El hombre masa

Solo nos queda confiar con Camus en que pronto amanezca el día en que el viento de la inteligencia con sus vacilaciones venza de nuevo a la engañosa grandeza y poco sutil seguridad que propone el hombre masa. La entrada El hombre masa se publicó primero en Ethic.

May 14, 2025 - 17:30
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El hombre masa

¿Quién manda en el mundo? Se preguntaba Ortega y Gasset en uno de los artículos que publicó en el diario El Sol y que, recopilado con otros, se editarían en 1930 bajo el título La rebelión de las masas. Quizás el ensayo más conocido y comentado del filósofo español, donde quiso alertarnos frente al peligro del poder detentado por hombres-masa carentes de moral.

Las consideraciones de Ortega fueron realizadas hace un siglo pero cobran hoy inusitada actualidad viendo el comportamiento del presidente de la primera potencia mundial, una persona que encarna a la perfección la vulgaridad que caracteriza al hombre-masa descrito por Ortega.

Vulgaridad engreída que pretende imponerse donde quiera arrogándose el derecho de menospreciar y machacar a los que se oponen a ella.

Observando con estupor las bravuconadas del mandatario estadounidense y el bobo aplauso de la cohorte que le sigue, testigo cómplice de sus caprichosas decisiones, nos preguntamos con Ortega: «¿No es evidente que la sensación de nuestra época se parece al alboroto de chicos que se han escapado de la escuela?»

El hombre-masa descrito por el filósofo español se siente perfecto, y la creencia de su perfección le llega de su vanidad, de considerarse un «señorito satisfecho», «un hombre que ha venido a la vida a hacer lo que le da la gana», «a comportarse fuera de casa como en casa», «creyendo que nada es fatal, irremediable o irrevocable», como no lo son sus «sus travesuras».

El hombre-masa descrito por el filósofo español se siente perfecto

El prototipo de hombre-masa, que hoy vemos reflejado en Trump y otros mandatarios «consagra – escribe Ortega– el surtido de tópicos, prejuicios, cabos de ideas o vocablos hueros que el azar ha amontonado en su interior y con esa audacia, que solo por ingenuidad se explica, los impone donde quiera». Pero esa irresponsable manera de proceder, pese a lo que consideran algunos, no es inocua  apariencia, sino que corre el peligro de ser presagio de algo peor: el retroceso, la barbarie, la decadencia o la iniquidad.

Qué se puede hacer cuando la vulgaridad se convierte en un valor en alza sino reivindicar, con Baltasar Gracián, la práctica del arte de la prudencia; la necesidad de frenar la incontinencia verbal antes de expresar la propia; de matizar el primer impulso; intentar comprender las aristas de los problemas;  o reflexionar y escuchar todas las opiniones antes de tomar decisiones que a todos afectan.

Lo que se puede hacer cuando la vulgaridad se convierte en un valor en alza se lo pregunta también la escritora turca Ece Temelkuran en Cómo perder un país. Ella parte de la experiencia turca y de la similitud de la conducta de Erdogan con la de otros líderes populistas como Trump. La autora identifica «los siete pasos que tiene que dar un líder populista para pasar de ser un personaje ridículo a convertirse en un autócrata seriamente aterrador que corrompe hasta la médula a toda la sociedad de su país».

Según la escritora turca esos pasos vienen presididos por el alejamiento de la racionalidad, la expansión de la vulgaridad que el líder encarna y la desintegración gradual del aparato del Estado.

Frente al hombre–masa y sus representantes se hace ineludible la defensa de los principios civilizatorios, tarea no sencilla. Más aún, Ortega la describe como «superlativamente compleja pues requiere sutilezas incalculables que resultan totalmente ajenas al hombre masa caracterizado por ignorar de raíz esos principios».

Y frente a la imposición de los deseos del hombre-masa, hueros de todo formalismo y respeto a las normas, solo cabe reafirmar con Ortega las conquistas siempre frágiles de la civilización. Conquistas representadas, según el filósofo, por la voluntad de convivencia sometida a normas.

Ortega nos propone, frente al hombre-masa sin conciencia histórica, una apuesta decidida por la cultura y el conocimiento de la historia que es «una técnica de primer orden para conservar y continuar una civilización provecta».

Precisamente la historia nos demuestra que «la forma que en la política ha representado la más alta voluntad de convivencia es la democracia liberal»,  un sistema basado en la división de poderes auspiciada por Montesquieu. También por el respeto a la ley que defendió Kant como elemento ineludible junto con el libre comercio, «ese enemigo acérrimo de las guerras», para poder llegar a alcanzar algún día La paz perpetua, título del ensayo que el filósofo alemán publicó en 1795, en una época también convulsa para Europa.

Pocos años después de la publicación de La rebelión de las masas, España primero y Europa después sufrieron el horror de la guerra.

Frente a la vulgaridad y la irracionalidad se alza también el alegato de Albert Camus en las Cartas a un amigo alemán escritas durante el fragor de la Segunda Guerra Mundial y publicadas en distintos diarios franceses durante la contienda. Camus alega frente al concepto de patria esgrimido por los nazis y defendido por su antiguo amigo, «una tierra de soldados, granero de trigo, industrias domesticadas e inteligencia dirigida, perforada de minas», tal como hoy parece concebirse el futuro de Ucrania por Rusia y Estados Unidos, el concepto de patria como «tierra del espíritu», como «aventura común, en la que  seguimos trabajando… por la vía de la inteligencia».

Termino de escribir estas líneas viendo con asombro la última payasada de Trump, publicar una foto suya con la mitra papal y declarando que sería un buen papa. Mientras, se conocen los resultados de la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Rumanía, que ha ganado con un 40% de los votos el candidato ultra pro-MAGA, George Simion.

Solo nos queda confiar, con Camus, en que pronto amanezca el día en que el viento de la inteligencia con sus vacilaciones venza de nuevo a la falsa, engañosa grandeza y poco sutil seguridad que propone el hombre-masa.

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