El regreso del ‘huracán Fallaci’, la periodista que conquistó el mundo a golpe de controversia
La reedición de sus obras descatalogadas coincide con una serie de televisión que busca recuperar la figura de la gran entrevistadora del siglo XXCuando Carmen Martín Gaite era ‘Carmiña’: el lado más personal de la escritora en un nuevo libro inédito de cartas y recuerdos Antes de convertirse en una de las entrevistadoras más aplaudidas a la vez que temidas del mundo, Oriana Fallaci demostró que desde las secciones ‘blandas’ de los medios –cultura, moda, estilo de vida– se puede hacer periodismo crítico. No fue sencillo y la historia de esa lucha, que la obligó a romper reglas establecidas que parecían inamovibles, llega ahora al público español por dos vías. La serie italiana de ocho capítulos Oriana Fallaci, disponible en la plataforma Movistar+ y el libro Tan adorables. Miss Fallaci a la conquista de América (editorial Alianza. Traducción de Carlos Gumpert), en el que se recogen los artículos sobre Hollywood publicados en L'Europeo entre 1954 y 1959. La producción audiovisual está basada en el corto Una taza de café con Marilyn (2019), escrito y dirigido por Alessandra Gonnella. En él se escenifica el terremoto que la periodista italiana provocó en Nueva York para intentar entrevistar a Norma Jean, que en aquel momento estaba desaparecida, y así conseguir que sus jefes le dieran espacio en política. Sin saber casi ni una palabra de inglés consiguió que, durante cinco días, muchas personas relacionadas con la industria del cine le ayudasen a pactar una cita con la ambición rubia. Tal fue el ajetreo que ella misma se convirtió en noticia. No consiguió su objetivo, pero entregó a sus editores un artículo que marcó su futuro: la crónica en primera persona de cómo no había podido quedar con la intérprete. “Supe que era una genio cuando decidió contar la historia de cómo no consiguió la entrevista, pero aun así se convirtió en la heroína de la narrativa. Fue empoderante, honesto y, me atrevo a decir, ¡Noraephronesco! [en referencia al estilo de Nora Ephron]”, explica Gonella a elDiario.es. Ella ha sido guionista y directora, junto a Giacomo Martelli y Luca Ribuoli, de la miniserie y afirma que se quedó prendada de Fallaci después de leer su libro El sexo inútil (1961) cuando tenía 15 años. En él, la escritora reflexiona sobre la condición de la mujer en los países del mundo que visitó junto al fotógrafo Duilio Pallottelli para un artículo encargado por su superior. “Lo que más me impactó fue la forma en que contaba sus historias: sumergiéndose en sus realidades, exponiendo contradicciones y reflexionando desde la perspectiva de una mujer occidental que también era claramente italiana”, sostiene la realizadora. La Oriana privada Para la miniserie, que se presentó en el Festival de Cine de Roma, se basaron en parte en la biografía escrita por Cristina De Stefano en 2015, que en España publicó la editorial Aguilar con el título La corresponsal. Las primeras páginas están dedicadas a la infancia de Oriana, que explica gran parte de su personalidad adulta. Fallaci nació en el seno de una familia humilde: su padre, Antonio, era tallador de madera y su madre, Tosca, ama de casa a su pesar (siempre la animó a que estudiase para no tener una vida como la suya). Su progenitor, afiliado al Partido Socialista, le inculcó la conciencia social desde muy pequeña y durante la Segunda Guerra Mundial, cuando aún era una adolescente, participó en la Resistencia antifascista. De su tío, el periodista Bruno Fallaci ‘el Sietecerebros’, recibió sus primeros consejos profesionales, entre los que destacaba el mandamiento de nunca aburrir al lector. A través de su familia también conoció la otra cara de la moneda social gracias al tiempo que pasó con su tía Lina, que estaba casada con un millonario fascista. Fue ella quien llevó a la pequeña Oriana a Mussolini y Hitler desfilar por las calles de Florencia antes de que estallase el conflicto. Esa oportunidad de ver la realidad desde perspectivas opuestas (aunque una le causase rechazo) se plasmó después en su trabajo. “Me convertí en periodista gracias a Oriana Fallaci”, afirma De Stefano. La primera vez que leyó su libro Entrevistas con la historia (1986) se dio cuenta de que se podía explicar la geopolítica y el poder de forma diferente. Ella despertó sus ganas de ser reportera y viajar a Oriente Medio para cubrir la actualidad candente de la zona, pero el destino la llevó hasta el periodismo cultural. Su amor por Fallaci se mantuvo y cuando, tras su muerte en 2007, le propusieron trabajar en su biografía autorizada, aceptó sin pensarlo dos veces.

La reedición de sus obras descatalogadas coincide con una serie de televisión que busca recuperar la figura de la gran entrevistadora del siglo XX
Cuando Carmen Martín Gaite era ‘Carmiña’: el lado más personal de la escritora en un nuevo libro inédito de cartas y recuerdos
Antes de convertirse en una de las entrevistadoras más aplaudidas a la vez que temidas del mundo, Oriana Fallaci demostró que desde las secciones ‘blandas’ de los medios –cultura, moda, estilo de vida– se puede hacer periodismo crítico. No fue sencillo y la historia de esa lucha, que la obligó a romper reglas establecidas que parecían inamovibles, llega ahora al público español por dos vías. La serie italiana de ocho capítulos Oriana Fallaci, disponible en la plataforma Movistar+ y el libro Tan adorables. Miss Fallaci a la conquista de América (editorial Alianza. Traducción de Carlos Gumpert), en el que se recogen los artículos sobre Hollywood publicados en L'Europeo entre 1954 y 1959.
La producción audiovisual está basada en el corto Una taza de café con Marilyn (2019), escrito y dirigido por Alessandra Gonnella. En él se escenifica el terremoto que la periodista italiana provocó en Nueva York para intentar entrevistar a Norma Jean, que en aquel momento estaba desaparecida, y así conseguir que sus jefes le dieran espacio en política. Sin saber casi ni una palabra de inglés consiguió que, durante cinco días, muchas personas relacionadas con la industria del cine le ayudasen a pactar una cita con la ambición rubia. Tal fue el ajetreo que ella misma se convirtió en noticia. No consiguió su objetivo, pero entregó a sus editores un artículo que marcó su futuro: la crónica en primera persona de cómo no había podido quedar con la intérprete.
“Supe que era una genio cuando decidió contar la historia de cómo no consiguió la entrevista, pero aun así se convirtió en la heroína de la narrativa. Fue empoderante, honesto y, me atrevo a decir, ¡Noraephronesco! [en referencia al estilo de Nora Ephron]”, explica Gonella a elDiario.es. Ella ha sido guionista y directora, junto a Giacomo Martelli y Luca Ribuoli, de la miniserie y afirma que se quedó prendada de Fallaci después de leer su libro El sexo inútil (1961) cuando tenía 15 años. En él, la escritora reflexiona sobre la condición de la mujer en los países del mundo que visitó junto al fotógrafo Duilio Pallottelli para un artículo encargado por su superior. “Lo que más me impactó fue la forma en que contaba sus historias: sumergiéndose en sus realidades, exponiendo contradicciones y reflexionando desde la perspectiva de una mujer occidental que también era claramente italiana”, sostiene la realizadora.
La Oriana privada
Para la miniserie, que se presentó en el Festival de Cine de Roma, se basaron en parte en la biografía escrita por Cristina De Stefano en 2015, que en España publicó la editorial Aguilar con el título La corresponsal. Las primeras páginas están dedicadas a la infancia de Oriana, que explica gran parte de su personalidad adulta. Fallaci nació en el seno de una familia humilde: su padre, Antonio, era tallador de madera y su madre, Tosca, ama de casa a su pesar (siempre la animó a que estudiase para no tener una vida como la suya). Su progenitor, afiliado al Partido Socialista, le inculcó la conciencia social desde muy pequeña y durante la Segunda Guerra Mundial, cuando aún era una adolescente, participó en la Resistencia antifascista.
De su tío, el periodista Bruno Fallaci ‘el Sietecerebros’, recibió sus primeros consejos profesionales, entre los que destacaba el mandamiento de nunca aburrir al lector. A través de su familia también conoció la otra cara de la moneda social gracias al tiempo que pasó con su tía Lina, que estaba casada con un millonario fascista. Fue ella quien llevó a la pequeña Oriana a Mussolini y Hitler desfilar por las calles de Florencia antes de que estallase el conflicto. Esa oportunidad de ver la realidad desde perspectivas opuestas (aunque una le causase rechazo) se plasmó después en su trabajo.
“Me convertí en periodista gracias a Oriana Fallaci”, afirma De Stefano. La primera vez que leyó su libro Entrevistas con la historia (1986) se dio cuenta de que se podía explicar la geopolítica y el poder de forma diferente. Ella despertó sus ganas de ser reportera y viajar a Oriente Medio para cubrir la actualidad candente de la zona, pero el destino la llevó hasta el periodismo cultural. Su amor por Fallaci se mantuvo y cuando, tras su muerte en 2007, le propusieron trabajar en su biografía autorizada, aceptó sin pensarlo dos veces.
De Stefano conocía a fondo su trabajo, pero su sobrino y heredero Edoardo Perazzi le dio las llaves de entrada a su universo completo: una habitación repleta de documentos entre cartas, escritos, diarios, fotografías, notas y todo tipo de material biográfico. “Una auténtica cueva de Alí Babá. Entré al laboratorio de Oriana, pero también a su vida. A veces tenía miedo, me intimidaba, pero era emocionante”, recuerda. La parte de su vida que más le sorprendió fue la privada, su lado emocional y menos conocido, aunque también disfrutó mucho al conocer su manera de trabajar, cómo preparaba a fondo las entrevistas.
“Todo lo hacía lo mejor que podía. Si cocinaba para ti, lo hacía como si fuera para el presidente de Estados Unidos y por eso exigía que fueses extremadamente educado”, explica Perazzi por teléfono. En su ámbito personal era tan brava como se puede extraer de sus escritos, fantástica a la vez que punzante. Su sobrino pasó mucho tiempo con ella y la recuerda con mucho cariño pero, a la vez, como un ser extenuante para los que la rodeaban. “Si te pedía un favor, estabas seguro de que iba a ser muy difícil, te obligaría a hacerlo de la forma más complicada para ti”, sostiene.
Una vez en Nueva York, donde residió durante muchos años, le envió a comprar un medicamento muy importante. Según ella, tenía que coger un taxi para ir a la única farmacia que lo vendía sin receta. Pero resultó que era ibuprofeno, así que Perazzi lo compró en una tienda al lado de la casa. Cuando subió a los pocos minutos, ella gritó que no era lo que le había pedido, así que él volvió a la calle, se sentó en un parque durante una hora y regresó con el ibuprofeno, como si hubiese cogido el coche. “Solo así se quedó contenta. Es una anécdota divertida, pero era exactamente así”, comenta, “Mi abuela Tosca se preocupaba por lo que le podía pasar fuera, pero cuando volvía quería que se fuese. Yo siempre la esperaba con ganas porque podía aparecer con un astronauta o una estrella de Hollywood y traía regalos. Pero a los dos o tres días se volvía salvaje, gritaba a todo el mundo y yo me asustaba”.
La estrella del periodismo
La entrevista era el género que mejor dominaba y sus interrogatorios a los líderes políticos más importantes del siglo XX –desde Henry Kissinger a Yasir Arafat pasando por Indira Gandhi, Gadafi o Ariel Sharon– son ejemplos del periodismo más riguroso. Muchos están recogidos en volúmenes como Los antipáticos (1963) y el mencionado Entrevistas con la historia, aunque su nombre también se hizo célebre por sus crónicas de guerra como las que escribió desde Vietnam, donde estuvo entre 1967 y 1968, para el Corriere della Sera.
“La izquierda adoró sus primeros artículos sobre el conflicto, porque iban en contra de Estados Unidos como fuerza militar que ocupa un país extranjero” señala Perazzi, “pero cuando la invitaron a Hanoi vio la terrible condición en la que el Partido Comunista mantenía a la población y escribió sobre las atrocidades que estaba llevando a cabo el Vietcong. Se montó un gran drama”. Llegó incluso a perder amistades muy importantes como la de la actriz Jane Fonda, con la que nunca más se volvió a hablar.
No todos sus libros fueron sobre política, aunque sí fueron políticos. En Carta a un niño que no llegó a nacer (1975), habla sobre el derecho a decidir a través de una figura de una mujer que duda acerca de su embarazo, una experiencia que ella misma experimentó. Y Un hombre (1979) –el título que Alianza sacó el año pasado– relata de forma novelada su relación sentimental con Alekos Panagulis, adalid de la resistencia griega contra la dictadura. Le entrevistó cuando salió de la cárcel, después de años de aislamiento y torturas, se enamoraron y estuvieron juntos hasta que él murió en un sospechoso accidente automovilístico en 1976. Todos superventas, como su novela sobre la guerra del Líbano Inshallah (1990).
Elena Martínez Bavière, directora editorial de Alianza, explica que decidieron recuperar su obra porque llevaba tiempo descatalogada en español. “Creímos imprescindible rescatarla ya que supone un testimonio muy valioso de la historia y los conflictos del siglo XX”. El próximo título que llevarán a las librerías es el del aborto, “inencontrable en España desde hace años”, afirma. No responde a si tienen previsto recuperar la trilogía que escribió casi al final de su vida y que manchó su imagen durante mucho tiempo.
Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, el Corriere della Sera le pidió un artículo que después se convirtió en el libro El orgullo y la rabia (2002), en el que desató su ira contra el fanatismo islámico. El Movimiento contra el Racismo y para la Amistad entre los Pueblos (MRAP) y otras organizaciones de defensa de los derechos humanos la denunciaron en Francia por aquellas duras críticas al islamismo –’barbudos con sotana’ fue una de las expresiones más suaves– y tuvo que ir a juicio (finalmente el tribunal desestimó la denuncia). Además, también tuvo problemas con la justicia de su país y la de Suiza. Pero a ese título le siguieron otros dos en 2004, La fuerza de la razón y Apocalipsis. Oriana Fallaci se entrevista a sí misma, aún más encendidos e incómodos para sus seguidores.
“Ella siempre escribió sobre lo que estaba sucediendo, y estaba dispuesta a cambiar de opinión en caso de que la historia demostrara algo diferente a lo que ella pensaba”, dice su sobrino. “Estoy seguro de que si siguiese viva habría reconsiderado alguna de sus posiciones. Personalmente creo que los que están mal son los dos últimos libros, que para mí son demasiado extremos”. Perazzi piensa que si Fallaci pudiese ver lo que sucede actualmente en el mundo, estaría horrorizada. “Ella ya detestaba a Donald Trump antes de que se metiese en política porque lo consideraba un magnate de Nueva York con muy mal gusto, se habría ido de Estados Unidos. Y estaría a favor de Palestina, aunque no lo sé a ciencia cierta, claro. Sería muy interesante conocer qué es lo que diría”, concluye.