Paraliza ‘First Dates’ para hacerle una pregunta ofensiva a su cita, y su respuesta es maravillosa: «No quiero ofender a nadie, pero…»
El amor sigue teniendo cita en televisión. Pocas fórmulas televisivas han logrado mantenerse tan frescas y queridas como First Dates. El programa de Cuatro, presentado por el carismático Carlos Sobera y la estilosa Laura Boado, continúa reinventándose en cada emisión. Con más de ocho temporadas a sus espaldas, el restaurante del amor sigue abriendo sus ... Leer más

El amor sigue teniendo cita en televisión.
Pocas fórmulas televisivas han logrado mantenerse tan frescas y queridas como First Dates. El programa de Cuatro, presentado por el carismático Carlos Sobera y la estilosa Laura Boado, continúa reinventándose en cada emisión. Con más de ocho temporadas a sus espaldas, el restaurante del amor sigue abriendo sus puertas cada noche para reunir a desconocidos con un objetivo común: encontrar pareja.
Cada episodio es una ventana a historias únicas que combinan humor, ternura y momentos tan incómodos como auténticos. Su éxito no radica solo en el formato, sino en los personajes que se sientan a la mesa: gente real con expectativas, miedos, rarezas y ganas de ser escuchada. Y ese es el encanto de First Dates, que no busca la perfección, sino la verdad emocional.
Este martes 29 de abril, el espacio presentó a Francisca, una auxiliar de enfermería de 64 años que viajó desde Murcia para dejarse sorprender por el destino. “Pienso que todo en la vida tiene remedio”, decía con serenidad. Su actitud positiva se debía en parte a una experiencia difícil: “Pasé el Covid tres veces por mi trabajo… He perdido el 40% de la audición… Para mí no supone ningún trauma ni ningún impedimento para realizar mi día a día”.
Un encuentro con más sombras que luces.
Francisca se definía como resiliente, optimista y con ganas de encontrar un «príncipe azul». Su cita fue Juan, un recepcionista jubilado de 71 años, también murciano, que no tardó en hablar con entusiasmo de su prótesis capilar “indetectable”. “No es el clásico peluquín que te lo quitas para dormir. Yo eso no me lo pondría jamás, es patético”, aseguraba entre risas.
Aunque ambos llegaron con ilusión, las expectativas se desinflaron en cuanto se vieron. “No me ha gustado el físico”, confesó ella sin rodeos. Él, por su parte, no se quedó corto: “Yo me veo mejor que ella físicamente, quizás también por el pelo que llevo”. A pesar de las dudas iniciales, decidieron continuar la cena con la esperanza de encontrar alguna conexión.
Durante la conversación, Francisca habló de su trabajo actual y de lo que le queda para la jubilación, mientras Juan sorprendía con su extensa trayectoria laboral. “Yo te puedo regalar, tengo 75 años cotizados. He estado toda mi vida pluriempleado en dos trabajos”. Un dato que desconcertó a Francisca, que se preguntaba cómo era posible haber empezado a cotizar antes incluso de nacer.
El pelo, la edad y otras barreras invisibles.
Lo que más chocó a Francisca fue enterarse de que Juan había salido con una mujer 16 años menor. “¡Ya tenía ganas de hombre!”, exclamaba, incrédula. Aunque intentaba mantener la conversación, no podía quitarse una duda de la cabeza: “No quiero ofender a nadie, pero tengo la sensación de que lleva peluquín… A lo mejor es su pelo, pero me ha dado la sensación de que lleva porque tiene complejo”.
Mientras tanto, Juan se mostraba cada vez más incómodo con la dinámica de la cita. El hecho de tener que elevar la voz por el problema de audición de su acompañante lo sacó de quicio: “Me ha dado vergüenza molestar a las mesas de alrededor… Hablar en voz alta es algo agotador”. Ambos intuían que la cita no acabaría en final feliz.
Las diferencias entre ambos eran ya insalvables cuando Francisca reveló que, en el plano íntimo, necesitaba a alguien con más energía. La química brillaba por su ausencia y la soltera no tenía reparos en decirlo. Él tampoco parecía dispuesto a disimular su decepción con la experiencia.
Una despedida con tirón de pelo (literal).
Antes de tomar la decisión final, Francisca lanzó una última y directa pregunta que dejó helado a su interlocutor: “¿Es tu pelo? Para la edad que tienes te veo mucho pelo”. Juan, lejos de ofenderse, respondió con serenidad: “Sí y no. Es una cosa natural y artificial. No es un peluquín, no se quita. Me puedes pegar un tirón que no lo vas a arrancar”. Y con esa aclaración, ambos descartaban repetir la experiencia.
A pesar de lo tensa que fue la velada, la audiencia no tardó en reaccionar en redes sociales con humor y cierto cariño hacia la espontaneidad de Francisca. Muchos aplaudieron su franqueza, otros defendieron la dignidad con la que Juan supo responder a preguntas incómodas. Pero si algo quedó claro es que First Dates sigue ofreciendo momentos televisivos imposibles de guionar.