«Garantizar el ‘derecho al tiempo’ es una cuestión de justicia»
Si en algo parece haber consenso hoy en día es que el tiempo siempre falta. Como si estuviera destinada a escasear, parece que la cantidad de horas que tenemos al día nunca es suficiente. «No deja de ser curioso —afirma el físico Stefan Klein— porque, midiéndolo en horas y años, somos más ricos de lo que nunca lo había sido antes el ser humano; a ninguna generación se le había concedido tanto tiempo libre y una esperanza de vida tan elevada». Entonces, ¿por qué la sensación de permanente escasez del tiempo? ¿Por qué son precisamente las situaciones desagradables y tediosas […] La entrada «Garantizar el ‘derecho al tiempo’ es una cuestión de justicia» se publicó primero en Ethic.

Si en algo parece haber consenso hoy en día es que el tiempo siempre falta. Como si estuviera destinada a escasear, parece que la cantidad de horas que tenemos al día nunca es suficiente. «No deja de ser curioso —afirma el físico Stefan Klein— porque, midiéndolo en horas y años, somos más ricos de lo que nunca lo había sido antes el ser humano; a ninguna generación se le había concedido tanto tiempo libre y una esperanza de vida tan elevada». Entonces, ¿por qué la sensación de permanente escasez del tiempo? ¿Por qué son precisamente las situaciones desagradables y tediosas las que transcurren más lentamente y, por el contrario, por qué los momentos alegres pasan de manera fugaz? En su libro ‘El tiempo’ (Península), Klein se adentra en estas y otras cuestiones de lo que él mismo llama «nuestro bien más escaso».
Henri Bergson decía que existe, por un lado, el tiempo de los relojes y, por otro lado, el tiempo de la conciencia. ¿Por qué es importante entender que cada persona tiene su propio «tiempo interno», una cronobiología particular?
Porque los ritmos biológicos humanos varían mucho, y el cronotipo de cada persona, que es determinado genéticamente, influye en el sueño, el estado de alerta y la concentración. Entonces, cuando las normas sociales ignoran estas diferencias básicas, el desajuste resultante suele provocar fatiga, problemas de salud y una disminución de la productividad.
«Una economía basada en el conocimiento y la creatividad requiere cierto grado de ensoñación»
Al respecto de la fatiga y la productividad, hoy en día es más que común escuchar por todos lados el «no tengo tiempo». ¿Por qué no tener tiempo, estar permanentemente ocupados, se ve ahora como un símbolo de estatus? ¿Como algo no solo digno de admiración sino además deseable a nivel individual?
En la cultura capitalista contemporánea, la actividad constante se ha convertido en un indicador de importancia y éxito. Esta percepción se ve reforzada por unas expectativas sociales arraigadas en las tradiciones puritanas, donde la ociosidad se consideraba un vicio y la productividad, un bien moral. Incluso hoy en día la culpa y el autojuicio suelen acompañar a cualquier momento que se perciba como «desperdiciado». Sin embargo, aunque la actividad constante pudo haber sido un sustituto de la productividad en los inicios del capitalismo, ya no lo es. Una economía basada en el conocimiento y la creatividad requiere un cierto grado de ensoñación: tiempos muertos en los que los seres humanos puedan procesar y contextualizar la información.
El aburrimiento alarga el tiempo; la felicidad, lo acorta. ¿Por qué nuestro estado de ánimo cambia la forma como el cerebro percibe el paso de las horas? O, mejor, retomo una pregunta que usted mismo plantea: ¿por qué el camino de vuelta siempre es más corto?
Aunque nuestros cuerpos se rigen por relojes biológicos precisos, en la mayoría de los casos somos incapaces de interpretarlos directamente. Nuestra noción del tiempo se construye a partir de señales indirectas, como la información que es procesada o recordada. Los estados emocionales afectan mucho al modo en que el cerebro procesa estas señales. Estos indicios también explican la sensación de que los viajes de vuelta son más cortos, ya que la mente comprime las secuencias familiares, haciendo que parezcan pasar más rápido en retrospectiva.
«La memoria no funciona como una película; se parece más a una biblioteca»
Al fin y al cabo, «el cerebro es una máquina del tiempo». ¿Cómo procesan nuestros cerebros el pasado y el futuro y por qué a veces la mente fusiona eventos que están separados temporalmente?
La memoria no funciona como una película que sigue una cronología lineal. Se parece más a una biblioteca, donde los volúmenes se organizan por temas. El recuerdo y la anticipación se reimaginan continuamente, difuminando los límites entre el ahora, el entonces y el después. Esta fluidez permite el reconocimiento, la creatividad y el aprendizaje, pero también provoca la fusión de acontecimientos que en realidad ocurrieron muy lejos en el tiempo.
Por otro lado, usted explica que las pantallas funcionan actualmente como «máquinas de destrucción del tiempo». ¿Cómo hacerles frente a esos «ladrones del tiempo»?
Las pantallas y los dispositivos digitales fragmentan la atención y erosionan la conciencia temporal. Así, arrastran a la gente a un consumo pasivo que «roba» tiempo. Una resistencia eficaz frente a esta situación implica establecer límites intencionados, redescubrir actividades significativas offline y utilizar los dispositivos de forma consciente.
«Necesitamos dedicarle tiempo a una cierta inactividad reparadora»
Y es que asistimos a lo que el escritor Robert Colville llama la Gran Aceleración. ¿Qué hacer frente a ese «virus de la velocidad» que, según sostiene usted, ha infectado a todo el mundo?
El ritmo implacable de la vida moderna, esa Gran Aceleración, requiere estrategias deliberadas para reducir la velocidad. Necesitamos fomentar la conciencia del momento presente, así como dedicarle tiempo a una cierta inactividad reparadora.
Finalmente, ¿por qué es tan importante legislar sobre políticas que garanticen el «derecho al tiempo»?
Garantizar el «derecho al tiempo» es fundamentalmente una cuestión de justicia. Sin él, las personas carecen de autonomía y se limitan a servir a las demandas externas. La falta de control sobre el propio tiempo refleja desigualdades más amplias. Un horario justo, un descanso suficiente y el equilibrio entre la vida laboral y personal ayudan a promover la dignidad, la salud y la participación igualitaria para todos.
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