Problemas para Telecinco: Piden el boicot a ‘Supervivientes’ por lo que han permitido hacer a Pelayo Díaz

Problemas para la cadena. En los concursos de supervivencia, el ecuador del juego marca un punto de inflexión. Es cuando las máscaras empiezan a caerse, los vínculos se profundizan o se resquebrajan, y los concursantes dejan de ser desconocidos para convertirse en aliados incómodos o rivales abiertos. En esta etapa, los roces se multiplican y ... Leer más

Apr 30, 2025 - 16:30
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Problemas para Telecinco: Piden el boicot a ‘Supervivientes’ por lo que han permitido hacer a Pelayo Díaz

Problemas para la cadena.

En los concursos de supervivencia, el ecuador del juego marca un punto de inflexión. Es cuando las máscaras empiezan a caerse, los vínculos se profundizan o se resquebrajan, y los concursantes dejan de ser desconocidos para convertirse en aliados incómodos o rivales abiertos. En esta etapa, los roces se multiplican y la tensión se instala como un habitante más del campamento.

No solo pesan los días sin descanso ni comida abundante, también comienza a hacerse evidente quién tiene tirón fuera. Las pistas llegan a través de los salvados por la audiencia o de los comentarios en plató, y eso alimenta las inseguridades y las estrategias. Lo que antes eran bromas compartidas ahora son silencios sospechosos y miradas que dicen más que las palabras.

‘Supervivientes’, con su mezcla de espectáculo y desgaste emocional extremo, alcanza en este punto su clímax dramático. La lucha ya no es solo contra el hambre o el cansancio, sino contra el propio grupo, que a estas alturas funciona como una olla a presión. La edición de 2025 no es la excepción, y esta semana lo ha demostrado con creces.

Una prueba tan espectacular como peligrosa.

Durante la última gala de Tierra de Nadie, los concursantes se enfrentaron a uno de los retos más exigentes hasta ahora. El objetivo era levantar una torre compuesta por múltiples piezas mientras simulaban un acueducto humano. El premio, que parecía trivial —chocolate con churros—, se convirtió en un motor de riesgo físico desmedido.

La escena más impactante se vivió cuando los integrantes de Playa Calma tuvieron que montarse unos sobre otros para alcanzar la cima de su construcción improvisada. El estilista Pelayo Díaz sufrió una caída estrepitosa que paralizó tanto a sus compañeros como a los espectadores. La estructura humana colapsó en segundos, dejando al concursante asturiano tendido en el suelo, tras recibir un fuerte golpe.

Lejos de rendirse, Pelayo intentó reincorporarse y seguir en la prueba, pero el segundo impacto fue definitivo. Aunque la torre se mantuvo en pie el tiempo suficiente para cumplir el objetivo, la imagen de Díaz abatido eclipsó cualquier celebración. La tensión se convirtió en preocupación.

Una sonrisa que no borra el susto.

Los servicios médicos del programa actuaron con rapidez y, tras valorar su estado, determinaron que Pelayo no había sufrido lesiones de gravedad. A los pocos minutos, el concursante reapareció en pantalla con una sonrisa tranquilizadora que intentaba minimizar el incidente. Aun así, la inquietud quedó flotando tanto entre sus compañeros como entre los espectadores.

La recompensa, finalmente, fue otorgada al equipo rival, Playa Furia. Sin embargo, en un gesto conciliador, la organización decidió compartir el premio con Playa Calma, reconociendo el esfuerzo y la peligrosidad del reto que habían afrontado. Una decisión que no apaga el debate sobre los límites del formato.

Y es que muchos en redes sociales han comenzado a cuestionarse si realmente vale la pena empujar a los concursantes hasta este extremo. Las imágenes del accidente de Pelayo han avivado las críticas hacia el programa, que ya ha sido acusado en otras ocasiones de anteponer el espectáculo a la seguridad.

Cuestión de límites.

La polémica no ha tardado en encenderse. Numerosos usuarios han llegado a pedir directamente un boicot al programa, denunciando que este tipo de dinámicas rozan la imprudencia. La integridad física de los concursantes, afirman, no puede sacrificarse por subir la tensión dramática de una gala o por obtener mejores cifras de audiencia. La pregunta sigue en el aire: ¿hasta dónde estamos dispuestos a mirar por entretenernos?