Charles Schulz asciende al panteón del Noveno Arte

Y en efecto, con dicho lema, Peanuts, vieron la luz por primera vez las aventuras de Charlie y su pequeña tropa. Fue el 2 de octubre de 1950 en las páginas de siete periódicos estadounidenses: el Washington Post, el Chicago Tribune, el Boston Globe, el Minneapolis Tribune, el Seattle Times, el Denver Post y el... Leer más La entrada Charles Schulz asciende al panteón del Noveno Arte aparece primero en Zenda.

Feb 12, 2025 - 06:36
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Charles Schulz asciende al panteón del Noveno Arte

Seguro que hay una gloria incierta en dibujar la última viñeta después de haber estado haciéndolo durante 50 años, con 2.600 periódicos esperando la nueva entrega por todo lo largo y ancho del planeta, por el mundo entero. Puede que al común de los mortales esa dicha le sea ajena. Pero cualquier colaborador en prensa sabe a lo que me refiero. Charles M. Schulz, el creador de Charlie Brown —Carlitos para los lectores españoles— debió de sentir esa dicha ambigua hace hoy 25 años cuando, ya a punto de expirar, con la metástasis extendida por todo el cuerpo, dibujó la última tira de su inmortal personaje y sus amigos. Nunca le gustó aquel Peanuts con el que en la United Feature Syndicate fueron a titular la serie, apenas se la propuso Schulz después de pleitear con sus primeros editores, Saint Paul Pioneer Press.

Y en efecto, con dicho lema, Peanuts, vieron la luz por primera vez las aventuras de Charlie y su pequeña tropa. Fue el 2 de octubre de 1950 en las páginas de siete periódicos estadounidenses: el Washington Post, el Chicago Tribune, el Boston Globe, el Minneapolis Tribune, el Seattle Times, el Denver Post y el New York Herald Tribune. “El perdedor adorable” llamaron sus primeros comentaristas a este niño triste y mal deportista: en las 17.000 tiras dibujadas por Schulz, jugando al béisbol Carlitos nunca llega a hacer una carrera para su equipo, un home run. Hasta que, acaso presintiendo el fin de sus días, presto a dar una rareza sobre la que hablar a sus millones de lectores, Schulz, unos meses antes de su deceso, decidió que Charlie fuera capaz de recorrer las cuatro bases y hacer una carrera para su equipo.

"Puede que el universo de Carlitos, poblado por niños que pierden como si ya fueran adultos, estuviera demasiado intelectualizado para aquellos a quienes para ser felices les basta con correr detrás de una pelota"

Con el tiempo, los lectores de Carlitos, que como los afectos a cualquiera de los grandes personajes de la viñeta se cuentan por millones, supieron que aquella primera vez, el personaje, aunque aún parece un niño, era ya un adolescente de 14 años. Incluso puede que no fuera una lectura infantil “Demasiado intelectualizado” para aquellos que no entendieron que Charlie era el profeta de un dogma venidero: el de quienes, en los años 70, hablarían de la alienación del deporte; Charlie era el heraldo de una disidencia: la de la infancia que no quiere correr detrás de una pelota ni competir con el niño de al lado por llegar el primero. Una infancia que también existe y está en su derecho a preferir otras actividades. Por ejemplo, leer tebeos. Shroeder sin ir más lejos, uno de los futuros compañeros de Charlie, preferirá hacer que toca su piano de juguete y dar rienda suelta a su precoz pasión por la música de Ludwig van Beethoven. Es el cátcher del equipo de béisbol de nuestro pequeño gran hombre, pero nunca batea porque no quiere que los del equipo contrario adviertan lo poco dotado que está para tales menesteres. A Shroeder le va la música sinfónica y suspirar por Lucy, la chica mandona, siempre malhumorada. En efecto, puede que el universo de Carlitos, poblado por niños que pierden como si ya fueran adultos, estuviera demasiado intelectualizado para aquellos a quienes para ser felices les basta con correr detrás de una pelota.

Pero hace 75 años, el universo del pequeño perdedor en aquella primera entrega del 2 de octubre de 1950 aún estaba en ciernes. Charlie camina por una calle mientras le observan dos de sus Li’l Folks (amiguitos), que se llamaba la propuesta en las páginas de St. Paul Pionner Press. Shermy —el otro chico— y Patty le miran. Shermy le alaba, pero, de repente, en la última viñeta le insulta. Completaban aquel primer reparto Violet y el inefable Snoopy, el perro coprotagonista de la serie, que, una vez en su caseta, padece claustrofobia. Como todos los canes del Noveno Arte, Snoopy poco a poco, comenzará a irse antropomorfizando.

"Hasta que todo comienza a tocar a su fin cuando en 1999 se le diagnostica un cáncer. No puede leer ni escribir. Tiene que cejar en su ritmo de trabajo"

Ya en los años 90, con los tebeos convertidos en los cómics desde finales de los 60 y el cómic convertido en ese Noveno Arte, esa primera entrega de Peanuts, de la que el próximo otoño se cumplirán 75 años, será estudiada como un hito, como el último capítulo en la historia de la viñeta estadounidense que, como es sabido se inicia con otro niño el Yellow Kid, que R. F. Outcault publica a partir de 1895. Lo que pasa es que Charly Brown es un niño triste y parsimonioso en un arte que, en aquellos años ya está tomado por los superhéroes. Es por ello por lo que, entre 1951y 1952, Schulz es tenido por el dibujante más innovador de la viñeta estadounidense: los expertos sostienen que introduce la vida cotidiana en el cómic. La consideración que se le tiene le da pie a elaborar —aún más— la psicología de sus personajes. Lucy, de hecho, se interesará por el psicoanálisis,

Siempre basándose en la situación apuntada en la viñeta anterior —runing gag, que le dice los que están en el ajo—, Schulz llegará a dibujar más de 17.000 entregas, amén del merchandising. Gana tanto dinero con sus pequeños, vencidos como adultos, que se convierte en una de las grandes fortunas de los Estados Unidos. Hasta que todo comienza a tocar a su fin cuando en 1999 se le diagnostica un cáncer. No puede leer ni escribir. Tiene que cejar en su ritmo de trabajo. Delega la tira diaria, pero sigue con la de los dominicales. Solo sobrevive un par de meses.

"Nos quedan Carlitos, Snoopy y el resto de su pequeña tropa. Los grandes personajes siempre sobreviven a sus autores. Los de los tebeos más: son inmunes a los peores trallazos"

Un día como hoy, de hace 25 años, prácticamente en trance de muerte, dibuja por última vez al pequeño perdedor y “entrega el alma”, que diría el gran Bob de Moor en sus impagables aventuras de Cori el grumete. Yo soy más de bande dessinée, permítaseme el inciso. “Bueno, quizás no gané, después de todo. Pero siempre tuve buenos amigos”, reza del pequeño perdedor en su último bocadillo.

El de historietista también, no solo el de cineasta, fue un oficio del siglo XX, porque el cómic también, no sólo el cine y el rock & roll, fue una de las manifestaciones culturales más importantes de aquel jubiloso tiempo.  Los que amamos las viñetas —franco-belgas, estadounidenses o de cualquier otro sitio— sabemos que Charles Schulz se fue con el siglo XX, recién empezaba el XXI. Nos dejó a su pequeño universo, en ciernes, pero tan semejante al de nuestros fracasos. Nos quedan Carlitos, Snoopy y el resto de su pequeña tropa. Los grandes personajes siempre sobreviven a sus autores. Los de los tebeos más: son inmunes a los peores trallazos. Así se escribe la historia del Noveno Arte.

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