Edgar Neville: en Bugatti en una España en alpargatas
Hijo de un comerciante inglés, que apenas llegó a conocer por su temprano óbito, heredó de su madre el título de conde de Berlanga del Duero. Su infancia fueron paseos con las criadas junto al Palacio Real, veranos en La Granja con el conde de Foxá, Biarritz, París, y estudios en el colegio de El... Leer más La entrada Edgar Neville: en Bugatti en una España en alpargatas aparece primero en Zenda.

Joven, guapo y con Bugatti, un raro ejemplar en medio de aquella España en alpargatas, así recuerda Manuel Vicent a Edgar Neville, ser maravilloso que sobrevivió al tiempo que le tocó vivir lo mejor que pudo, aun cuando no era el suyo.
Brillante, cosmopolita, ingenioso, amaba la vida por encima de todo. Un bon vivant de varonía imperiosa, como describiría Ruano su pasión por las mujeres, que casaría en 1925 con la malagueña Ángeles Rubio-Argüelles, poco después de darse cuenta de que la buena vida y la poesía, que ya ejercía, requerían de ingresos, motivo por el cual se enroló en el cuerpo diplomático unos años antes.
Por aquellas fechas viajaba frecuentemente a Málaga, donde entabló amistad con los poetas del 27 de la ciudad: Manuel Altolaguirre, Emilio Prados y José María Hinojosa, que posibilitaron la publicación de su primer libro en la Imprenta Sur bajo el título de Eva y Adán (1926). Eran también los tiempos de su amistad con Lorca, o con Dalí y Gala.
Destinado como tercer secretario en la embajada de Washington en 1928, rápido comprendió que el destino que le interesaba era Hollywood, donde su don de gentes y su título nobiliario le situaron en el centro de todas las fiestas. Cenaba con Douglas Fairbanks o con Mary Pickford y se hizo amigo de Charles Chaplin, consiguiendo de esta manera un contrato con la Metro Goldwyn Mayer como guionista para realizar las versiones hispanas de los estrenos estadounidenses. Pronto se llevó a los estudios hollywoodienses a toda una troupe española: José López Rubio, Eduardo Ugarte, Tono, Luis Buñuel y Enrique Jardiel Poncela… hasta que los cambios técnicos y la Guerra Civil acabaron con el sueño americano.
Regresó a España pocos días antes del estallido de la guerra, acompañado de su amante, la actriz Conchita Montes. Fiel a la República en los primeros momentos, con carné de la Izquierda Republicana de Azaña, acabó pasándose al bando franquista durante la contienda, no sin antes sufrir la depuración por parte de los nacionales y el encarcelamiento temporal de su novia. Filmaría desde entonces algunas de las batallas más decisivas, así como varios largometrajes de carácter propagandístico.
Tras la guerra dirigiría más de una treintena de películas, de diversos géneros, pero también cultivaría el articulismo, fundamentalmente en ABC, el teatro, la novela, la poesía e incluso la pintura. Destacaría por un humor no comprometido políticamente, desde el cual se reía de las costumbres de la sociedad burguesa y que se materializaría, además de en todas sus obras, en la revista de humor La Codorniz, sucesora de La Ametralladora, en la que coincidiría con Tono, Mingote y Mihura, “la otra Generación del 27”, junto a los ya mencionados Jardiel Poncela y López Rubio.
Durante la década de los años cuarenta destacó cultivando con igual maestría diversos géneros cinematográficos: el retrato realista con Café de París, el cine negro, con El crimen de la calle de Bordadores, o la adaptación de la novela Nada, de Carmen Laforet. Como protagonista de buena parte de sus películas estaba Conchita Montes, cuya unión artística fue muy fructífera.
Viviría más tarde entre Madrid y Marbella, donde incitado por Ricardo Soriano se construyó una casa que nombró “Malibú”, en recuerdo de su dorado paso por la meca del cine. Por el chalé, que habitaba junto a Conchita, atraídos por la personalidad del conde, pasaron artistas e intelectuales que ayudaron al despegue inicial de la Costa del Sol como destino turístico internacional.
Mientras, su esposa, Ángeles Rubio-Argüelles, de la que se separó poco antes de la guerra, pero con la que nunca cortó definitivamente los lazos, revolucionaba la escena cultural de la capital de la provincia fundando la compañía, y posterior teatro-escuela, ARA, en la que debutarían actores tan conocidos como Fiorella Faltoyano, Raúl Sénder, María Barranco o el mismísimo Antonio Banderas, que con su triunfo en Hollywood concluiría el camino iniciado por el matrimonio décadas antes.
Edgar Neville murió el 23 de abril de 1967, en primavera, según Antonio Mingote para no molestar a quienes asistieran al funeral, no sin antes proyectar el siguiente epitafio: “Aquí yace Edgar Neville, que al final se quedó en los huesos”, riéndose de la obesidad que le acompañó durante sus últimos años.
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BIBLIOGRAFÍA
Las 10 mejores películas de Edgar Neville
Buena parte de su filmografía en Flix Olé
Cuentos completos y relatos rescatados, Edgar Neville. Reino de Cordelia, 2018.
Una paella para Chaplin, Alfonso Vázquez. Reino de Cordelia, 2022.
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