Imágenes que erizan la piel: el momento en la procesión por la muerte del papa Francisco ha dejado a todos sin aliento

El adiós de un papa cercano al pueblo. El papa Francisco, Jorge Mario Bergoglio, ha fallecido a los 88 años en Roma, tras una década marcada por la cercanía con los más necesitados y los cambios que impulsó en la Iglesia Católica. Desde hacía días, la Santa Sede había advertido sobre la delicada salud del ... Leer más

Apr 24, 2025 - 12:41
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Imágenes que erizan la piel: el momento en la procesión por la muerte del papa Francisco ha dejado a todos sin aliento

El adiós de un papa cercano al pueblo.

El papa Francisco, Jorge Mario Bergoglio, ha fallecido a los 88 años en Roma, tras una década marcada por la cercanía con los más necesitados y los cambios que impulsó en la Iglesia Católica. Desde hacía días, la Santa Sede había advertido sobre la delicada salud del pontífice. Su incapacidad para leer discursos o llevar a cabo actividades diarias lo obligó a reducir sus compromisos, reflejo de una enfermedad que lo había postrado.

A lo largo de su pontificado, Bergoglio dejó una huella indeleble, especialmente en su atención a los pobres, tal como expresó en su primer acto como Papa: «los pobres serán mi prioridad». De origen latinoamericano, este jesuita argentino transformó la percepción global de la Iglesia, alejándola de una visión eurocéntrica y dándole una perspectiva más inclusiva y universal. Esta visión fue acogida con entusiasmo por algunos, pero también criticada por los sectores más conservadores.

El domingo 20 de abril, Francisco realizó su última aparición pública en el Vaticano para la tradicional Bendición Urbi et Orbi durante la Misa de Pascua. A pesar de estar visiblemente debilitado, se mostró ante la multitud en silla de ruedas, delegando la lectura del discurso debido a sus problemas respiratorios. Incluso recorrió la Plaza de San Pedro en el papamóvil, saludando a los miles de peregrinos que se habían reunido en la Santa Sede para verlo.

Un funeral sobrio y simbólico.

El 26 de abril, sábado, se celebrará el funeral de Estado para el papa Francisco, un evento que marcará el cierre de su papado. Las exequias seguirán un rito simplificado, más austero que los funerales de sus predecesores. La tradición de los funerales papales se divide en tres estaciones: la primera se completa con el traslado del cuerpo del Papa desde la capilla de Santa Marta, su última residencia, a la Basílica de San Pedro para el velatorio público.

A las 9 de la mañana, hora local, comenzó el traslado del féretro. La procesión partió desde la capilla donde Francisco había sido velado en las últimas horas, recorriendo la plaza de Santa Marta y atravesando el Arco de las Campanas hasta llegar a la plaza de San Pedro. El féretro, escoltado por la Guardia Suiza y precedido por los cardenales, fue llevado a hombros por los ‘sediarios’ pontificios.

El Vaticano se encontraba plagado de periodistas de todo el mundo, que registraron cada momento de este solemne evento. Mientras tanto, los fieles congregados en la plaza se preparaban para dar su último adiós al papa, acompañando el féretro hasta la Basílica de San Pedro, donde recibiría su último homenaje.

Un gesto de amor inquebrantable.

Al entrar el féretro en la Basílica de San Pedro, un acto de devoción captó la atención de todos los presentes: una monja con una mochila verde que se mantuvo a un lado del féretro durante toda la ceremonia. Su presencia, tan silenciosa como poderosa, contrastaba con los rituales formales de la ceremonia. Sin decir una sola palabra, su dolor y su oración acompañaron el momento, dejando una huella imborrable.

Se trataba de Sor Geneviève, una religiosa francesa que cultivó una amistad cercana con el papa Francisco. El Pontífice solía llamarla «l’enfant terrible», en alusión a su carácter rebelde y su inquebrantable dedicación a los más necesitados. A lo largo de los años, Sor Geneviève había sido una defensora incansable de los marginados, llevando a personas de la comunidad LGBTQ+ a reunirse con Francisco durante las audiencias de los miércoles.

Sor Geneviève no era una monja común. Vivía en una caravana y se dedicaba a ayudar a quienes trabajaban en circos y comunidades itinerantes. Su historia estaba marcada por un encuentro crucial con el papa, ocurrido tras el asesinato de su tía, Leonie Duquet, por los escuadrones de la muerte en la dictadura argentina. Fue ella quien pidió justicia y, a partir de ese momento, forjó un vínculo que perduraría hasta la muerte de Francisco.

Una despedida que habla más que mil palabras.

El protocolo del Vaticano se vio interrumpido por la presencia de Sor Geneviève, quien se mantuvo cerca del féretro como si fuera su lugar natural. En medio de las oraciones formales, su presencia fue un testimonio del amor genuino y desinteresado que compartió con el papa. Mientras las autoridades eclesiásticas se acercaban al féretro en grupos ordenados, ella permaneció inmóvil, como si cada segundo de su vigilia fuera una oración en sí misma.

En ese contexto, la imagen de la monja con su mochila verde, llorando en silencio y rezando, fue mucho más que un gesto personal. Fue un símbolo de la verdadera cercanía de Francisco con aquellos que la Iglesia a menudo olvida: los marginados, los olvidados, los que luchan por encontrar su lugar en un mundo que a veces no los comprende. Sor Geneviève, con su acto sencillo pero poderoso, nos recordó que, en la vida y la muerte, el amor y la fe pueden trascender más allá de las formalidades de cualquier rito.