María Boado: «El ámbito rural es un caldo de cultivo para escribir thriller»

Boado acaba de publicar Cruce de damas (Roca Editorial), una novela ambientada en Oña, Burgos, que recorre casi una década: desde 1991, momento en que se produce un brutal agresión sexual, hasta 1997, cuando Marta, una joven abogada, se empeña en ahondar en los flecos de este caso. María Boado escribió durante meses para espantar... Leer más La entrada María Boado: «El ámbito rural es un caldo de cultivo para escribir thriller» aparece primero en Zenda.

Mar 16, 2025 - 01:46
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María Boado: «El ámbito rural es un caldo de cultivo para escribir thriller»

Es fiscal delegada de violencia sobre la mujer en Castilla y León y, desde comienzos de año, escritora. María Boado debuta en la ficción con una novela ambientada en el mundo judicial, un universo que conoce por su labor profesional y sobre el que pretende desempolvar prejuicios e ideas denostadas.

Boado acaba de publicar Cruce de damas (Roca Editorial), una novela ambientada en Oña, Burgos, que recorre casi una década: desde 1991, momento en que se produce un brutal agresión sexual, hasta 1997, cuando Marta, una joven abogada, se empeña en ahondar en los flecos de este caso.

María Boado escribió durante meses para espantar fantasmas. Durante una baja médica comenzó a jugar con unos personajes que, poco a poco, fueron cogiendo forma. En poco tiempo Marta, Miguel, Ane… la transportaron más de tres décadas en el tiempo, para encontrarse con un pueblo expectante ante unas fiestas de verano que prometían, para todos, diversión sin fin.

Con Boado viajamos a Oña y acompañamos a los protagonistas de un relato que, aunque ficción, nos recuerda a tantos casos que en los preludios del siglo XXI atemorizaron a una sociedad, la española, en la que la protección de las víctimas de violencia sexual no tenía aún la importancia que debe dársele. No podía ser de otro modo: Cruce de damas pone el foco en la víctima, para mostrar los recovecos de un personaje que, a priori (y sobre todo en aquellos tiempos) podría habernos pasado más desapercibido. Con la autora también nos trasladamos a 1997 de la mano de una abogada coetánea al delito y a sus protagonistas, que persiste en sacar a la luz la verdad.

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—Es usted fiscal delegada de violencia sobre la mujer en Castilla y León. ¿Cómo ha compaginado su trabajo con la escritura de la novela?

"En mayo de 2022 me diagnosticaron un cáncer de mama. Tenía las ganas y la ocasión de escribir y fue una forma de evadirme"

—Lo hice durante un periodo de baja laboral. En mayo de 2022 me diagnosticaron un cáncer de mama y tuve tiempo. Tenía las ganas y la ocasión de escribir, y fue una forma de distracción y de evadirme de mi propia realidad personal. En ese momento necesitaba no pensar demasiado en la enfermedad, pensar en otras cosas. Un día empecé a escribir y de esa manera ocupé mi año de baja.

—¿Qué fue antes, la abogada o fiscal, o la escritora?

—(Risas) Nunca me habían hecho esta pregunta. Yo he tenido la inquietud por escribir desde muy pequeñita. Pero siempre me he volcado en mi trabajo. Yo diría que antes la fiscal. Abogada no he sido nunca.

—Dice en la nota, al inicio de la novela, que “vivir consiste en dejar que ocurra”. ¿Fue así como escribió la novela, dejando que las cosas fueran ocurriendo?

—Sí. Creé unos personales. Mi forma de escribirla fue primero inventar esos personajes y, además, tenía una idea de lo que quería que pasase. Quería que fuese una agresión sexual y quería que fuese una agresión sexual en el ámbito de la pareja. Pero no sabía muy bien cómo iban a ocurrir las cosas. Es cierto que creas estos personajes y luego esos personajes van tomando vida propia. A veces hasta giran de una forma que no esperabas. En ningún momento pensé que un personaje como Ane, que tiene tantos recovecos, puede dar un giro y volver a darlo. Son cosas que te sorprenden cuando estás escribiendo. La novela va surgiendo de esta manera, muchas veces sorprendiendo al propio escritor.

—¿Hay algún caso que haya tratado en su carrera como fiscal que le haya inspirado para la novela?

"Quería buscar una víctima que te cayera mal. Una víctima que no fuera una persona que tendrías en tu círculo de amistades, porque es egoísta, tiene falta de empatía"

—No. No hay ningún caso. Es algo que ha salido totalmente de mi mente, esta situación de una previa relación sexual que puede ser la base para una acusación posterior. Nada parecido. Pero sí que me ha inspirado muchísimo, por ejemplo, a la hora de describir a personajes como Ane. Ahí sí que está volcada mi experiencia profesional. Como fiscal, he visto a muchas víctimas, he visto mujeres que están realmente machacadas por la comisión de un delito de esta naturaleza. Esto sí lo plasmo, cómo las veo a ellas, cómo se sienten, esa necesidad que tienen de ser escuchadas y de que no se silencie su situación. Eso está plasmado. Pero lo que es en sí la investigación criminal, la forma en que se descubre y la forma en que es acusado Miguel o los motivos por los que es acusado… eso ha salido de mi imaginación. He querido dar al personaje de Ane unos recovecos. Quería buscar una víctima que te cayera mal. Una víctima que no fuera una persona que tendrías en tu círculo de amistades, porque es egoísta, tiene falta de empatía, vive para ella misma, para su propio disfrute, para su goce, le da igual hacer daño incluso a sus propias amigas. Quería demostrar que la víctima no tiene porqué ser un ser de luz y una persona dotada de todas las virtudes del mundo, y que por eso no hay que dejar de verla como la víctima de un delito, que lo es, y un delito muy fuerte, muy violento y, además, cometido por quien lo ha cometido. Entonces, ese ha sido mi trabajo, el crear esa víctima que no guste para hacer pensar al lector: “¿Y qué que no me guste? Si es una víctima”.

—¿Qué es Cruce de damas? ¿Qué van a encontrar los lectores que se adentren en el texto?

—Una trama judicial donde quiero plasmar, en primer lugar, esta cuestión que te he dicho de la víctima, la necesidad de que sea escuchada en el ámbito familiar, en el ámbito judicial, de que no se la silencie. Y por otra parte, el dilema de si tenemos a una persona o no debidamente en prisión. Es el tema de la presunción de inocencia. Esa es la trama que he tratado de construir. ¿Este chico está en prisión porque tiene que estar en prisión, o porque ha habido un error judicial?

—Al ser usted fiscal, el lector podría pensar que tiene delante una novela con un lenguaje muy técnico. Sin embargo, sorprende justamente por lo contrario. ¿Cómo ha logrado frenar a la María fiscal a la hora de escribir?

—Es algo que tengo muy trabajado porque suelen llamarme para dar charlas en la Universidad de la Experiencia, para los jubilados. También suelo ir a colegios a explicar el tema del consentimiento y de las relaciones sexuales. Estoy acostumbrada a rebajar el lenguaje jurídico para que me entiendan. Es algo que tenemos que hacer los juristas. El lenguaje jurídico es complicado, usamos latinismos, gerundios y, al final, lo que tenemos que conseguir es que se nos entienda, que se nos comprenda. Eso he querido hacer con esta novela. Me está diciendo mucha gente que, sin saber de derecho ni comprender el procedimiento judicial, la novela puede ser comprendida por cualquier lector para que al final conecte con cómo se trabaja en los juzgados y cómo se investigan los delitos.

—Esta novela refleja también una época. Era una sociedad muy marcada por el qué dirán, en la que se tendía a esconder lo que estaba mal visto, los errores del ser humano, de la sociedad… hasta el punto de esconder a las víctimas. ¿Qué cree que ha hecho que la sociedad cambie en este sentido?

"Nos hemos acostumbrado a trabajar con las víctimas de manera diferente y, sobre todo, a protegerlas durante todo el procedimiento"

—Nos hemos ido concienciando. Se ha hecho un trabajo de concienciación social muy importante. Desde el 91 hasta hoy día, ¡anda que no han cambiado las cosas! En realidad, ha supuesto una modificación importantísima en el tratamiento de las víctimas. La víctima del delito al principio, en el momento en que la estoy describiendo, es una persona que es utilizada como un testigo. Es simplemente un testigo, se la utiliza para obtener una condena y punto. Todo el mundo nos olvidamos de ella. Esto ha cambiado sustancialmente. Se han desarrollado leyes de protección de las víctimas (el Estatuto de la Víctima del Delito) y ya nos hemos acostumbrado a trabajar con las víctimas de manera diferente y, sobre todo, a protegerlas durante todo el procedimiento, desde que se pone la denuncia hasta que termina el procedimiento penal, y a posteriori de la condena del acusado. Todo esto es fruto de un trabajo de concienciación social que se ha logrado en España de una manera importante, sin perjuicio de lo que nos queda por delante y de estas corrientes que parece que van en contra de todo este trabajo.

—Empezó a escribir durante una baja médica. ¿Cuándo se dio cuenta de que lo que tenía entre manos podría ser una novela?

—Empecé a escribir un poco a escondidas. No quise decírselo a nadie porque estaba inventando personajes y jugando con ellos. Es la forma en que he escrito esta novela, sin ningún método. Pero al releer y ver la trama empecé a darme cuenta de que las cosas encajaban, de que tenían sentido, conexión y de que podía dar que pensar a alguien que la leyese. Fue ese momento cuando pensé que estaba escribiendo algo que tenía un valor precisamente por eso, para dar a conocer el mundo judicial y para hacer pensar.

—¿Por qué cree que nos atrae tanto el mundo del crimen?

—No lo sé. Me ha atraído desde jovencita. Cuando estudié Derecho me atraía la Criminología. Supongo que es un mundo oscuro que llama la atención por esa capacidad del ser humano de —en un momento de tensión, de dificultad— llegar a cometer actos delictivos. Esto es algo que atrapa, porque puedes empatizar tanto con la víctima como con la persona que en un momento de su vida comete un error, un error que es un delito por el que tiene que pagar. Es algo muy humano. El bien y el mal están dentro de la personalidad humana. Esto es lo que hace que el true crime, el thriller y la novela negra sean del gusto de muchísima gente.

—¿Quiénes son sus referentes en este universo del thriller y de la novela negra?

"Me gusta mucho el thriller psicológico. En mi novela no hay armas ni disparos"

—Puedo decir quiénes me gustan. Que luego escriba como ellos… Me gusta mucho el thriller psicológico. En mi novela no hay armas ni disparos. Mis personajes son personajes muy normales a los que les pasan cosas. Tampoco están metidos en mafias. Me gusta mucho ese thriller psicológico, esos personajes complicados que tienen una psicología complicada, como por ejemplo Los renglones torcidos de Dios, Perdida o Shutter Island. Esos personajes psicológicamente tan completos que te engañan por su personalidad, estos son los thrillers que me gustan, mucho más que los de asesinos en serie o historias más sangrientas.

—¿Cuánto hay de usted en Marta, la protagonista de la novela?

—Hay de mí la forma en que Marta estudia Derecho. Esa candidez a la hora de estudiar, ese deseo de hacer Justicia, como Atticus Finch en Matar a un ruiseñor. Creo que todos los que estamos metidos en este mundo, jueces y fiscales, somos muy vocacionales y nos mueve eso. Esa candidez con la que Marta estudia Derecho es la misma con la que yo empecé a estudiar. También hay mucho de mi familia. Mi madre era ama de casa. La familia de Marta es muy parecida a la mía. En Cruce de damas hay una crítica a este mundo. Entras con esa candidez de la Justicia con mayúsculas y Marta se encuentra que está haciendo un trabajo que no le gusta y trabajando para una Justicia que no es la que quería. También aparecen en la novela las diferencias, esas diferencias de armas entre un pequeño abogado que empieza a ejercer como abogado de oficio y un gran bufete con el que se tiene que enfrentar.

—Cuéntenos, si puede, próximos proyectos literarios.

"Estoy escribiendo una segunda novela, también ambientada en el marco rural, donde los amores y los odios son muchísimo más profundos"

—Estoy escribiendo una segunda novela, también ambientada en el marco rural —me interesa mucho el marco rural—, donde los amores y los odios son muchísimo más profundos y donde una persona carece de anonimato porque todo el mundo sabe o todo el mundo habla de todo el mundo. Creo que el ámbito rural es un caldo de cultivo y un paisaje muy propenso para escribir thrillers. Esta segunda novela también tiene personajes sencillos a los que les pasan cosas. Está ambientada en el 79, por los albores de la democracia.

—¿Por qué escribe María Boado?

—Para transmitir. Creo que las personas que trabajamos aquí (en estrados, vestidos de negro, con una toga, unas puñetas y un escudo) somos unos grandes incomprendidos, somos muy criticados. Somos uno de los servicios públicos más denostados. Creo que hay mucha desconfianza hacia nosotros. Parece que estamos en una cumbre a la que los ciudadanos no pueden llegar. Somos muy vocacionales con lo que hacemos, como podrían ser los médicos, y tratamos de hacer bien las cosas. Estamos muy denostados también por los medios de comunicación. Es mi intención transmitir esa vocación que tenemos en el mundo judicial. También escribo porque me entretiene. Puedo estar escribiendo cinco horas seguidas y se me pasan como si fuera una. Es una forma de desahogo y de enriquecimiento personal.

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