Un fullero sin carácter

Sarah es una universitaria que conoce Eddie Felson, nuestro fullero. Más tarde hablamos de él. Empiezo revelando quién es Sarah. En esta historia Eddie no es nadie sin Sarah. De hecho, él, y muy pronto, en la página setenta y siete, “ya había esbozado un plan centrado en otra de las cosas que le interesaban... Leer más La entrada Un fullero sin carácter aparece primero en Zenda.

Mar 7, 2025 - 07:31
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Un fullero sin carácter

Nunca había conocido a un fullero como el que describe Walter Tevis en El buscavidas (Impedimenta, 2024). Y no creo que sea problema de la traducción de Juan Trejo, que me parece excepcional. Tampoco había conocido a una chica como Sarah, que sale con un libro en la mano siempre que tiene que abrir la puerta de su apartamento. Si por ella fuera, lo habría hecho con su máquina de escribir, pero el narrador de El buscavidas sabe cómo dosificar el peso de la tensión narrativa. ¡Hasta el creador de ese narrador, Walter Tevis, es un genio! Me ha quedado demostrado en esta ópera prima, joya del 59, que edita con el primor de siempre Impedimenta.

Sarah es una universitaria que conoce Eddie Felson, nuestro fullero. Más tarde hablamos de él. Empiezo revelando quién es Sarah. En esta historia Eddie no es nadie sin Sarah. De hecho, él, y muy pronto, en la página setenta y siete, “ya había esbozado un plan centrado en otra de las cosas que le interesaban en ese momento: la chica”. La chica no es una cosa, sino el contrapunto de esta historia que va a permitir al fullero brillar en El buscavidas como se merece. Y sin remedio, va a por ella en la página setenta y nueve: “Le gustaban las cerebritos y admiraba a la gente que leía libros”. Sarah le atrae, y sin lascivia, que es lo sano, en la ochenta y cinco ya la ha besado en la boca: “Has vuelto a ganar, Eddie”, le contesta la de la blusa de seda.

"Los diálogos, por ejemplo, reflejan de una manera muy sensorial la atmósfera de un salón de billar, donde el doble sentido, la frase corta y sin rodeos, desvela amenazas veladas, porcentajes de ganancia"

El buscavidas tiene una película homónima que he visto después de leer el libro. Para Boyero fue una de las películas de su vida. Para mí, su segunda parte es un bodrio, donde se revienta el argumento y la trama del libro original. Comprendes por qué Salinger nunca autorizó que llevasen al cine nada de lo que escribió. Qué genio. En la película, Paul Newman hace de Eddie Felson, un jugador de billar que se gana la vida embocando y cuya aspiración es buscar enfrentamientos con contrincantes cada vez más importantes y prestigiosos. Pero a Eddie le va mal. No se lo advirtió Aristóteles, pero fue este quien lo dejó escrito: “Un personaje debería ser aquel cuya mala fortuna le llegara por algún error o fragilidad”. A Eddie le sucede en las primeras páginas de El buscavidas justo lo que escribió Aristóteles, perder una importante partida contra un gordo llamado Gran John, o Gordo de Minnesota. Por ese error, que fue más bien de carácter, de temperamento, diría yo, a Eddie se le acopla Bert, que bebe leche. Y ya saben, “solo los mafiosos y los villanos beben leche”, dijo mi mujer cuando empezamos a ver la película. Bert, en realidad, es un mamporrero del billar, que gracias a esta junta con Eddie, conformará el motor de la historia, que no se apagará hasta que Eddie alcance su destino: regresar adonde perdió.

"Eddie Felson regresará a donde partió, pero transformado no solo por la vida, sino por la prosa directa, sin remilgos y llena de tensión que utiliza su autor"

El buscavidas es un viaje hacia la excelencia personal que se desarrollará mediante la búsqueda de la excelencia profesional, donde la obsesión que tiene el protagonista por el emboque, por el suave y perfecto golpe para meter la bola, hacen de esta novela un tratado de psicología del golpe y la bola de billar. Y por este motivo, el texto, desde el punto de vista formal, es también una virguería. Los diálogos, por ejemplo, reflejan de una manera muy sensorial la atmósfera de un salón de billar, donde el doble sentido, la frase corta y sin rodeos, desvela amenazas veladas, porcentajes de ganancia, deseos soterrados y hasta los cigarros, que, sostenidos en los labios, mamullan entren sí con cada ¡POW! producido por el choque de las bolas sobre la mesa de billar, o para estar en el ambiente, de pool. Las bajadas de registro, los ritmos rápidos, cortantes, insuflan a la trama la misma vivacidad y la explosividad que produce una gavilla de paja en un fuego fatuo, a punto de apagarse. Y no lo olviden: es una ópera prima escrita con 31 años.

Eddie Felson regresará a donde partió, pero transformado no solo por la vida, sino por la prosa directa, sin remilgos y llena de tensión que utiliza su autor, permitiéndonos, sin ningún esfuerzo, permanecer muy cerca de todas las páginas de El buscavidas: acariciando a Sarah, animando a Eddie, conversando con Bert y sabiendo que el significado de la palabra fullero será otro cuando se termine de leer e imaginar cómo se cubre con una funda gris de hule, después de la última partida, la mesa de pool protagonista indiscutible de toda la novela, después, eso sí, de que la punta del taco golpease la última bola blanca, que impactó contra la bola tres y la bola tres, roja y muda, rodara sobre el tapete verde, golpeando contra una banda, para rodar despacio hasta colarse en la tronera de la esquina. Este libro es una gran partida de literatura que animo a los lectores a embocar.

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Autor: Walter Tevis. Título: El buscavidas. Traducción: Juan Trejo. Editorial: Impedimenta. Venta: Todos tus libros.

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