La arqueología emocional de eso que no se dice
Esta es la cuarta entrega de la saga protagonizada por la familia de Detectives Hernández, ambientada en el barrio de Sant Andreu, en Barcelona. Cada novela ha sido un ejercicio singular dentro del género. En Un asunto demasiado familiar (2019), Ribas presentó a la familia encabezada por Mateo Hernández como un microcosmos emocional, atravesado por... Leer más La entrada La arqueología emocional de eso que no se dice aparece primero en Zenda.

Volver a un lugar es un punto de partida reconocible en la literatura: el viaje al origen como dispositivo para hurgar en las capas profundas del pasado. No obstante, en Los viejos amores (Tusquets), Rosa Ribas, una de las mejores exponentes en español del género, subvierte la fórmula. Aquí no hay catarsis ni redención, sino un descenso incómodo a las zonas más turbias de la memoria, donde el afecto se mezcla con el reproche y la identidad se deshilacha al contacto con lo que se ha querido olvidar.
El detonante es una muerte por causas naturales. Ha fallecido una vecina del barrio, al parecer arruinada, una mujer que ha estado “vinculada” con un viejo admirador que contactó con ella por internet. El hijo de la fallecida contrata a los Hernández a pesar de la resistencia de su hermana. Un sospechoso sin cara, su “novio en internet” que ha vaciado las cuentas de la finada, pone a prueba el equilibrio de los miembros de la agencia.
Este contexto, lejos de ser el motor principal de la novela, sirve de pretexto para indagar en los estratos emocionales de los personajes. El peso de la pérdida de Marc, hijo de Mateo, asesinado en una entrega anterior en el marco de una investigación de una red de prostitución de menores, sigue gravitando sobre todos, en especial sobre Lola, quien llevó a cabo una venganza que dejó cicatrices éticas y afectivas en la familia. El correlato de esa muerte vengada sobre cuyas pistas está Joan Marín, un detective, será un punto de tensión de la novela, sembrando diferencias entre los Hernández. En esta nueva entrega, sin embargo, todos han vuelto a la agencia: “Todos más curtidos. Mateo, con sesenta y dos años, también algo más baqueteado. Desde el entierro de Marc, Lola no había ido a ninguno más. ¿Por qué hoy sí?”.
La escritura de Ribas se vuelve aquí más contenida que nunca. Elige la elipsis, la sugerencia, el espacio entre palabras. Su prosa limpia rehúye el efectismo y se apoya en los silencios: lo que no se dice adquiere el poder de lo irrefutable. Leer el texto es practicar una lectura activa, casi detectivesca, tanto para resolver la intriga como para descifrar el tejido emocional que une —y desgarra— a sus personajes.
Un acierto es la incorporación de elementos contemporáneos como el cibercrimen, que aparece sin desentonar con la trama íntima, todo lo contrario. Más que un guiño a la actualidad, Ribas muestra a través de un personaje clave cómo las amenazas modernas, como el engaño en las redes sociales, también anida en los entornos más cercanos, contaminando la cotidianidad del barrio y reforzando la fragilidad del componente emocional. La autora ha reconocido que ha querido mostrar la cara más humana y perversa de las llamadas “estafas del amor en línea”. Aquí las víctimas son aquellas que transitan su tercera edad en soledad, crédulas de las promesas virtuales, usualmente ridiculizadas en este tipo de embustes emocionales.
El conflicto familiar se presenta como un núcleo narrativo poderoso, sin maniqueísmos ni lugares comunes. También la noción de pertenencia —esa pregunta persistente sobre qué significa “volver a casa”— aparece tratada con hondura y ambigüedad. Aquí, la memoria afectiva no funciona como evocación nostálgica, sino como campo de batalla. No hay reconciliación fácil, ni idealización del pasado: sólo una búsqueda de sentido entre ruinas emocionales. Por otro lado, la trama de la pesquisa de los Hernández para descubrir a otras víctimas de estafas en línea y al principal involucrado y su estructura de cómplices tiene los recursos propios que han puesto a la autora entre las elegidas del género.
Lo menos interesante de la novela es cierta navegación en zona de confort narrativa en algunos tramos, donde la introspección amenaza con diluir el ritmo. Son, sin embargo, desvíos menores, fácilmente compensados por la riqueza atmosférica y la profundidad psicológica de los personajes reconocibles de la saga.
Los viejos amores puede considerarse un texto digno de su antecesora, con una ambición incluso mayor. Ribas confirma su coraje narrativo al alejarse de los artificios del género para explorar lo opaco, lo humano, lo quebrado. Es un libro que no grita, susurra, y en ese murmullo resuenan verdades difíciles de nombrar. Especialmente para quienes alguna vez volvieron a un lugar sabiendo que ya no serían bienvenidos.
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Autora: Rosa Ribas. Título: Los viejos amores. Editorial: Tusquets. Venta: Todostuslibros.
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