Cumplir años es un asco
En esta ocasión, Lorenzo Silva sitúa a sus personajes justo en el momento en el que el gobierno español, no sin la correspondiente polémica, anuncia el obligado confinamiento a causa del dichoso virus que tantos muertos causó en todo el mundo. El autor es muy cuidadoso a la hora de tratar la noticia y mostrarnos,... Leer más La entrada Cumplir años es un asco aparece primero en Zenda.

En los “Agradecimientos”, con los que se pone punto final a la obra, Lorenzo Silva nos recuerda que, con el presente, son ya catorce los títulos de la serie protagonizada por los guardias civiles Rubén Bevilacqua y Virginia Chamorro, con un total de cinco mil páginas escritas, que se dice pronto. Lo que no está nada mal. Casi treinta años —desde el primer volumen, El lejano país de los estanques, aparecido en 1998— al pie del cañón, con un trabajo más que digno, en ocasiones incluso brillante, cuyo balance es muy positivo y con el que se ha contribuido, con el concurso de otros colegas que no le van a la zaga, a que la novela policiaca española actual, sin una larga y sólida tradición que la avale, ocupe un puesto relevante en el conjunto europeo.
Las fuerzas contrarias —título con el que se le rinde homenaje a una famosa canción del cantante italiano, recientemente desaparecido, Franco Battiato— es, desde luego, uno de los volúmenes más ambiciosos de toda la colección. Pero no el mejor, ni mucho menos. Ni el más original. Ni el más trabajado. Y, sin embargo, no faltan ni Bevilacqua, con su estrella de subteniente, ni Virginia Chamorro, que luce los galones de brigada, ni el pujante y bien pintado Juan Arnau que, ya en la treintena, además de cabo, actúa en una misión un tanto delicada al convertirse en un infiltrado para averiguar así la verdad de un caso difícil. La presencia del teniente general Pereira, el amigo de Bevilacqua, cobra aquí un nuevo valor más allá de lo puramente decorativo, puesto que las páginas finales están dedicadas a él y a un “caso” —un tanto forzado y artificioso, conviene dejarlo apuntado— que le preocupa y, ya de paso, le salpica.
Lorenzo Silva, tirando de veteranía y experiencia, intenta un “tres en uno”: tres casos en curso para resolver dentro de un solo libro. Pero el tiro le sale por la culata. El posible asesinato de una anciana cobra aquí la dimensión que el lector podría esperar, con correspondiente parafernalia, con su habitual desarrollo, con sus correspondientes pesquisas, con la intervención de una juez de la que se discute, un tanto puerilmente, si es juez o es jueza, etc. Pero las otras dos historias que el autor quiere sacar a flote quedan un tanto en la sombra: el “caso”, relacionado con el momento político del país, del teniente general, y el del valiente cabo Arnau, capaz de jugarse el tipo por atrapar a otro asesino confinado en un pueblo cercano a Madrid.
Pero no es menos cierto que, en esta ocasión, acaso por la presencia de ese virus que nos hace más frágiles y vulnerables, aflora la parte más humana e íntima de los personajes. Tanto Vila como Chamorro se preocupan más por la salud de sus padres que por la de ellos mismos, que se arriesgan doblemente con el virus en todo lo suyo y con los delincuentes a los que hay que echarles el guante. Pero nobleza obliga, con lo que sale a relucir, una vez más, el sentido del deber y esa valentía que es propia de las fuerzas de orden público, y, mucho más si cabe, de la Benemérita que Silva pone, como siempre, en un altar.
El esquema, pues, a pesar de ese telón de fondo que resulta novedoso de una España muda y confinada, en donde se echa de menos el ruido de la calle y el jolgorio diario de sus habitantes, encerrados ahora entre cuatro paredes, sigue siendo el mismo, con el sistema procesal al que nos tiene acostumbrados, con la exquisita relación de Vila con el resto de sus subordinados y, también, con sus superiores, con alguna que otra pequeña discrepancia que le confiere colorido a la escena.
Se habla, asimismo, de música, de cine y de libros; de aquellas obras en las que ahora pone sus ojos el inquieto subteniente, buscando acaso consuelo y entretenimiento. Y volvemos a la sutil relación, que tanto gusta e inquieta al lector, entre Vila y Chamorro, con ese toma y daca de palabras que, finalmente, se las lleva el viento. Rubén Bevilacqua se llega a preguntar al principio del libro que qué sería de él sin su ayudante, aunque sólo se refiera a la parte profesional. Pero, en esta misma línea, ya en los últimos compases de la obra, Virginia Chamorro, sin pudor alguno, pregunta, a su vez, a Rubén si acaba aquí algo más que el caso.
Es obvio que Lorenzo Silva se guarda un as en la manga, un as muy importante para tirar de él cuando sea necesario en entregas futuras, en una serie que no parece tener fin y a la que, ya a estas alturas, después de casi treinta años de funcionamiento, su autor debería añadir nuevos elementos, convertirse en menos previsible, arrumbar, de una vez y para siempre, los consabidos y lamentables tópicos, las frases hechas, los diálogos, en ocasiones, demasiado previsibles.
Con todo, me temo, tome el rumbo que tome, seguidores de esas dos maravillosas criaturas que Silva ha puesto en pie no le van a faltar; pero, de igual modo, habrá quienes se bajen del carro en marcha con la sensación, un tanto triste, de haber visto ya esa misma película, aunque ahora figuren distintos créditos. Y es que cumplir años —así lo expresa, paradójicamente, la joven cabo Inés Salgado— es un asco.
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Autor: Lorenzo Silva. Título: Las fuerzas contrarias. Editorial: Destino. Venta: Todos tus libros.
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