La era del biourbanismo
La crisis climática exige una nueva manera de pensar el diseño de los núcleos urbanos. Una manera que considere a las ciudades como parte de la naturaleza y no como fortificaciones aisladas. La entrada La era del biourbanismo se publicó primero en Ethic.

«Como especie, no nos consideramos parte de la naturaleza, sino por encima de ella. Este distanciamiento psicológico prepara el terreno para que tratemos el entorno natural como un recurso, en lugar de como un hogar que sustenta la vida en la Tierra», sostiene el arquitecto y urbanista Adrian McGregor en su obra Biourbanismo, ciudades como naturaleza. Esto ha llevado a que las ciudades se diseñen como construcciones desconectadas de la naturaleza, lo que tiene consecuencias para sus habitantes y los ecosistemas.
«Una vez que se construye una ciudad, su estructura física y patrones de uso del suelo pueden permanecer durante generaciones, dando lugar a una expansión insostenible. El aumento del uso del suelo urbano supera el crecimiento de la población hasta en un 50%; para 2030, esto puede añadir al mundo hasta 1,2 millones de km² de nueva superficie construida. Esa expansión ejerce presión sobre la tierra y los recursos naturales, lo que produce resultados indeseables: las ciudades son responsables de dos tercios del consumo mundial de energía y de más del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero», señala el Banco Mundial.
Más de la mitad de los seres humanos viven en ciudades y la tendencia no hace más que ir en aumento. Se espera que, para 2050, siete de cada diez personas vivan en las urbes. Por eso, son clave en la lucha contra el cambio climático: a medida que crecen, aumentan su exposición a riesgos climáticos y desastres naturales.
Las ciudades son responsables de dos tercios del consumo mundial de energía
De cara a esto, McGregor propone el biourbanismo como un modelo que considera la ciudad como parte de la naturaleza y que integra sus recursos en la creación de infraestructuras y en la planificación urbana. Como afirma el arquitecto, puede que el diseño de las ciudades haya sido parte del problema de la crisis climática, pero también en ellas está una posible solución.
«Imaginemos una biociudad en la que la impresión en 3D no tóxica de productos dentro del barrio elimine la necesidad de grandes zonas industriales, en la que la entrega autónoma de mercancías fuera de las horas punta signifique que las calles ya no estén atascadas de camiones, liberándolas para un transporte público eficiente. Imaginemos biociudades en las que los edificios sean estructuras vivas que respiran, alimentadas por células solares integradas en los materiales de construcción, sus exteriores cubiertos de plantas, y donde los árboles, los ríos y los arroyos tengan derecho legal a existir y florecer al igual que el Homo sapiens», dice McGregor.
Tal como explica el Banco Mundial, «dado que más del 80 % del producto interno bruto (PIB) mundial se genera en las ciudades, si la urbanización se gestiona adecuadamente, puede contribuir al crecimiento sostenible gracias al aumento de la productividad y la innovación».
Para repensar las ciudades, McGregor señala que el diseño urbano deberá contar con diez factores que actúan de manera integrada: ciudadanos, comida, paisaje, residuos, agua, economía, energía, infraestructura, movilidad y tecnología. Es decir, no deberían adoptarse decisiones en alguno de esos puntos que puedan perjudicar al resto. En definitiva, el biourbanismo es una manera de aplicar las estrategias de la economía circular al diseño de las ciudades, integrando además el ecosistema natural en la propia configuración de las metrópolis. De esta manera, la naturaleza juega un papel central en el diseño de los núcleos urbanos.
La ciencia cada vez es más contundente a la hora de afirmar que la infraestructura verde es fundamental para mejorar la calidad de vida de los habitantes, especialmente como reguladora de la temperatura durante los momentos de más calor. Así, según señala Juan Palop, urbanista y director de LPA Studio, se puede concluir que, en esta nueva era de biourbanismo, «la ecología es la nueva ingeniería».
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