A las ocho y cuarto del domingo, cuando las mulillas arrastraban al tercero de la tarde y los cariñosos pañuelos del intuible paisanaje de Navalón sobrevolaban los tendidos de la Maestranza, a uno se le vino el recuerdo del Domingo de Resurrección . ¿Parecían menos desfondados aquellos toros de Núñez del Cuvillo frente a los que había traído Ricardo Gallardo para su regreso a la Maestranza? Rotundamente sí. Porque tuvieron aquellos toros de Joaquín Núñez, al menos, franqueza en su forma y fondo. Sin bravuconadas y sin inercias; con otra fijeza y otro estilo. Empieza uno a escribir esta crónica a las 21.45 horas cuando en las tertulias del bar Taquilla, El Serranito o Antonio Romero entrarían a debatir los...
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