Lo que todavía resplandece

En su último poemario Lo que deja de verse en el fulgor, Manilla avanza de nuevo por el sendero ya marcado, pero renovando los temas y las preocupaciones de sus poemas. El libro, dividido en cuatro partes (Cosas que no verá ningún astrónomo, Pensamientos verdes sobre el cielo azul, Relámpago y hoguera y Lo que... Leer más La entrada Lo que todavía resplandece aparece primero en Zenda.

Mar 27, 2025 - 07:45
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Lo que todavía resplandece

La obra de Antonio Manilla ha estado marcada por una meditada constancia. Desde su primer libro Una clara conciencia —pasando por otros títulos como Broza, El lugar en mí o Suavemente ribera—, el camino del poeta leonés se ha visto marcado por una escucha del mundo; por los elementos que le circundan e inspiran su verso. El apego al entorno natural («en la naturaleza todo es rito / reiteración al margen de la historia»; sentencia en su nuevo libro), la rememoración atávica del ancestro y la observación pausada, mansa y contemplativa, han hecho de su obra poética casi un corpus teórico que reivindica la necesidad de frenar y atender a la quietud: la única esfera donde podemos encontrar algo de verdad.

En su último poemario Lo que deja de verse en el fulgor, Manilla avanza de nuevo por el sendero ya marcado, pero renovando los temas y las preocupaciones de sus poemas. El libro, dividido en cuatro partes (Cosas que no verá ningún astrónomo, Pensamientos verdes sobre el cielo azul, Relámpago y hoguera y Lo que deja de verse en el fulgor), pone en valor la tarea poética, dialogando con los maestros que han precedido su obra. Así, Manilla afirma que «Al fin y al cabo; nada más es esto / la labor del poeta: / sacar a flote al barco que se escora […] Encontrar la alegría en la tristeza», porque, para él, la poesía es bálsamo. El poemario se encuentra urdido por una perfecta facción de los versos que, más allá de la forma, esconden revelaciones; verdades cotidianas que sólo el afortunado ojo del poeta puede señalar: «Pese a que no lo comprendemos, / todo tiene su sentido: // los frutos del verano / fermentan bajo el sol postrero»; escribe en el poema Veranillo, de gran fuerza simbólica.

"En alguna ocasión, Manilla ha afirmado escribo para saber quién soy. En cierto modo, su verso indaga, investiga, excava en el interior; llega a la raíz"

En Lo que deja de verse en el fulgor, Manilla ilumina la condición del ser humano: «Un hombre es todo y nada, / miserias y deseos, agua y sed, / principio de un linaje, extinción de una estirpe, / átomo y firmamento, variación / y escrita partitura», poniendo el énfasis en la permanencia dentro de nuestra mudable condición: «En ti, presente está / lo antepasado. / En los genes sepulto: la gramática de la evolución.», escribe en el poema Niño de Lapedo. Además, aboga por destacar las minucias que nos acompañan en el trascurrir cotidiano: «A veces basta / con un atardecer, / la sonrisa de un niño / una mujer que pasa iluminando el mundo».

En alguna ocasión, Manilla ha afirmado «escribo para saber quién soy». En cierto modo, su verso indaga, investiga, excava en el interior; llega a la raíz. Busca «la verdad que sobrecoge el canto // desnudo de palabras». A fin de cuentas, rescata lo que se olvida. Brilla. Y pone en valor lo que todavía resplandece:

Lo que se esfuma y permanece.

La simiente caída
en un claro del bosque,
el fuego, el tigre, el río.

Cuanto deja de verse en el fulgor. 

El barco de papel al que se permite ir
con el torrente que huye, el aeroplano
que una tarde de infancia
pusimos en el aire y el viento lo arrastró
al cruel abismo del que habla un poema
de Attilio Bertolucci.

Nuestro gesto final:
la chispa que refulge apenas un instante
contra la oscura noche
—con nostalgia de vida entera—
alzada de la lumbre
de este continuo irnos que es vivir.

(Lo que deja de verse en el fulgor)

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Autor: Antonio Manilla. Título: Lo que deja de verse en el fulgor. Editorial: Pre-Textos. Venta: Todos tus libros.

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