partes de Minimosca, y el contenido de este ensayo, en principio, era fruto del trabajo de uno de los personajes de la novela, una profesora colombiana. Faverón decidió sacar esa parte del libro y crear con ella un nuevo texto sobre la obra de Jorge Luis Borges.

El amnésico es la primera parte de la novela que, ciertamente, comienza de un modo desconcertante: un hombre sale a pasear por las noches a un bosque cercano a su casa en un pueblo de Maine, hasta que se da un golpe y pierde la memoria. Esto le llevará a convertirse en un vagabundo que vive con otros vagabundos. La narración comienza a desdoblarse en diversos relatos dentro del relato, de algunos de ellos serán protagonistas artistas reconocibles, como Marcel Duchamp o Stephen King. Aunque Vivir abajo era una novela que acababa entrando en el terreno de los fantástico, su primera parte —titulada La piedra de la locura— mostraba una narración realista, donde un personaje trataba de localizar a otro; al empezar a leer Minimosca, después de la lectura de la anterior novela, el lector va a darse cuenta enseguida de que la apuesta de Faverón es, en su nueva novela, más radical que en la anterior. Un aire onírico, que va a acabar recorriendo todo el libro, impregna ya de un modo potente las páginas de El amnésico. Los personajes, como los de las obras de Franz Kafka, se mueven en la densidad de los sueños y las realidades más mundanas de la vida (como, por ejemplo, la necesidad de ganarse el sustento con un trabajo remunerado) van a tener muy poca relevancia en la narración; o, más bien, en las narraciones, porque Minimosca es una narración de narraciones, una novela formada por múltiples relatos cortos que, en gran parte, pero no en todos los casos, acaban encajando entre sí. El amnésico que podía llegar a hacernos pensar en un alter ego del autor, ve películas en un sótano en su casa, hechas por George Bennett, que era uno de los protagonistas de Vivir abajo. Desde bastante pronto, el lector habitual de Faverón va a saber que ambas novelas, Vivir abajo y Minimosca están relacionadas.

"En Minimosca nos trasladamos a Lima y su protagonista va a ser Arturo Valladares, un joven con una historia trágica tras de sí, ya que su padre asesinó a todos sus hermanos y a su madre"

Como dije, Minimosca es la segunda parte de la novela, y podría haber sido una novela independiente, como apuntaba Faverón. Al finalizar el libro completo, aunque lo contado en esta parte se complementa con lo expuesto en otras, el lector tendrá la sensación de que, efectivamente, Minimosca (la parte, no la novela) podía haber sido un libro independiente; igualmente El amnésico podía haber sido una novela independiente.

En Minimosca nos trasladamos a Lima y su protagonista va a ser Arturo Valladares, un joven con una historia trágica tras de sí, ya que su padre asesinó a todos sus hermanos y a su madre. A Arturo le van a asaltar dos pasiones: el boxeo y la poesía. De nuevo, el surrealismo dominará la narración: Arturo aprenderá a tumbar a sus rivales en el ring sin golpearlos, usando la técnica de susurrarles versos de César Vallejo, su héroe poético.

Las historias, las narraciones dentro de las narraciones, se van a suceder también en Minimosca. De hecho, en esta segunda parte se usa el recurso del manuscrito encontrado: John Sinclair, en Utah, lee un manuscrito, hallado en un cubo de basura, que cuenta la historia de Arturo. El manuscrito, sabremos, está escrito por Mónica Buchenwald (aunque ella afirmará, más adelante, que nunca lo ha escrito), que acabará teniendo una relación con Arturo. También, entreverada con la historia de Arturo, conoceremos la intricada vida familiar de Mónica, que pasa por los campos de concentración nazis en Europa.

Como ya he apuntado, Faverón, que coqueteaba en Vivir abajo con el género fantástico, se adentra en él de lleno en Minimosca, y no tiene problemas en convertir a unas moscas (muertas, además), que viven en la casa de Mónica, en sus sabias interlocutores.

"Nos trasladamos ahora a San Francisco y, entre otras cosas, Angus conversará con su amigo Richard Diekenborn sobre un libro que este último ha encontrado, esta vez en un árbol"

El título del libro, tiene que ver con la categoría pugilística en la que pelea Arturo y también con un estado de ánimo. «Desnudo sobre la balanza, Arturo siente que esa palabra describe con exactitud el estado de apocamiento y aflicción que lo embarga con frecuencia en tardes como esa. Recibe la palabra con los brazos abiertos, después los cierra para abrazarla.» (pág. 106)

La tercera parte se titula Angus, y su personaje va a ser Angus White. Si el lector está atento (aviso de que es posible perderse en el laberinto de nombres e historia que ha perpetrado Faverón) sabrá que Angus es la persona que conversa en la segunda parte con John Sinclair, que ha encontrado el manuscrito donde se narra la historia de Minimosca.

Nos trasladamos ahora a San Francisco y, entre otras cosas, Angus conversará con su amigo Richard Diekenborn sobre un libro que este último ha encontrado, esta vez en un árbol, en el que Esmée Maisse (que es la madre de Mónica Buchenwald) habla de él, pero dice barbaridades y recoge una serie de entrevistas que él (pintor de profesión) nunca ha dado.

En esta parte de la historia harán sus cameos poetas y escritores como como Allen Ginsberg, Martín Adán o Herman Melville.

En el cuarto de baño de Dickenborn aparecerá Arturo Valladares, a quien Mónica busca en Lima. Es normal en esta novela que las personas aparezcan y desaparezcan en los lugares más inverosímiles. En esta novela la realidad tiene grietas y otras realidades paralelas pueden invadirla, y así es posible que puedan convivir dos «yos» de un mismo escritor, por ejemplo.

"Richard Diekenborn se ha trasladado a Utah, porque compró la casa de Uriah Vargas, que es un escultor suicida cuya historia se contaba en la tercera parte"

La cuarta parte es Momias y aquí nos trasladaremos a Bolivia, al pueblo de La Higuera, donde se dio muerte a Ernesto Che Guevara. Uno de sus protagonistas principales serán George Bennett que, como ya he apuntado, era una de los protagonistas de Vivir abajo. De hecho, una de las tramas principales de Vivir abajo era localizar a Bennett. Sabremos ahora que, durante muchos años, estuvo viviendo en La Higuera con una mujer argentina llamada Raymunda Walsh, sobrina del escritor Rodolfo Walsh. Bennett, para vengar la obra de su padre —un agente de la CIA que se dedicó a torturar gente y a crear cárceles secretas en Latinoamérica— ha dedicado parte de su tiempo a buscar y a matar a nazis. Uno de ellos era el marido de Raymunda. Los dos conviven con el hijo ciega de Raymunda y el nazi, Mario Ernesto. A La Higuera también se va a vivir un pintor norteamericano, al que se denominará el Pintor Fugitivo, y que el lector acabará sabiendo que se trata de Richard Diekenborn, pero tal vez no el Richard Diekenborn real sino uno falso, sobre el que escribió Esmée Maisse.

La quinta parte se titula Utah. Richard Diekenborn se ha trasladado a Utah, porque compró la casa de Uriah Vargas, que es un escultor suicida cuya historia se contaba en la tercera parte. En Utah, Richard se juntará con Angus White y John Sinclair y acabaremos comprendiendo que su historia está, de un modo rocambolesco, unida a la de Mónica Bachenwald.

Y aún queda una sexta y una séptima parte, tituladas El museo de la Rue de Babylone y El Sur, donde César Vallejo será uno de sus protagonistas y Angus White se encontrará con Mónica Bachenwald y se cerrarán algunos de los hijos narrativos que estaban quedando pendientes; y así, comprenderemos al final que todas las historias que hemos leído, dentro de esta historia, estaban más hiladas de lo que suponíamos al principio.

"Decía Ricardo Piglia que la obra de Borges tenía un único narrador, que era Borges; algo similar podríamos decir del laberinto de historias que nos propone Faverón en Minimosca"

Cuando, hace unos cinco años, escribí la reseña de Vivir abajo dediqué bastante espacio a comentar las similitudes que encontraba entre la obra de Faverón y la de Roberto Bolaño. La influencia de la obra de Bolaño sigue presente en Minimosca: el gusto por la digresión, por contar argumentos de películas, de relatos, de sueños…, dentro de la historia principal; el gusto por hablar de la literatura como hilo argumental, con la presencia en Minimosca de escritores convertidos en protagonistas de las historias. También se encuentra aquí el gusto de Bolaño por el mal: la presencia de nazis o de discípulos de nazis en Latinoamérica. Pero ahora veo que el estilo y los intereses de Faverón han ido más lejos que en Vivir abajo, que ha dejado ya más atrás la obra del maestro y se ha adentrado en territorios nuevos, en obsesiones ya más personales. De hecho, el interés por «el mal» en Faverón es tan exagerado, con sus asesinos, pedófilos, violadores, torturadores… que no deja de tener un aire paródico. También encontramos en Minimosca la presencia de Jorge Luis Borges, por el gusto por la paradoja y el relato fantástico. Decía Ricardo Piglia que la obra de Borges tenía un único narrador, que era Borges; algo similar podríamos decir del laberinto de historias que nos propone Faverón en Minimosca. Kafka, Bolaño, Borges… además de la presencia —tanto estilística como real— de multitud de escritores. Por ejemplo, y no quería dejar de mencionarlo, el escritor boliviano Jaime Saénz vuelve a aparecer en las páginas de Minimosca, como lo hizo también en las de Vivir abajo.

El lenguaje de Minimosca, plagado de referencias literarias y poesía, con frases muy largas, formadas, en realidad y en muchos casos, por más de una frase unida por la conjunción «y», es plástico, original y bello.

Minimosca es una obra muy inteligente, donde, en más de una ocasión, resulta algo complicado acabar de seguir todas las conexiones que Faverón establece entre unas historias y otras, entre unos personajes y otros. Minimosca está escrita con la ambición de las grandes novelas del boom latinoamericano, a cuya estirpe pertenece. Obviamente, no he leído ni una mínima parte del conjunto de la literatura escrita en español en lo que llevamos de siglo, pero, dentro de lo que conozco, o de las referencias que he podido tomar de los más entendidos, considero que Minimosca entra en el olimpo de las grandes obras escritas en español en el siglo XXI, junto con libros como 2666 de Roberto Bolaño o La novela luminosa de Mario Levrero. Si usted no ha leído nada de Faverón, creo que puede ser una experiencia literaria deslumbrante acercarse a Vivir abajo y Minimosca y leerlas seguidas, porque son dos obras (o una sola, tal vez) que van a perdurar.

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