La verdad

Esta compilación de relatos se enmarca en la tradición de Julio Cortázar y David Mamet: un encuentro en una gasolinera perdida, unas voces jaleando a un equipo de fútbol, una francotiradora esperando a su objetivo… Este libro muestra lo sublime, lo injusto, lo irónico y lo aciago que nos espera a la vuelta de la... Leer más La entrada La verdad aparece primero en Zenda.

Feb 13, 2025 - 07:17
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La verdad

Esta compilación de relatos se enmarca en la tradición de Julio Cortázar y David Mamet: un encuentro en una gasolinera perdida, unas voces jaleando a un equipo de fútbol, una francotiradora esperando a su objetivo… Este libro muestra lo sublime, lo injusto, lo irónico y lo aciago que nos espera a la vuelta de la esquina.

En este Making Of, Jo Alexander resume el origen de Una mujer cualquiera vuelve a casa (Alrevés), de Jo Alexander.

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Me había atascado en la página cincuenta, y no entendía por qué. Estaba escribiendo una historia sobre adolescentes marginales, sobre pandillas callejeras, en un intento por denunciar la negligencia en el cuidado de nuestros jóvenes y sus consecuencias. Y de repente me llama Piti, este agitador cultural que no se cansa nunca de iniciar proyectos, y me dice: “¿Qué te parece si escribes un relato sobre una asesina? Hemos reactivado el colectivo de escritoras Germanes Quintana y publicaremos en febrero”. Pero yo estaba tan enfrascada en la búsqueda del error (porque quedarse en blanco a mitad de una novela es señal de que cometiste un error, y tendrás que localizarlo y reescribirlo todo a partir de ese punto) que dedicar mi energía a otra cosa me parecía una distracción. Pero acepté. Pensé: “Si te dedicas al relato de la asesina durante tres días las 24 horas del día, tal vez cogerás perspectiva y luego te será más fácil desatascarte en la novela”. Así que escribí el relato que me pedía Piti, y sin preverlo, se convertiría en el primer relato de mi siguiente libro: Una Mujer Cualquiera Vuelve a Casa.

Me di cuenta de que esto de los relatos se me daba bien, a pesar de ser un formato que nunca me había seducido. Y además, que me muevo por el género criminal con plena naturalidad, un género hasta entonces ajeno a mis intereses. Aceptar aquel encargo me permitió descubrir una faceta inesperada de mí misma como escritora, y me entusiasmó. Sin que nadie me lo pidiera, seguí escribiendo relatos con el mismo patrón (mujer mata chico joven), y poco después, cuando en la editorial leyeron el cuento encargado, me pidieron que hiciera eso mismo, escribir un libro criminal de relatos.

"Durante cuarenta o cincuenta días me dedicaba de lleno a escribir, documentarme y corregir el mismo cuento, y cuando mi perfeccionismo le daba el visto bueno, pasaba a buscar el siguiente"

Yo ya tenía el ingrediente perfecto desde siempre: la figura de la víctima. Tanto en las cincuenta páginas de mi novela inacabada como en mis anteriores libros desfilaban jóvenes desarraigados e indefensos ante la adversidad. Reparé en que construyo mis historias alrededor de una figura masculina joven y atrayente, amenazada por la sombra de la fatalidad. Un leitmotiv del que ni yo misma me había dado cuenta, de tan interiorizado como lo tenía. Por otra parte, el formato relato daba alas a mi insaciable imaginación. Por fin podía echar mano de todos los lugares, situaciones e incluso épocas que se me pasaran por la cabeza. Ya no estaba obligada a elegir una sola historia y pasarme años encajonada dentro de ella. Cada relato era un nuevo comienzo que me permitía desplazarme de un sitio a otro, de unos personajes a otros, de un mundo a otro. Salía de una sala de interrogatorios moderna para viajar después al lejano oeste del siglo XIX, y luego me iba a la Grecia veraniega de las clases altas, antes de adentrarme en la marginalidad de una ciudad de América del Sur. Aquel proyecto lejano de escribir sobre un francotirador se volvía posible ahora, y al terminarlo podía empezar con otro de mis proyectos, el de un deportista de alto nivel, y todo en un mismo libro. Me sentí liberada. Durante cuarenta o cincuenta días me dedicaba de lleno a escribir, documentarme y corregir el mismo cuento, y cuando mi perfeccionismo le daba el visto bueno, pasaba a buscar el siguiente.

"El arte, las artes, la forma en que otras personas se expresan, es el mejor motor para seguir generando arte, y así hasta el infinito"

Tuve la suerte de contar con obras de otras personas que animaban mi inspiración. Para mí es esencial apoyarme en lo que hacen otros para seguir mi propio camino. Siempre tengo un par de libros extraordinarios al lado, o descubro alguna película que me muestra nuevos e insospechados ámbitos, estilos muy personales de los que aprender. En este caso, acerté con la compra del libro Las Obras Completas de Billy el Niño, de Michael Ondaatje. Esta delicia, que cabalga entre la prosa poética y la narrativa, me sumía en un estado creativo al instante. La fotografía, por otra parte, también excita mucho mi imaginación: necesito ver para luego escribir, de ahí que muchas veces los lectores me transmiten que pueden ver las escenas que escribo. Escribí este libro mientras vivía en Frankfurt, y a menudo visitaba una librería especializada en libros fotográficos. Mis relatos “El favor” y “El consumo del modelo negro” surgieron directamente de “Another Kind of Life” y de “Africa State of Mind”, dos joyas de la fotografía contemporánea. La película Los siete magníficos de Antoine Fuqua, o el primer e insuperable capítulo del libro de Faulkner El Ruido y la Furia, incluso canciones como “The Suburbs” del grupo Arcade Fire o letras de canciones de rap, fueron elementos clave para la gestación y desarrollo de Una Mujer Cualquiera Vuelve a Casa. El arte, las artes, la forma en que otras personas se expresan, es el mejor motor para seguir generando arte, y así hasta el infinito.

Fue un viaje agotador. Terminé el libro, como ocurre siempre, exhausta, tanto física como mentalmente. Tardas en recuperarte. Luego te esperan las correcciones con la editorial, un proceso que acaba con la poca cordura que te queda. Pero vale la pena. Como dijo la actriz Juliette Binoche, “Al final es necesario decir la verdad. Y es aceptando la verdad cuando nos encontramos a nosotros mismos”. Cada libro escrito con honradez es la verdad. No podemos huir demasiado tiempo de lo que en realidad somos.

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Autora: Jo Alexander. Título: Una mujer cualquiera vuelve a casa. Editorial: Alrevés. Venta: Todostuslibros.

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