Lo absurdo, la literatura
Cuando vi la novela, tuve varias ideas, siendo la primera de ellas la de no leerla. La publicaba un sello que no conocía, Ediciones del Azar, y no puedo decir que el producto invitara en exceso a complacerse durante horas en su tacto. Con todo, me la llevé a casa y la empecé. Iba de... Leer más La entrada Lo absurdo, la literatura aparece primero en Zenda.

Muertes y frases felices delimitan lo que quiero contar aquí, aunque las muertes vinieron después de las frases felices y estas frases no alojaban otra felicidad que cierta inspiración. Empezamos por un sobre a mi nombre con un libro dentro. Abrí varios sobres ese día, y seleccioné no pocos libros de las pilas de una mesa, así que todos juntos y revueltos acaban confundiéndome, generando duda postal; pero, aún así, asumo que en efecto alguien me eligió como destinatario de la última novela de Javier Pastor, titulada Lo absurdo. Abro los sobres a lo loco y no sé quién los manda.
Entre medias, me leí la nueva novela de Javier Cercas, y tecleé cosas. Me hizo gracia, de pronto, darme cuenta de que Javier Cercas y Javier Pastor (y también Javier Sebastián) eran tres escritores nacidos en 1962, y que a un Javier le había ido infinitamente mejor que a otros Javieres. Entonces llegó la frase feliz, inspirada, indefendible. Escribí: “Ser escritor es tener éxito; todo lo demás es beneficencia”. Me pareció que era una frase con la que yo no estaría de acuerdo si la hubiera escrito otro. Pero la había escrito yo.
Muy concretamente, Pastor y Sebastián son estupendos escritores, cada uno en su casilla, y además me consta que la suerte no les acompaña. Hace algunos años, leí para una editorial (cuando yo hacía estas cosas) un manuscrito de Javier Sebastián. Qué prosa, qué técnica, que profesionalidad. No se puede ser más escritor que Javier Sebastián, si ser escritor va de escribir. Sin embargo, la novela no salió en el sello que me pagaba una miseria por leer manuscritos y acabó años después en otro sello, no desdeñable, pero que no consiguió que la novela se leyera. Es un gran “para qué”, la literatura.
Y Javier Pastor, un poco lo mismo. Leí hace mil años Fragmenta, porque creo que salió en alguna lista de mejores opera prima del año (quién sabe si en una lista donde también salía yo; la compañía fomenta la lectura, en estas cosas); y leí luego Esa ciudad, porque creo (perdonad la pureza de mi desmemoria) que Babelia la eligió entre lo mejor del año. También leí (no tiene uno remedio) Mate Jaque y Fosa común, ya en Mondadori (antes Pastor apareció en sellos menos rumbosos, alguno desaparecido, como Bruguera). ¿Me gustaba? No mucho, no tanto; no tanto como para leerle todo. Pero como no publicaba mucho y siempre me acababa llegando el libro, siempre lo leía. Es un estilo barroco, verboso, Goytisolo (Juan), que quizá en mi juventud pude paladear, pero que luego me pareció excesivo y gratuito, juvenil.
No iba a leer su novela, Lo absurdo, sobre un crítico vengativo, o sobre un escritor vengativo, en realidad, porque reseñé muy favorablemente Fosa común en su momento (me gustó, claro) y, por esas cosas de la maledicencia y de las comunicaciones instantáneas de la maledicencia, me llegó que a Javier Pastor no le había gustado nada mi crítica donde decía que su novela me había gustado. A lo mejor leímos Fosa común entera 78 personas en España.
Así que anoté en mi agenda del rencor no volver a leer a Javier Pastor, si tanto le molestaba que lo leyera, lo reseñara y lo recomendara.
Cuando salió mi artículo sobre Cercas y su éxito, Ramón González Férriz me escribió un mensaje para contarme que Javier Pastor, al que, como digo, citaba yo en el texto, estaba muerto; que había muerto hacía apenas un mes. Esto me impresionó mucho. El deceso en nada cambiaba mi perspectiva sobre los tres Javieres. De hecho, la reforzaba. Y eso era lo triste, lo fatalmente triste.
Nunca pensé que a Javier Pastor lo leyera mucha gente y, cuando murió nuestro editor común de entonces, Claudio López de Lamadrid, recuerdo haber considerado que quizá su carrera se vería afectada. Y es probable que así fuera, pues entre Fosa común (2016) y Lo absurdo han pasado nueve años, y ésta la publica un sello que yo no conozco, lo que siempre es mala situación.
Busqué la noticia de la muerte de Pastor en Google, y me sorprendió verla puntualmente publicada en El País. Me da que no está El País para glosar muertes de escritores que nadie conoce, así que supuse que alguien allí hizo por que esa muerte se glosara. Quizá Nadal Suau, que firmaba el obituario.
Era curioso, el obituario. Se hablaba de “prestigio”, de escritura de calidad y de lo que pasa con la escritura de calidad, que normalmente nadie la lee. Entonces quedaba raro que Javier Pastor hubiera publicado en Ediciones del Azar por la intermediación (según se decía) de un amigo traductor, si no recuerdo mal. O sea, eres tan prestigioso que para publicar en un sello del que nadie ha oído hablar necesitas además el aval de un amigo. Lo absurdo, la literatura. Sale más a cuenta publicarte tú mismo, a tus expensas.
Cuando tecleé “beneficencia” como opción alternativa al éxito, no tenía tan claro qué quería decir. Ahora sí. Beneficencia es simplemente que el editor te aprecia (ni siquiera tiene este aprecio que ser extensivo a tus libros), y por eso te sigue publicando; y por eso te sigue engañando sobre tu condición de escritor. Publicar sin objeto es una suerte de mendicidad, como cuando dan de comer en un comedor social al que no tiene ni para comer. Comes, sí, pero no puede decirse que te ganes el pan.
Porque luego se ha muerto Mario Vargas Llosa, y eso es ser escritor. No creo que nadie empezara a escribir su primer libro soñando con no vender, con practicar una escritura mendicante y desaparecer sin dejar el menor rastro. Se empieza a escribir queriendo ser Vargas Llosa, Kafka, Dios, Messi, un Rockefeller de las letras. Y luego se va bajando la pendiente.
Y bajar la pendiente es muy absurdo. Puedo defender sin mucho esfuerzo la opinión contraria, que diría que basta con escribir los libros que deseas escribir, y con que alguien te los publique, para ser escritor y ser feliz con tu literatura.
Pero me parece una crueldad innecesaria.
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