Alejandro Palomas: «La vulnerabilidad es lo que nos hace únicos»

Alejandro Palomas usa la literatura para inundar de belleza nuestros momentos más sombríos. Vuelve a las librerías con el cierre de la saga Una madre, que gira en torno a la figura de Amalia, una peculiar matriarca y, en este caso, en Una vida (editorial Destino), acompañaremos a la familia en los últimos pasos de su querida protagonista. La entrada Alejandro Palomas: «La vulnerabilidad es lo que nos hace únicos» aparece primero en Zenda.

Mar 8, 2025 - 01:04
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Alejandro Palomas: «La vulnerabilidad es lo que nos hace únicos»

Alejandro Palomas usa la literatura para inundar de belleza nuestros momentos más sombríos. Vuelve a las librerías con el cierre de la saga Una madre, que gira en torno a la figura de Amalia, una peculiar matriarca y, en este caso, en Una vida (editorial Destino), acompañaremos a la familia en los últimos pasos de su querida protagonista.

Dice Palomas que lleva muy mal las despedidas. Quizá por eso en este título ha hecho que sus personajes se acompañasen de otros nuevos que les dieran luz en esos momentos más duros. El abrazo de la naturaleza se convierte en esta obra en un cálido acompañamiento para los que se quedan.

En Una vida, Amalia se encuentra más sola que nunca, con continuos viajes de ida y vuelta al hospital, y parece haber perdido la energía que siempre la caracterizó. En este camino incierto en su salud aparecen dos nuevos personajes: Mauro, un profesor de yoga, y Anca, que se convertirá en su cuidadora y que descubrirá para toda la familia secretos llenos de dolor.

Encontrarse con Alejandro Palomas para hablar de Una vida es encontrarse con un universo del que uno no desea salir: es acompañar a Amalia en su día a día, disfrutar con sus ocurrencias y sus salidas de tono, es aguantar estoicamente junto a Fer o Silvia. Es preocuparse por Emma y por el futuro de los animales del santuario Gaia, es preguntarse qué o quién envió a Mauro a sus vidas para llenarlas de calidez.

Zenda se encuentra con el universo de Amalia y con su autor. Hablamos con él de adaptaciones teatrales y de creación de personajes. Descubrimos con Alejandro Palomas el envés de un universo cuya lectura hemos atesorado durante los últimos años.

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—Para los que nunca hayan transitado en el territorio de Amalia, ¿qué van a encontrar en este título?

—Van a encontrar una mujer muy peculiar, muy tierna, muy… ¡Es una mujer inolvidable! Es un universo, es un planeta, es algo que no existe en otra parte. Con la que se van a querer quedar. Es una de esas personas a las que te quieres llevar a casa y no querrás soltar nunca. Creo que esta mujer es un milagro.

—¿Qué es Una vida?

"El lector no siente que está leyendo, siente que forma parte de una familia"

—Es un viaje muy hermoso. Como experiencia lectora es una experiencia de primera mano. El lector no siente que está leyendo, siente que forma parte de una familia, que está ahí, siente que está todo el rato en el momento presente, no en el momento presente de la lectura sino en el momento presente en el que ocurren las cosas.

—Si usted fuera un árbol, ¿qué árbol sería? ¿Por qué?

—Sería un castaño. Porque crecen donde a mí me gusta escribir: en las zonas altas, en las zonas en las que el verano es benévolo. Llevo mal el calor. Me gusta la corteza del castaño, me gusta el olor que dejan las vainas cuando caen, me gusta que tienen todos esos pinchos pero luego hay algo muy delicioso dentro. Tiene muchas cosas el castaño.

—Este libro es la despedida de una serie que lleva diez años acompañando a los lectores. ¿Cómo se enfrenta a la escritura de este último libro?

—En principio, con un poco de miedo, porque llevo muy mal las despedidas. Cuando empecé a escribir me di cuenta de que había empezado de nuevo un viaje con seres muy queridos, que había reencontrado a seres muy queridos y que iba a ser muy fácil. Y ha sido muy fácil.

—¿Cómo creen que van a recibir los lectores el saber que este ha sido el último libro?

"Nadie esperaba (y yo nunca quise decir) que iba a haber un cuarto libro"

—Creo que hay dos cosas aquí: por un lado mucha alegría, porque nadie esperaba (y yo nunca quise decir) que iba a haber un cuarto libro. Siempre se habló de trilogía y yo dejé que esto existiera. Pero yo sabía que no iba a ser una trilogía. Después, a medida que vayan leyendo, cuando lleguen al final, creerán que habrá terminado el universo Amalia, pero se darán cuenta de que no, porque no ha terminado el universo Amalia. Va a haber una doble alegría.

—Cuéntenos si puede cómo ha sido el proyecto de convertir esta serie en una obra de teatro.

—Siempre he tenido ganas de escribir teatro. Ya lo hice con El tiempo que nos une, hace poco, en una obra que ha funcionado bien. Eso me ha afianzado en mi idea de seguir con el teatro. Conocí a Juan Carlos Rubio, le di Una madre y le dije: “Léela a ver qué te parece, porque quiero llevarla al teatro”. Me llamó al día siguiente y me dijo que estaba enamorado de la novela, del personaje. Eso fue: Juan Carlos Rubio y yo, nada más. El mundo pequeñito de él y yo. Confío mucho en él. Me cuesta confiar en alguien mi parte creativa. Él es 100% confianza. ¡Qué alivio poder encontrar a alguien así!

—¿Cómo son los personajes de la novela?

"Aparece un tercer personaje que es el santuario, el santuario Gaia con sus habitantes: animales no humanos con sus dos jefes o dueños"

—Están los mismos de siempre, la familia: Fer, Silvia, Emma, Amalia, y aparecen dos personajes más, Mauro y Anca. Anca es la cuidadora. Es una cuidadora polaca que viene a través de Mauro. Mauro es luz. Es el mejor amigo de Amalia, tiene un universo surrealista (como el de ella), es como el espejo de Amalia. Esto es muy difícil, porque ella jamás pensó que volvería a tener un amigo fuera de la familia. Aparece un tercer personaje, que es el santuario, el santuario Gaia con sus habitantes: animales no humanos con sus dos jefes o dueños. Uno de ellos, Coque, aparece constantemente en la novela porque Amalia está encantada con él. Amalia es muy fan del santuario. De hecho, mi madre era muy fan de este santuario. Este santuario existe. Yo le ponía muchas cosas por Instagram y ella seguía a los animales, los conocía. Para mí el gran personaje de la novela, la gran novedad, es este santuario, porque nunca pude llevar a mi madre al santuario y poder hacerlo en la ficción es irreal.

—Cuando publicó Una madre, primero de los títulos, ¿qué le dijo su madre tras leerlo?

—Mi madre tuvo dos reacciones. La primera fue “¡cuánto me gustaría tener una amiga como Amalia!”. Hubo que decirle que era ella, ante esa negación absoluta de la realidad. La segunda fue que me dijo que nunca iba a ir a ninguna presentación mía porque tenía miedo a que la gente la asociara con Amalia y creyera que era ella y quisiera conocerla (decía que cuando la conocieran podrían darse cuenta de que no daba la talla).

—¿Qué papel juega el sentido del humor en sus obras?

—Es fundamental en mis obras, es fundamental en mi vida, es fundamental en mi supervivencia. Me río de todo constantemente Que uno se pueda reír de lo que no debería reírse. Tengo ese universo que flota sobre la risa. Si no, no estaría aquí desde hace mucho tiempo.

—Si ahora mismo usted desapareciera o dejara de escribir, ¿por qué libro le gustaría que le recordaran?

—Una vida. Es más completo, es un viaje muy heavy. Me gusta mucho.

—¿Cómo ha cambiado como escritor desde que empezó la serie hasta ahora?

"Hay un escritor dedicado al universo de Amalia y ha seguido igual. Y luego hay otro escritor que ha ido por otros lugares y que se ha hecho mayor"

—No sé si he cambiado mucho. Hay un escritor dedicado al universo de Amalia y ha seguido igual. Y luego hay otro escritor que ha ido por otros lugares y que se ha hecho mayor. Quizá va más a la no ficción, tiene más interés por el conocimiento que por lo emocional. Me interesa más que me den conocimiento y trabajarlo. Pero creo que es por la edad.

—El personaje de Amalia es un personaje fuera de la norma: es deslenguada, divertida pero también sensata. Destaca en ella ese amor y esa unión que tiene con la naturaleza. ¿Qué cree que los lectores pueden aprender de ella?

—Los lectores pueden aprender de ella a no tomarse tan en serio, a reírse de sí mismos, a no tener miedo de mostrar su vulnerabilidad, a entender que la vulnerabilidad es lo que nos hace únicos, a ser más tolerantes consigo mismos, a reírse mucho, a abrazar, a pedir abrazos, a abrazarse mucho, a que te quieran…

—A menudo dice que escribe sobre lo que conoce, sobre sí mismo. ¿Cómo es posible hacer ficción de la propia realidad? ¿Cómo se escribe uno a sí mismo desde fuera?

—Para mí es lo más fácil, yo siempre me estoy mirando desde fuera. Uno, cuando se defiende mucho del mundo y ha sido alguien muy controlado, ha aprendido a estar fuera de uno mismo y mirarse todo el rato, para controlar. Esto es terrible, porque es muy difícil para vivir, pero a la hora de escribir es muy fácil, porque a la hora de escribir ya lo tienes hecho: te sabes mirar, ya sabes cuál es tu ángulo bueno, cuál es tu ángulo malo. Estás acostumbrado a mirarlo todo, porque te defiende.

—¿Siempre quiso ser escritor? ¿Cómo descubrió esta vocación?

—No lo sé. Es algo que me pregunto mucho. La respuesta a esta pregunta va cambiando con el tiempo. Quería ser algo que me permitiera estar solo y oírme, que el ruido de fuera quedara fuera. Lo más parecido a eso creo que es ser escritor.

—¿Cómo fue el momento en que se pudo empezar a llamar a sí mismo escritor?

"Me da como vergüenza decir que soy escritor, me pone un peso encima que no sé si sé llevar"

—Te iba a decir eso: no me llamo a mí mismo escritor. Cuando me dicen que soy escritor, ¡yo soy Alejandro! Entre las muchas cosas que soy, cuando me defino, está el ser escritor. Pero soy muchas más cosas. No soy solamente escritor. No soy Alejandro escritor. No, soy Alejandro. Me da como vergüenza decir que soy escritor, me pone un peso encima que no sé si sé llevar.

—Escribe novelas, poesía, también traduce. ¿Dónde se siente más cómodo?

—En la poesía. Es mi medio natural. Es mi lugar: por dimensión, por voz… Cuando escribes poesía es como si dibujaras, y no sé dibujar de otra manera. Es como cuando un tenista juega cinco horas un partido de alta competición y después se va a relajar durante una hora jugando muy poquito, muy lento, para que la musculatura vuelva a su lugar. Para mí la poesía es eso.

—Dice en esta novela que se va yendo el tiempo y queda la vida. ¿Qué cree que quedará de usted cuando se vaya?

—Me lo pregunto muchas veces.

—¿Pueden los personajes sobrevivir a su autor?

"No sé si alguien me va a leer. No sé si las generaciones que vendrán verán tus libros, no sé si contactaré con ellos"

—Sí. Deben. Ese es el gran reto: que los personajes te sobrevivan. Siempre pienso, de la misma forma que ahora leo a autores que no están, y pienso en cómo serían, cómo vivirían… No sé si a alguien le va a interesar lo que yo soy. No sé si alguien me va a leer. No sé si las generaciones que vendrán verán tus libros, no sé si contactaré con ellos. No es algo que me preocupe pero sí me ocupa un poco.

—¿Para qué escribe Alejandro Palomas?

—No sé. Es mi pregunta. Seguiré escribiendo mientras no descubra para qué escribo.

—¿Puede contarnos algo de sus próximos proyectos?

—El 2 de abril se publica la novela gráfica o cómic de Amalia con Lundwerg. Tengo muchas ganas, ¡es tan divertida! Se titula así: Amalia. Es solamente la vida cotidiana de Amalia. Me apetece muchísimo. Y luego, escribir la obra de teatro de Una madre.

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