Miguel Ángel Santamarina: “A mi generación le marcó mucho la carga de épica y aventura de esta guerra”

Miguel Ángel Santamarina es un tipo singular. De esos que a primera vista lo podrías calificar de personaje de ficción: lector empedernido, enamorado de las novelas norteamericanas, corredor de maratón, consultor turístico; blogger… Orquestado en base a las efemérides de Zenda, Santamarina ha escrito un libro riguroso y a la vez aventurero sobre las historias de la Historia de la Segunda Guerra Mundial. La entrada Miguel Ángel Santamarina: “A mi generación le marcó mucho la carga de épica y aventura de esta guerra” aparece primero en Zenda.

Mar 2, 2025 - 01:14
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Miguel Ángel Santamarina: “A mi generación le marcó mucho la carga de épica y aventura de esta guerra”

Miguel Ángel Santamarina es un tipo singular. De esos que a primera vista lo podrías calificar de personaje de ficción: lector empedernido, enamorado de las novelas norteamericanas, corredor de maratón, consultor turístico, blogger… Es alma prisionera e imprescindible de Zenda. Ataviado con sus características zapatillas deportivas, sus camisetas oscuras o sus definitivas camisas hawaianas incluso en invierno (ahora puede, porque hace unos años decidió cambiar el pasmo gélido y románico de Burgos por las palmeras de Almuñécar, donde para un castellanoleonés siempre es verano), este escritor con aspecto de eterno jovenzuelo nos ha sorprendido a todos con su opera prima: nada menos que un libro de Historia o, como a él le gusta llamarlo, un libro divulgativo de Historia. Orquestado en base a las efemérides de Zenda, Santamarina ha escrito un libro riguroso y a la vez aventurero sobre las historias de la Historia de la Segunda Guerra Mundial. En la portada el título es: La guerra que cambió el mundo (Ediciones B). Léanlo, sabrán que no puede estar más acertado.

De eso y de otras muchas cosas hablamos con este autor en Zenda, su casa.

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—¿Qué hace un hombre como tú en un lugar como éste? (Risas)

"Soy un niño de Primera sesión, y esas películas fueron para mí definitivas"

—Buena pregunta. A ver, a mí la Segunda Guerra Mundial siempre me ha atraído, y además desde un punto de vista que quizás no es el habitual, pero es que a mi generación le marcó mucho la carga de épica y aventura de ese conflicto, y por supuesto su estética. Yo siempre digo que soy un niño de Primera sesión, y esas películas fueron para mí definitivas: constituyeron el detonante juvenil del posterior interés, ya más reflexivo, del lector de historia que soy.

—¿En tu casa te transmitieron ese interés histórico, o fue autodidacta?

—Mi madre se vio obligada a trabajar con 12 años. No pudo estudiar, pero siempre tuvo un interés por la cultura y nos traía muchos libros. Y luego en casa se leía la prensa, aunque sin criterio ideológico; se leía El País, el Diario de Burgos, la Hoja del Lunes y el ABC. Mi abuela era muy socialista, por ejemplo, ella sí tenía predilección por la SER —aunque también escuchaba la COPE y RNE—, pero en aquellos años 80 de mi infancia a mí me entusiasmaba el semanario de ABC, con los artículos de Julián Marías, ese hombre tan culto y que tanto me impresionaba. Recuerdo que ahí empezó a aparecer una colección de reportajes sobre la Segunda Guerra Mundial, y eso fue definitivo. En vez de estudiar o hacer los deberes leía esas cosas. Suspendía todo, pero de la guerra sabía mucho. (Risas)

—Desarrollaste tu profesión en torno a la comunicación. Y me consta que eres muy bueno, porque trabajas para Zenda. (Más risas)

"Tienes un estilo. Y eso necesitas probar a volcarlo en tu propia voz, en un libro propio"

—Mira, mi experiencia como profesional de la comunicación me ha ayudado, claro, pero en el tema de escribir, yo creo que el impulso viene directamente de los libros; quiero decir que a quien le gusta mucho leer tiene la necesidad, de alguna manera, de intentarlo. Otra cosa es que salga o no. Pero el impulso es inevitable; tienes un estilo, unos autores, un tono ajeno que has ido haciendo tuyo a lo largo de las muchas lecturas, y eso necesitas probar a volcarlo en tu propia voz, en un libro propio.

—Eres colaborador en un blog de viajes con tu mujer y te dedicas a la comunicación. Ese gusto por la divulgación ha debido de influir en tu primer libro.

—Ahí le has dado, porque el tema real de este libro, el objetivo, digamos, es precisamente la divulgación. La comunicación me ha ayudado mucho en el estilo: condensar información en pocas frases, que sean muy precisas y que desarrollen muy bien una idea. Cuando me puse a escribir, yo era consciente de que, si quería hacer un buen material divulgativo sobre la Segunda Guerra Mundial, desde el primer párrafo ya tenía que introducir mensajes, enganches para el lector. Recuerdo que cuando comenzaron a proliferar los primeros blogs, a mí me resultaba relativamente sencillo escribir en ese contexto, porque era una estructura clara de 600 o 700 palabras, que es lo que luego he hecho en las efemérides de Zenda, y finalmente lo que he terminado volcando en este libro. Una especie de cadena de aprendizaje de escritura que nunca deja de tener en cuenta al lector.

—Tengo que felicitarte, porque no has caído en la sobada tentación de escribir novela… (Risas)

—Sí, es verdad. Pero en el libro introduzco un poco de ese concepto novelístico, pues los acontecimientos históricos están conscientemente construidos sobrevolando el tono más apetecible, al menos para mí, de lo narrativo. Ahora bien, debo confesar que, de cara a la ficción, la novela siempre está ahí y no la descarto, ¿eh?

—Ah, ya me extrañaba a mí… (Más risas)

—No, pero en este libro de historia me he ceñido a una manera de narrar comunicativa, precisa, buscando, como te decía, ese punto de historia que enganchase al lector. De hecho, las pequeñas historias que componen el libro tienen una estructura canónica de novela: planteamiento, nudo y desenlace.

—¿Cómo se te ocurre sentarte a escribir un libro de divulgación de la historia, tú que no eres historiador? Es casi una iniciativa anglosajona…

"Este libro es un hilo de Ariadna que lanzo al lector"

—Te agradezco lo de anglosajón. Sí, es cierto, soy un diletante, por no decir que me siento un impostor (más risas). Es verdad que hay mucho material, muchísimo, sobre la Segunda Guerra Mundial, pero ahí entra en juego mi editor, Gonzalo, que me anima a volcar en papel las efemérides zendianas, pero completadas con alguna anécdota. Al final te das cuenta de que esas pequeñas historias de la Historia son los engranajes que hacen funcionar el libro. Creo que esa es mi aportación a “otro libro más de historia”: una mirada fragmentaria, organizada por meses, lo que permite manejar datos en el tiempo que alejan este libro de un libro de historia al uso. Además, se trata de un relato no basado en cifras y números; no es un libro totalmente técnico, pues en el tono que uso, más cercano, creo que no es necesario. En tercer lugar, se trata, como te decía antes, de un libro divulgativo cuyo objetivo es servir de motivación para que el lector que se aproxime a él termine queriendo buscar más sobre este tema. Para mí es un hilo de Ariadna que lanzo al lector. Y por supuesto, incluyo una bibliografía final. Eso nunca puede faltar.

—Ahí puede el lector encontrar el ovillo completo.

—O casi. (Risas)

—¿En qué lector estabas pensando al construir tu libro?

—He pensado en un lector general, pero también en un tipo de lector que me reveló Twitter (ahora llamada X). Recuerdo que hace tiempo hicieron una encuesta y el resultado fue abrumador: un porcentaje altísimo de jóvenes no sabía lo que era ETA. Eso, para nuestra generación y por supuesto para las anteriores, era algo impensable. Pensé en ellos y en mi libro. ¿Saben realmente los chavales lo que supuso el fascismo italiano, el nazismo, el holocausto? ¿Qué saben de los bombardeos de Tokio, de Dresde… de todas las cosas que pasaron? Hay mucha gente que solo tiene una parte de la información. Yo he intentado que este libro de efemérides ofrezca una visión de 360 grados y que se consideren todos o casi todos los crímenes, de uno y otro lado. Creo que los diferentes canales de información que poseen los chavales de hoy son vasos comunicantes. Ellos pasan de las efemérides de Zenda en X a los libros; del cine de Spielberg en plataformas a los documentales de YouTube. Su forma de aprender es esa ahora. El libro es, simplemente, una herramienta más.

¿Qué tiene de actual un libro sobre la Segunda Guerra Mundial?

"Por desgracia, de nuevo, en Europa se está comenzando a larvar un sentimiento de odio muy fuerte, la xenofobia"

—Pues muchísimas cosas, ya que las consecuencias de este conflicto llegan hasta nuestros días. Destacaría, por razones evidentes, la marginación de Rusia. A Rusia nunca se la ve como un vencedor de la Segunda Guerra Mundial y eso hace que se automargine, por un lado, e incluso que no se la recupere cuando cae el muro de Berlín. Y mira, hace unos días, como todos sabemos, el presidente Trump decide negociar con Rusia, pero sin Europa, y El Confidencial dio un titular buenísimo: “El fin del atlantismo”. Y es que realmente es eso. Con todas sus consecuencias, claro. De nuevo se está recuperando en nuestros días algo que había sido el germen de la guerra, surgido en los años 30: el populismo de derecha o ultraderecha, como queramos llamarlo. Como sabemos, aquello propició el nacimiento y auge de los fascismos que derivaron en el conflicto armado mundial. Y no se nos puede olvidar. Tampoco deberíamos olvidar el más peligroso de todos los paralelismos que estamos volviendo a vivir con respecto a aquellos momentos: el auge del antisemitismo, que derivó en el holocausto, quizás uno de los acontecimientos más terribles de la historia de la humanidad. Por desgracia, de nuevo, en Europa se está comenzando a larvar un sentimiento de odio muy fuerte, la xenofobia.

—No es un panorama muy alentador…

—Pero es lo que hay. Y la Historia precisamente nos ayuda a identificarlo y debería también ayudar a evitar que cayéramos de nuevo en los mismos errores. Pero fíjate, pienso que la buena noticia es que en aquella época las democracias eran muy, muy frágiles; de hecho, muchos de los países europeos vivían inmersos en dictaduras: Polonia, Yugoslavia, Grecia, España, Portugal… Sin embargo, ahora tenemos unas democracias fuertes, aunque nos guste decir lo contrario. Son tan fuertes que han permitido que ese populismo creciente haya llegado y tenga voz. Así que lo que tendríamos que hacer es trabajar y pensar como europeos; es decir, si el “padre Trump” nos ha abandonado, tenemos que tratar de tutelarnos nosotros mismos. Europa es lo suficientemente adulta como para empezar a trabajar sus problemas y a conducirse ella sola hacia nuevas soluciones. 

—¿Qué historias de todas las de tu libro te han impactado de una manera más especial?

"Una de las imágenes más duras para mí cuando visité Auschwitz fue la de las maletas y los zapatos amontonados de los judíos"

—Uf. Mira, hay muchas y por muchas razones, pero yo destacaría el hecho de que cuando uno habla de guerra espera que le impacten sobremanera la sangre derramada, los cuerpos cadavéricos, la desolación de los niños quemados… Todo eso evidentemente cambia la mirada, pero puedo asegurarte que una de las imágenes más duras para mí cuando visité Auschwitz fue la de las maletas y los zapatos amontonados de los judíos. A veces un objeto aparentemente frío puede activar la imaginación y la recreación del horror de una manera brutal. Pero lo verdaderamente bonito para mí de este libro ha sido el trabajo de investigación, mezclando precisamente la parte cruda, científica, de los datos objetivos de la historia con esas otras narraciones que humanizan los hechos, que los acercan al lector. Por ejemplo, recuerdo la historia de un hombre que fue entrenado en secreto en Polonia para bombardear Nueva York, una de esas locuras de los planes ocultos del nazismo, pues ni siquiera contaban con un avión que tuviera la capacidad de combustible para cruzar el océano. El caso es que este señor es entrenado para algo que nunca iba a ocurrir, tras lo cual fue preso en un gulag y, al final de la guerra, liberado y devuelto a su país. Pero al regresar a Alemania comprendió que aquel no era ya su hogar, así que huyó y se vino a Barcelona. Él jamás había contado nada de esto a nadie, hasta que con 80 años lo localizaron, contactaron con él para un documental de Historia y ahí narró su increíble vida.

—Y toda esa densidad eres capaz de contarla con sencillez.

—Es que ese era mi principal objetivo: la lección de escritura que mi trabajo en Zenda me ha dado es la precisión concisa, la búsqueda de la economía del lenguaje, la precisión informativa, la información directa. Lo preciso y lo sencillo es lo que funciona. Como siempre digo, las subordinadas dejémoslas para John Banville, que las maneja muy bien. Los demás tenemos que tener cuidadito con ellas. (Risas)

—“La guerra que cambió el mundo”. ¿Cómo te ha cambiado a ti este libro?

—Todavía creo que no soy consciente de lo que supone tener un libro editado, pero sobre todo, lo que me ha incentivado es la decisión de seguir escribiendo.

—¿Ha nacido un divulgador de la Historia?

—Bueno, no sé si un divulgador de la Historia, pero desde luego quiero escribir más, de Historia e incluso de más cosas. Poco a poco.

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