Cocido infernal

Caminamos por la caldera de Furnas, subimos hasta la laguna de Fuego y seguimos buscando los lagos más impresionantes de la isla. Trepamos por un bosque de cedros y eucaliptos, salimos al borde de un precipicio tapado por la niebla y de pronto el viento despeja el panorama. A nuestros pies se abre una caldera... Leer más La entrada Cocido infernal aparece primero en Zenda.

Apr 28, 2025 - 01:19
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Cocido infernal

Los pozos hierven, la tierra humea. La caldera volcánica de Furnas, en las islas Azores, arde bajo la superficie y los cocineros del pueblo saben aprovecharlo: entierran ollas enormes repletas de carnes y verduras, y las dejan cinco o seis horas.

"Pollo, cerdo, chorizo, morcilla, zanahoria, berza, acelga, ñame y patata, todo con un regustillo de azufre y catástrofe"

Caminamos por la caldera de Furnas, subimos hasta la laguna de Fuego y seguimos buscando los lagos más impresionantes de la isla. Trepamos por un bosque de cedros y eucaliptos, salimos al borde de un precipicio tapado por la niebla y de pronto el viento despeja el panorama. A nuestros pies se abre una caldera de seis kilómetros de largo por cinco de ancho, con una profundidad de quinientos metros, ocupada por un lago azul plomo y un lago verde esmeralda. Distinguimos colinas de basalto, cráteres y más lagunas en los pliegues de la hondonada. Las explosiones y el fuego modelan este paisaje desde hace miles de años; los humanos bajaron anteayer al escenario del apocalipsis y le pusieron una alfombrita: el fondo de la caldera está cubierto por praderas relucientes, llenas de vacas, con cuya leche producen el famoso queso azoreño. Incluso construyeron un pueblo que ha sufrido inundaciones y desprendimientos, un pueblo con aire de campamento provisional y más nombre que consistencia: lo llamaron Sete Cidades —¿qué pasó con las otras seis?—. En el silencio invernal flota el presagio de un cataclismo; cuatro viejos juegan a cartas en el bar y se ríen del visitante aprensivo. Otros hombres desentierran las ollas en Furnas y sirven el cocido volcánico en unas bandejas que no caben por la puerta: pollo, cerdo, chorizo, morcilla, zanahoria, berza, acelga, ñame y patata, todo con un regustillo de azufre y catástrofe. Me entusiasma el ser humano, esa especie que se instala a un metro del infierno y aprovecha para cocer morcillas.

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