Cómo hacer hablar a los muertos
Tras sobrevivir a la Primera Guerra Mundial, un hombre decide cambiar de identidad e iniciar una nueva vida. Acabará participando en la producción de la película Metropolis, de Fritz Lang, y recorriendo cámara en mano una Europa a punto de arder en llamas. En este Making Of, Daniel V. Villamediana habla de la chispa que... Leer más La entrada Cómo hacer hablar a los muertos aparece primero en Zenda.

Tras sobrevivir a la Primera Guerra Mundial, un hombre decide cambiar de identidad e iniciar una nueva vida. Acabará participando en la producción de la película Metropolis, de Fritz Lang, y recorriendo cámara en mano una Europa a punto de arder en llamas.
En este Making Of, Daniel V. Villamediana habla de la chispa que le llevó a escribir Las siete vidas de Max von Spiegel (Ediciones B).
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Las siete vidas de Max von Spiegel nació cuando imaginé al protagonista, Max, en las trincheras de la primera guerra mundial robando la ropa al cadáver de un soldado francés. Luego, cuando le hice hablar, porque el trabajo de escritura tiene algo de médium, de invocar a personajes que están en un más allá con el que a veces logamos contactar, supe que tenía voz, algo auténtico, y no le dejé escapar. Me interesaba además que mi personaje fuera un superviviente y un pícaro, alguien capaz de hacer cualquier cosa, que cambia de nombre y de identidad, de papel, en definitiva, para salir adelante. Buscaba que Max fuera como el propio cine y que cambiara de rol constantemente, en busca de nuevas aventuras, de nuevas imágenes. Porque esta es una novela sobre cine, una de las pocas que hay, extrañamente. Quería narrar la vida de un director de cine al tiempo que narraba la convulsa historia de Europa durante la primera mitad del siglo XX, y que Max participara no solo en hechos históricos, como la primera guerra mundial, el nazismo o la guerra civil española, sino que también viviera desde dentro cómo se hicieron algunas de las más grandes películas de este periodo, caso de Metrópolis (Fritz Lang, 1927), cuyo rodaje fue un trabajo faraónico, con decenas de miles de figurantes y decorados asombrosos. Algo que hoy en día no se podría hacer. Un arte en cierto modo perdido.
Mi idea era así seguir los pasos de Max y hacer una novela histórica y de aventuras, los géneros con los que me siento más a gusto. Ver cómo del lodo de las trincheras surgía un futuro famoso director de Hollywood. Pero todo eso solo fue posible gracias a un duro trabajo de investigación histórica, algo que puede convertirse en una obsesión, porque necesito conocer los detalles auténticos de cada período y lugar. Solo puedo imaginar a partir de ellos. Tardé mucho tiempo en entender cómo se rodaba en los míticos estudios de la UFA en Berlín, donde trabajaba Lang, maestro y antagonista de Max en la novela. Pero también cosas pequeñas, qué clase de alcohol bebían los obreros en los bares, cómo era una calle en el Berlín de 1922, en qué hotel, por ejemplo, se alojó Peter Lorre en París tras huir de la Alemania nazi para rodar con Hitchcock, sin saber una palaba de inglés, “El hombre que no sabía demasiado” en 1934 (luego él contaba que fue “El hombre que no sabía demasiado ingles”), etc etc. Pero cada detalle da pie a una nueva historia y, sobre todo, ayuda a crear imágenes, porque de eso se trataba la novela, de hacer ver ese pasado.
Así, lo que hice, fue introducir a mis personajes en un tiempo histórico y hacerles interactuar con personajes reales. Abro una brecha en la historia y me introduzco en ella, a veces incluso para cambiarla. También me interesaba describir este periodo de entreguerras porque fue cuando el cine americano se transformó por completo gracias al exilio de directores y actores alemanes, caso del propio Lang, Billy Wilder, Otto Preminguer, Robert Siodmack, Douglas Sirk, o actores como Peter Lorre y Marlene Dietrich. Gracias a ellos Hollywood cambió para siempre. Llevaron una estética expresionista a California, crearon el cine negro y consolidaron el cine clásico.
Durante su exilio, que se produjo en la década de los años treinta, la mayoría de ellos hicieron parada en París, también Max, pero en este caso quise que él, al igual que otros muchos técnicos alemanes de origen judío, acabara en Barcelona trabajando para productoras como Ibérica Films. Uno de estos técnicos fue Enrique Guerner (en realidad Heinrich Gärtner, ya que tuvo que cambiar de nombre para no ser perseguido), director de foto de origen judío de filmes como Marcelino pan y vino (1955). Un gran artista que se vio envuelto en la guerra civil y obligado a hacer documentales de propaganda para Franco (los mejores que se hicieron, por cierto, ya que en general los republicanos contaban con mejores cineastas). De esta forma, los hechos reales me permitieron crear una nueva trama para Max, aunque en su caso la situación fue más extrema, ya que se convertirá en el camarógrafo oficial de Franco El Pardo y se verá en vuelto en un complot para matarle. Y ahí es cuando la novela se convierte en una novela de espías. Porque como decía al comienzo, mi objetivo era que Max, al igual que el cine, cambiara de género y de identidad constantemente. Un viaje apasionante que le llevó a participar en clásicos como M. El vampiro del Düsserldorf (1931) y a rodar sus propios filmes de serie B en el soleado Hollywood. Aunque la oscuridad, el pasado, un despiadado asesino, no deje de perseguir a Max allá donde vaya.
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Autor: Daniel V. Villamediana. Título: Las siete vidas de Max von Spiegel. Editorial: Ediciones B. Venta: Todostuslibros.
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