Ni dos metros sobre tierra
Aquí trabaja Dani Forcadell, en este laberinto de canales, lagunas y arrozales, entre patos, garzas y flamencos. Y mosquitos, mosquitos, muchos mosquitos. “En el delta no cuaja el turismo masivo”, dice. “Tenemos mosquitos, playas salvajes con corrientes y vendavales, sigue siendo un territorio bravo y eso nos libra de convertirnos en otro parque temático”. Contra... Leer más La entrada Ni dos metros sobre tierra aparece primero en Zenda.

Salimos pedaleando de casa y llegamos al fin del mundo. Aquí termina nuestro camino sin remedio, en la desembocadura del Ebro, en un terreno arenoso a punto de hundirse entre las aguas. En 2020 la borrasca Gloria sumergió durante días esta llanura de sedimentos que no pasa del metro y medio de altitud. Ni Ushuaia ni Nordkapp: no conozco un fin del mundo tan convincente como el delta del Ebro.
Aquí trabaja Dani Forcadell, en este laberinto de canales, lagunas y arrozales, entre patos, garzas y flamencos. Y mosquitos, mosquitos, muchos mosquitos. “En el delta no cuaja el turismo masivo”, dice. “Tenemos mosquitos, playas salvajes con corrientes y vendavales, sigue siendo un territorio bravo y eso nos libra de convertirnos en otro parque temático”. Contra el menosprecio a los pagesots, a los agricultores, Dani abandonó la ingeniería informática para dedicarse al arroz como su padre y su abuelo. No con la azada y el sombrero de paja, como creen muchos, sino con tractores de GPS y pala láser que nivelan el terreno al centímetro para que las plantas crezcan mejor y den más kilos por hectárea, con tecnología para erradicar malas hierbas y peores bichos sin arruinar el entorno. Enumera las angustias de febrero a noviembre —demasiada lluvia, demasiado calor, demasiado frío, viento seco, hongos, plagas de caracoles, acoso creciente del mar, que sube y se va comiendo el delta de manera evidente—, pero le brillan los ojos cuando fantasea con una temporada de circunstancias y decisiones perfectas. “Me rompo la cabeza para mejorar cada año esta tierra”, dice, con los pies descalzos en el fango y la cabeza a 1,75 metros. En esa vertical de su cuerpo le cabe el delta entero.
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