Joaquín Prat se rompe en directo al tener que dar la noticia del fallecimiento de su amigo
Joaquín Prat hijo: rigor y sensibilidad ante la cámara. Joaquín Prat hijo se ha consolidado como una de las figuras más reconocibles de la televisión matinal en España. Con una trayectoria sólida y una naturalidad que le ha ganado el cariño del público, ha sabido ganarse su sitio sin depender de su apellido. Hijo del ... Leer más

Joaquín Prat hijo: rigor y sensibilidad ante la cámara.
Joaquín Prat hijo se ha consolidado como una de las figuras más reconocibles de la televisión matinal en España. Con una trayectoria sólida y una naturalidad que le ha ganado el cariño del público, ha sabido ganarse su sitio sin depender de su apellido. Hijo del mítico locutor Joaquín Prat, ha labrado su propio camino con un estilo directo, empático y profesional.
Actualmente, al frente de Vamos a ver en Telecinco, Prat demuestra a diario su capacidad para moverse entre el entretenimiento y la información con solvencia. Su perfil se ha fortalecido especialmente en momentos de tensión o noticias delicadas, cuando su tono mesurado y humano aporta una dosis necesaria de autenticidad en la televisión en directo.
El valor de informar cuando duele.
Este lunes 5 de mayo, su profesionalidad volvió a ponerse a prueba con una noticia que no solo era difícil por su contenido, sino por su carga emocional. La repentina muerte de Carlos Bañares, auxiliar de plató en El programa de AR y Vamos a ver, marcó la jornada con un silencio denso y sentido. Joaquín Prat tuvo que informar sobre la pérdida de un compañero cercano, alguien con quien compartía la cotidianidad del plató desde hacía años.
El presentador no eludió la emoción ni se escudó en guiones: «Hoy no es un programa fácil para ninguno de los que participamos… Hoy nos falta una pieza maravillosa de este puzzle, que es nuestro Charlie». Sus palabras no solo mostraban el vacío que deja Carlos, sino también la gratitud hacia los profesionales que, como él, trabajan alejados del foco. «Somos cuatro gatos los que hacemos la tele que ustedes ven. Luego hay muchos, igual o más importantes, detrás de las cámaras», añadió, visiblemente afectado.
Una despedida con el corazón en la mano.
Lejos de dramatismos impostados, Prat cerró su homenaje con un compromiso emocional y profesional: «Le vamos a echar mucho de menos. Hoy vamos a tirar de tópico, la vida sigue, así que vamos a hacer el programa como podamos, o como le hubiese gustado a él que siguiésemos haciendo. Se lo vamos a dedicar a él». Palabras sencillas, pero cargadas de verdad, que resumían el sentir de un equipo golpeado por la pérdida.
Patricia Pardo, copresentadora del programa, también tomó la palabra antes de iniciar su sección. «Luz y progreso para el alma de nuestro compañero», dijo en un tono sereno y conmovedor. «Formaba parte de nuestra familia. Llevaba tanto tiempo con nosotros que era uno más». El estudio se convirtió así en un espacio de luto compartido, en el que cada gesto y cada palabra tenían un peso especial.
El adiós a un rostro invisible, pero esencial.
«Por supuesto, un abrazo enorme a toda la gente que lo va a echar de menos a partir de ahora. Nosotros también lo vamos a hacer», remataba la gallega, visiblemente emocionada. El momento fue breve pero contundente, un testimonio sincero de cómo la televisión, por detrás del espectáculo, está hecha de vínculos humanos.
En El programa de AR, Ana Rosa Quintana también dedicó unos minutos a despedir a Carlos, con la voz quebrada y la mirada fija en cámara. «Carlos llevaba trabajando en Telecinco 18 años, 15 de ellos aquí, en este programa. Era un vallecano orgulloso de su barrio, un hombre atento, un buen compañero. Siempre que podía nos traía miel de su pueblo, Piedralaves, en Ávila», recordó. Sus palabras dibujaban el retrato de alguien querido no por su puesto, sino por su manera de estar.
Un homenaje que trasciende la pantalla.
«Queremos dar el pésame a la madre, el hermano, la hermana y los amigos de nuestro compañero… Carlos, compañero, vuela alto. Hasta siempre», sentenció Ana Rosa, visiblemente tocada, en un gesto que rompía con la habitual frialdad del directo. Carlos Bañares, con su presencia discreta pero constante, se había convertido en parte del alma de los programas que ayudaba a construir cada día.
La televisión, tantas veces criticada por su superficialidad, se detuvo hoy para honrar a uno de los suyos. Lo que se vivió en la franja matinal de Telecinco no fue solo una despedida profesional, sino un verdadero duelo compartido entre compañeros que, en muchos casos, conviven más entre ellos que con sus propias familias.
La capilla ardiente ya ha sido abierta, y por ella pasarán muchos de quienes lo conocieron y lo quisieron. Carlos ya no estará entre cámaras, pero su recuerdo resonará en cada jornada que arranque con una mirada al plató. Porque este lunes, por un instante, la televisión dejó de hablar de sí misma para hablar de la vida que ocurre cuando nadie graba. ¿Te gustaría que este artículo tuviera también un título llamativo o te gustaría mantenerlo como está?