Café en la nieve, de Matthew Dickman

Fotografía de portada: Angela Deane. Como indica la editorial en una de las solapas, hay una extrañeza muy particular en los poemas de Matthew Dickman, un cierto grado de irrealidad que —al emerger dentro de un escenario cotidiano y, en apariencia, reconocible— inquieta y fascina a la vez. Podemos sentir la tentación de creer que... Leer más La entrada Café en la nieve, de Matthew Dickman aparece primero en Zenda.

Mar 13, 2025 - 07:09
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Café en la nieve, de Matthew Dickman

Fotografía de portada: Angela Deane.

Matthew Dickman creció en Lents, un barrio obrero de Portland (Oregón). Se licenció en la Universidad de Oregón y obtuvo un máster en el Michener Center de la Universidad de Texas-Austin. Es autor de los poemarios Wonderland (2018), Mayakovsky’s Revolver (2014), 50 American Poems (coescrito con Michael Dickman, 2012, además ambos interpretaron a los gemelos Dashiell y Arthur en la película Minority Report en 2002) y All-American Poem (2008), libro que fue seleccionado para el Honickman First Book Prize de la American Poetry Review y también ganó el Oregon Book Award for Poetry de 2009. Ha recibido el Kate Tufts Discovery Award, el May Sarton Poetry Prize de la American Academy of Arts and Science, así como residencias y becas del Provincetown Fine Arts Work Center, el Vermont Studio Center, Literary Arts of Oregon y la Lannan Foundation. Vive en Portland, Oregón. Presentamos una selección de poemas de Café en la nieve, una antología personal preparada por el propio autor y que acaba de publicar en nuestro país Kriller71 ediciones, con traducción de Sebastián Urli y Patricio Grinberg, continuando con su apuesta por traernos algunas de las mejores voces de la poesía estadounidense actual.

Fotografía: Hamza-Akalin.

Como indica la editorial en una de las solapas, hay una extrañeza muy particular en los poemas de Matthew Dickman, un cierto grado de irrealidad que —al emerger dentro de un escenario cotidiano y, en apariencia, reconocible— inquieta y fascina a la vez. Podemos sentir la tentación de creer que cuando nos habla, en su tono cercano y cálido, de su gran tema, la familia (sus hermanos y hermanas, su madre, su exmujer o su hijo), nos está hablando justamente de eso. Pero los poemas siempre contienen un exceso, una zona de transición hacia algo más, hacia otro nivel de sentido que nos desorienta y nos abre preguntas. En este libro nos acercamos a la obra de un autor que, aunque se resiste a ser etiquetado por su variedad de estilos y temas con los que trabaja, tiene una expansión narrativa encantadora que mezcla de modo irresistible temas como la cultura pop, el placer, la paternidad, la vida contemporánea o tan devastadores y oscuros como la soledad, el suicidio o el divorcio, siempre con un inesperado sentido del humor y una profunda sensación de alerta ante la complejidad de la vida. Sus poemas podrían ser una especie de fotogramas en los que, vistos desde lejos, la realidad se mezcla con los ecos de la gente que un día quisimos, pero ya no están. Esos fantasmas que todavía hoy nos saludan moviendo la mano y sonriendo, desde las fotografías enmarcadas en los estantes de un viejo salón.

***

Problema

Cuando tenía treinta y seis, Marilyn Monroe se llevó a la cama
todas las píldoras para dormir. La hija de Marlon Brando
se colgó en el cuarto tahitiano
de la casa de su madre
mientras Stanley Adams se pegó un tiro en la cabeza. A veces
miras las nubes o los árboles y no se parecen
ni al cielo ni al suelo ni a las nubes ni a los árboles.
La artista Kathy Change
se prendió fuego y los hijos de Bing Crosby
abandonaros a tiros la industria musical.
A veces me pregunto por la vida
interior de los osos polares. Deleuze, el filósofo,
se tiró al mundo por la ventana
para salir de él. Peg Entwistle, una actriz desconocida,
se liberó de la “H” de Hollywood,
cuando todavía se veía en blando y negro
y David O. Selznic era el rey, circa 1932. Ernest Hemingway
se llevó el cañón a la sien en un pueblo de Idaho,
mientras su nieta, que era modelo, trepó al árbol familiar
y se pasó de pastillas. Mi hermano
se pegó parches de fentanilo en el cuerpo
hasta que el cuerpo dejó de serlo. Me gusta
el sonido de los gansos en el agua. Me gustan
los jabones que te dan en los hoteles porque son hermosos.
Sarah Kane se ahorcó, Harold Pinter
le dio unas rosas cuando aún estaba vida
a Louis Lingg, el anarquista, se prendió un cartucho de dinamita
en la boca
aunque tardó casi seis horas
en morir. Luis II de Baviera se ahogó
y lo mismo Hart Crane, Virginia Woolf y John Berryman. Si viajas,

llévate siempre un libro,

sobre todo en el tren. Andrew Martínez, el militante nudista, murió
en prisión, con una bolsa en la cabeza, desnudo,
y Potocki, el escritor y aristócrata polaco,
usó una bala de plata en 1815.
Sara Teasdale se tragó un frasco de pastillas
después de prepararse la bañera
en cuya agua se abrieron las venas
docenas de senadores romanos.
Larry Walters se hizo famoso
por volar con unos globos y una sillita plegable. Podría subir
miles de metros. Era un hombre que volaba.
Se disparó en el corazón. Por las mañanas al levantarme
me lavo los dientes, me lavo la cara
y me pongo la ropa que más me gusta.
Quiero tratarme bien.

***

Salario mínimo

En el porche mi madre y nos encendemos los cigarrillos
como si fuera un receso de diez minutos
en la empresa de ser madre y de ser hijo,
unos minutos de libertad ganada
antes de marcar tarjeta, antes
de ponernos el delantal, los sombreros de papel,
lavarnos las manos dos veces
y volver al mostrador
esperando que los clientes dejen propina y sean amables,
el aire fresco del jardín frente a nosotros, y los perros
atrás cagan en todas partes.
Encorvados, somos dos extras en La noche del cazador.
Busco un segundo cigarrillo, un pequeño nadador
entre otros nadadores. Pronto vamos a volver
a la cocina amarilla a terminar
lo que queda del café. Y lo que venga a matarnos
pondrá leche en mi taza y azúcar en la de ella.

***

Quién en el mundo

Esta noche el sonido de una pelota de baloncesto en algún lugar
dentro de la oscuridad, en algún lugar dentro de la lluvia. Suena
como un pájaro

golpeándose contra las paredes de una chimenea. En la chimenea
siempre es Navidad.

También en mí.

Yo también, una oscuridad de Nochebuena y tal vez algo de nieve
alguna ráfaga de viento algún camisón algo de muérdago algunas
bayas rojas, incomibles, y un pájaro picoteándolas.

Me desperté esta mañana en Oregón de nuevo

para decirte que te quiero aunque no tengas padres en la tierra.
Aunque, a estas alturas, no debas tener ni cuerpo.

Dentro de la pelota de baloncesto solo el sonido del aire y no
podemos oírlo. El aire comprimido hace que la superficie de la
pelota se tense. Y no podemos oírlo.

Mi amigo del colegio ensayando una pausa cómica para su suicidio
en una grabación que dejó.

Mi hermano mayor ensayando un personaje serio bajo el ventilador
de techo que zumbaba por encima de su cuerpo cuando todas las
partes de su cuerpo dejaron de funcionar solobopbompbopbomp.

sólo bopbompbompbomp.

¿Quién lo quería más en el mundo que las medias que se había
sacado y había doblado prolijamente junto a la puerta?

¿Quién lo quería más en el mundo que su hermana más que sus
hermanos más de lo que su hija lo quería en el mundo?

¿Quién en el mundo?

En el funeral de Joseph, sus padres lloraron y hablaron de Joseph
había vuelto a Cristo hacía poco, unos meses antes del accidente.

Supongo que, para ella, eso habría sido justo a tiempo: nochebuena.

Todos sus amigos en los bancos sonreían, pero en nuestro interior,
bopbompbopbompbomp bopbompbopbompbomp:

un pájaro rompiéndose el cuello en una chimenea.

Esta noche lo estoy pasando de puta madre, tratando de recordar
quién estaba en el funeral. Mi cerebro de puré de manzana. Mi
cuerpo de tarta y de té. Al otro lado de la calle

la pelota de baloncesto y en la cama mi hijo menor está dormido y
al mismo tiempo llorando, al mismo ritmo, haciendo rebotar algo
de pena en sus costillas.

Todos estos chicos tristes.

Quiero despertarlos a todos, sacudir el polvo de sus huesos, besar
el sueño de sus ojos, alisar el pelo pegajoso

de sus frentes, abrazarlos y pasearlos por la casa y darles palmaditas
suaves en la espalda, entre los omóplatos, cantando ya está-ya pasó.

¿Cómo se nos ama en el mundo?

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Autor: Matthew Dickman. Traducción: Sebastián Urli y Patricio Grinberg. Título: Café en la nieve. Editorial: Kriller 71. Venta: Todostuslibros.

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