De estrella del cine a trabajar en un IKEA: La sorprendente vida de uno de los actores más queridos de los 90
El auge y caída de los ídolos. La fama es un fenómeno caprichoso y efímero, capaz de catapultar a artistas al estrellato para luego, sin previo aviso, arrojarlos al olvido. Muchos actores, músicos y celebridades disfrutan de un breve periodo de gloria, solo para encontrarse años más tarde viviendo en el anonimato. Sus nombres, antes ... Leer más

El auge y caída de los ídolos.
La fama es un fenómeno caprichoso y efímero, capaz de catapultar a artistas al estrellato para luego, sin previo aviso, arrojarlos al olvido. Muchos actores, músicos y celebridades disfrutan de un breve periodo de gloria, solo para encontrarse años más tarde viviendo en el anonimato. Sus nombres, antes en boca de todos, se desvanecen en la niebla del tiempo, dejando solo un rastro de recuerdos lejanos y artículos amarillistas. La fama es, en muchos casos, una ilusión que desdibuja la realidad, creando ídolos que tarde o temprano pierden su brillo.
Esta situación es aún más cruel para aquellos que fueron celebridades en su juventud. Los llamados «juguetes rotos» son personas que, de niños, se vieron bajo los reflectores y protagonizaron grandes éxitos. Pero cuando la infancia se desvanece, a menudo con ella se va también el interés del público. Estos antiguos prodigios, incapaces de replicar su éxito en la vida adulta, a veces enfrentan serias dificultades para adaptarse a un mundo que ya no los reconoce ni los necesita.
Uno de esos casos emblemáticos es el de Liberto Rabal. En 2019, su nombre volvió a sonar en los medios, no por su carrera artística, sino por haber sido encontrado trabajando como dependiente en una tienda Ikea en la calle Goya de Madrid. Liberto había sido una promesa del cine español, pero su vida tomó otro rumbo, y, como tantos otros, optó por el anonimato durante un tiempo, dejando atrás el mundo del espectáculo.
El regreso de un artista resiliente.
A pesar de su retiro temporal, Liberto Rabal no dejó que su pasión por el arte se apagase. Hoy, con 48 años, ha regresado a la industria cinematográfica, pero desde una nueva perspectiva: la producción audiovisual. Al frente de su productora ‘Agua en el Desierto’, ha retomado las riendas de su vida profesional con proyectos que buscan ir más allá del entretenimiento para tocar temas de profundo contenido social y ético. Su última producción, la obra de teatro ‘Lapidada’ (2019/2023), dirigida por su esposa Adriana Davidova, se destaca por su compromiso con los derechos humanos.
«Una compañía de cine, teatro, televisión y literatura para afrontar proyectos de contenido ético, social y moral en defensa de los derechos humanos», así se define la productora de Rabal. Esta nueva etapa en su carrera refleja un enfoque más maduro y reflexivo, un cambio que muchos artistas experimentan después de haber atravesado los vaivenes de la fama. En lugar de buscar la gloria superficial, Liberto parece más interesado en dejar una huella significativa a través de su arte.
Liberto no es solo un actor. Su historia personal está profundamente enraizada en la cultura española. Nació en Roma el 30 de mayo de 1975, pero sus raíces son puramente ibéricas. Proviene de una estirpe de artistas y escritores que dejaron una marca en el mundo del cine y la literatura. Hijo del director Benito Rabal y la escritora Silvia Cerezales Laforet, y nieto de figuras icónicas como los actores Francisco Rabal y Asunción Balaguer, Liberto creció en un entorno donde el arte era más que una vocación: era una forma de vida.
Un legado familiar que trasciende generaciones.
La influencia de su ilustre familia no terminó con Liberto, ya que su hijo, Daniel Rabal Davidov, también ha seguido el camino de la creatividad. Con tan solo unos años de carrera, Daniel ha publicado tres novelas y un poemario, demostrando que la pasión artística corre profundamente en las venas de los Rabal-Davidov. Liberto, junto a su esposa Adriana Davidova, ha formado una familia que sigue forjando su propio legado cultural.
Pero antes de su faceta como productor, y mucho antes de su retiro temporal, Liberto había comenzado su carrera como muchos otros «niños prodigio». En los años 80, fue descubierto por el director Mario Camus, quien lo incluyó en el elenco de la serie «Fortunata y Jacinta», emitida en Televisión Española. También apareció en otras producciones de la época, como «Los desastres de la guerra» y «Los santos inocentes», donde compartió escenas con su legendario abuelo, Francisco Rabal.
Su primer gran papel llegó cuando todavía era un niño, en la película «El hermano bastardo de Dios», dirigida por su padre. Este largometraje fue seleccionado para competir en el Festival de Venecia, consolidando su prometedor futuro en el cine. Sin embargo, como muchas estrellas jóvenes, su carrera experimentaría altibajos en los años venideros.
Los altibajos de una carrera cinematográfica.
Ya en su etapa adulta, Liberto Rabal participó en diversas producciones cinematográficas que dejaron huella en la industria española. Películas como «Más que amor, frenesí», «Pon un hombre en tu vida», y «El tiempo de la felicidad» lo mantuvieron en el radar de directores y críticos. No obstante, fue su papel protagonista en «Tranvía a la Malvarrosa», bajo la dirección de José Luis García Sánchez, lo que le valió una nominación al Premio Goya como actor revelación en 1997.
Aquel mismo año, su nombre resonó con fuerza cuando el aclamado director Pedro Almodóvar lo eligió para protagonizar «Carne trémula». En este film, Liberto compartió pantalla con grandes figuras del cine español como Javier Bardem y Ángela Molina, consolidando su lugar en el cine nacional. La carrera de Liberto parecía imparable. Poco después, debutó en la televisión con la comedia «A las once en casa» y se aventuró en la dirección con su cortometraje «Las noches vacías».
La obra ganó una mención especial en el Festival de Málaga en 2001. Este cortometraje, producido por Televisión Española, fue un punto de inflexión en la carrera de Liberto, quien comenzaba a mostrar su capacidad no solo como actor, sino también como director y guionista. La película, en la que interpretó al poeta Miguel Hernández, reveló una faceta artística mucho más compleja y madura de lo que se había visto hasta entonces. Con todo, el viaje de Liberto Rabal en la industria del cine, tanto en España como en el extranjero, ha sido uno de resiliencia, reinvención y profunda conexión con sus raíces culturales.