Tarzán: Señor de la Jungla

Recopilación de la primera parte de la serie del señor de la jungla creado por Edgar Rice Burroughs en la casa de las ideas.

May 5, 2025 - 20:55
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Tarzán: Señor de la Jungla
 


Edición original: Marvel Comics – junio 1977 – enero 1979
Edición España: Dolmen Editorial – diciembre 2024
Guión: Roy Thomas, David Kraft, Bill Mantlo
Dibujo: John Buscema, Sal Buscema
Entintado: John Buscema, Tony DeZúñiga, Rudy Mesina, Alfredo Alcalá, New York Tribe, Neal Adams, Klaus Janson, Bob Hall, Rudy Nebres, Jim Mooney, Pablo Marcos
Portada: John Buscema
Precio: 49,90 € (tomo en tapa dura de 432 páginas)

 

Prólogo: En la jungla él nació y a sus padres nunca conoció.

De todos los héroes surgidos del rico magín del prolífico Edgar Rice Burroughs el más popular de todos es con toda seguridad Tarzán, el señor de la jungla. Desde su aparición en 1912 en las páginas de la revista All Story Magazine el hombre-mono por antonomasia ha protagonizado películas, series de televisión, videojuegos y, por supuesto, tebeos. Don Edgar era un experto en la redacción de trepidantes historias de aventuras con héroes bizarros, gallardas heroínas y escenarios exóticos, siendo sus trabajos fuente de inspiración para franquicias sumamente rentables como Star Wars. Personajes como John Carter de Marte, Carson de Venus o David Innes de Pellucidar son ejemplos del talento de un caballero cuya prolífica producción literaria ha dado horas de diversión a varias generaciones de lectores. Sin embargo, hay que decir que ninguna de sus creaciones ha alcanzado la icónica condición de un arquetipo de la cultura popular. La premisa de un ser humano criado en la selva por una particular tribu de primates y que se mueve entre el mundo civilizado de su especie y el salvaje de su crianza siendo un cazador con la pátina de un aristócrata ha sido la inspiración para personajes surgidos directamente en los tebeos -como Ka-Zar- o parodias -como George de la Jungla-. Los distintos medios en los que John Clayton II se ha movido liana en mano han dado lugar a su vez a distintas versiones, que van desde la no muy espabilada de Johnny Weissmüller -«yo, Tarzán; tú, Jane»- hasta la más simiesca de Christopher Lambert. La fidelidad al original ha sido variable, pero de una forma u otra, el señor de la jungla ha llegado hasta nuestros días con el potencial de ser empleado en alguna que otra empresa de la industria del entretenimiento. Con semejante robustez, no resulta extraño que en Marvel se fijaran en el personaje y decidieran hacerse con los derechos para sacar su versión en viñetas.

De liana en liana (editorialmente hablando).

En la década de los setenta del siglo pasado, la casa de las ideas estaba haciéndose con los derechos para adaptar a los tebeos de diversos personajes provenientes de las novelas de a duro. La creación de Robert E. Howard Conan de Cimeria vino a cimentar una escudería sustentada en un único personaje durante casi treinta años; el Doctor Fu Manchú de Sax Rohmer fue la inesperada piedra angular de las exitosas peripecias de Shang Chi. Fuera de esta literatura impresa en papel El Elefante, cuentan las crónicas que los tebeos de Star Wars salvaron a Marvel de la ruina económica. Así las cosas, no resulta extraño que siguieran probando suerte, como seguirían haciéndolo durante la década siguiente con los juguetes de moda. Tampoco resulta extraño que volvieran su mirada hacia un material que no era precisamente nuevo en el campo de la viñeta y que había contado con aportaciones de artistas de la talla de Hal Foster, Burne Hogarth o Russ Manning. Cuando Marvel decide hacerse con los derechos de Tarzán, el personaje lleva viviendo aventuras de papel y tinta por casi cincuenta años. Su estancia en la casa de las ideas será sensiblemente más corta.

La adquisición de los derechos por parte de la casa de las ideas vino precedida de una estancia de cinco años en la distinguida competencia. A su vez, el Tarzán deceero continuaba la numeración de las publicaciones de otra editorial, Gold Key. En definitiva, Lord Greystoke distaba mucho de ser un desconocido en el mundo del tebeo.

Un inicio in medias res.

Así como en DC tomaron la decisión de continuar la numeración de su predecesora, Marvel optó por un nuevo inicio en la numeración, pero se guardó mucho de hacer lo propio con el contenido del nuevo tebeo. El periplo tarzanesco marveliano se inicia con el personaje protagonista bien aposentado como hombre entre dos mundos. Como John Clayton ha reclamado el legado de sus progenitores y asumido el título de Lord Greystoke. Como Tarzán sigue siendo el señor de una jungla situada en el África central, en un tiempo en el que todavía hay amplias zonas del globo virtualmente inexploradas. Jane Porter es ya su esposa

El mundo o, mejor dicho, los mundos de Burroughs están todavía llenos de misterios y maravillas. Civilizaciones ocultas como la mítica Opar que son vestigios de otro tiempo; animales fantásticos cuyos atavismos reflejan la evolución de criaturas que se consideraban extintas. No hay que olvidar que junto a Tarzán venía buena parte del paquete burroughsiano (con perdón) lo que determinó la salida de un tebeo dedicado a John Carter y sus andanzas marcianas y el hecho de que Greystoke se diera en la segunda de las historias largas recopiladas en este tomo, un paseo por Pellucidar, el mundo intraterrestre donde su hermano literario David Innes hacía de las suyas. Buenos mimbres para hacer un buen cesto.

La casa de las ideas decidió apostar sobre seguro y hacer el encargo a un equipo creativo que ya se había destacado poco antes en otra adaptación pulpera, la de Conan de Cimmeria. Roy Thomas fue el artífice literario del éxito tebeístico del bárbaro arquetípico y si bien fue Barry Windsor-Smith quien diera la primera versión gráfica del personaje en Marvel, John Buscema se ha erigido para una parte de la parroquia lectora en el responsable de la imagen icónica del adusto cimmerio. El discípulo aventajado de Stan Lee y el gran John volvían a reunirse para ver si podían repetir la exitosa jugada. Viendo el asunto con la perspectiva que da medio siglo de distancia, hay que decir que sí y no.

Empezando por la parte del no, hay que indicar que la etapa marveliana de los hijos de Burroughs no fue muy duradera. Ni Tarzán ni John Carter llegaron a completar tres años de sus respectivas colecciones, quizá por el hecho de que en un caso el personaje había sido notablemente explotado y en el otro que su hijo putativo lucasiano había ocupado el nicho que le correspondía en su totalidad, aunque esto son elucubraciones personales y como tales, perfectamente discutibles. Pasando a la parte del «de que sí» hay que indicar que Thomas y Buscema logran realizar una adaptación que no se ve lastrada por sus adaptaciones precedentes. Tarzán es, a su estilo, tan salvaje y carismático como Conan, pero la versión que vemos aquí no se parece a la que dieron del bárbaro años antes.

Por lo que respecta a las historias, éstas se zambullen de lleno en la mitología burroughsiana: la primera aventura recopilada en el tomo lleva al protagonista de vuelta a Opar, un vestigio de la Atlántida que alberga grandes riquezas, así como a la reina La, gobernante del lugar y obsesionada por conseguir el amor de Tarzán. Esta trama se entrelaza con la de alguien que se infiltra en el entorno de los Greystoke para eliminar a quien le ha dado su amistad de buena fe. Por su parte, la segunda lleva al señor de la jungla a otro de los fascinantes mundos creados por don Edgar: Pellucidar. Este mundo dentro del mundo donde especies extintas en la superficie pervivieron y evolucionaron y que recuerda al viaje al centro del planeta imaginado por Julio Verne brinda a Tarzán la oportunidad de continuar un conflicto con un misterioso oponente dotado de poderes sobrenaturales. Dinosaurios, piratas, mamuts, un tigre de dientes de sable, mercenarios, buscadores de riqueza y acción a raudales. ¿Se puede pedir más? Lo cierto es que sí.

Thomas y Buscema comienzan por todo lo alto, pero poco a poco tienen que ir dejando los aperos de labranza a otros autores. El gran John es el primero, pasando de aplicar sus propias tintas a recibirlas de colaboradores tan fiables como los de la tribu filipina, que tan buenos resultados dieron en La Espada Salvaje de Conan. También tendremos en danza a su hermano Sal, que cumple sobradamente como es uso y costumbre en su caso. En la parte literaria maese Roy es sustituido por David Kraft y Bill Mantlo, dos currantes de los guiones que firmaron bastantes trabajitos en la Marvel de esos años. Los tres manejan bien el concepto básico del personaje como señor de la jungla y su relación con la fauna de la zona, especialmente con los mangani, los simios que criaron al huérfano y le dieron el nombre de Tarzán, que en su lengua significa «piel blanca».

Epílogo: En la selva él es la ley.

Este tomo continúa la recopilación iniciada por Dolmen de las aventuras de Tarzán en las viñetas y constituye un ejemplo bastante interesante de la estrategia empresarial de Marvel durante los setenta. La afición al personaje podrá disfrutar de una adaptación más y quienes solamente conozcan ciertas versiones menos fieles -como la de Disney- podrán encontrarse con otra más cercana a los relatos originales que, cien años después, siguen siendo tan disfrutables como antaño.

Ficha de la edición con páginas de muestra.