Alejandra Beigbedere: “La relación entre La Argentinita y García Lorca fue sumamente especial”
Alejandra Beigbedere, hija del compositor Manuel Alejandro, novela su vida en Una pluma en el aire: Nacida para el baile, destinada al éxito, condenada al olvido (Grijalbo, 2025). Combinando sus memorias y cartas imaginarias con el relato de sus vivencias a lo largo de dos épocas también muy contrastadas, los felices veinte y primeros treinta,... Leer más La entrada Alejandra Beigbedere: “La relación entre La Argentinita y García Lorca fue sumamente especial” aparece primero en Zenda.

La llamaron La Argentinita porque nació en Buenos Aires, en 1898, hija de una familia de emigrantes españoles que no tardó en regresar a Madrid, donde la niña dio muestras precoces de un gran don para el baile. Encarna López Júlvez tuvo una vida breve e intensa entreverada de luces y sombras. El éxito que conquistó en Europa y América como bailarina y coreógrafa contrastó con su tragedia personal, la pérdida de sus dos grandes amores, ambos toreros muertos en la plaza: Joselito el Gallo e Ignacio Sánchez Mejías, dramaturgo y mecenas de poetas, a quien Miguel Hernández dedicó su conmovedora elegía. Modelo y musa de pintores y poetas, Encarna se codeó con artistas e intelectuales afines a la República, especialmente con Federico García Lorca.
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—¿Por qué La Argentinita? ¿Qué te fascina de ella?
—La conocí a través de una entrevista que le hicieron a su hermana, Pilar López Júlvez, y me fascinó cómo relataba sus vidas. La pasión con la que contaba algunas anécdotas, y la admiración con la que hablaba de Encarna escondía la fuerza inspiradora de la vida de una heroína. La vida de La Argentinita es el vivo ejemplo de alguien que sigue su deseo, más allá de cualquier circunstancia en la que estuviera inmersa.
—Además de Encarna López, aparecen en tu novela numerosos personajes históricos, la mayoría artistas, lo que te habrá supuesto un ingente trabajo de documentación. ¿Cómo lo abordaste?
—Estuve mucho tiempo investigando y tirando de hilos que me llevaban a otros, y a otros, porque la madeja es infinita. Cuando abres el jugoso melón de la vida de alguien como La Argentinita, empiezas a ver que hay millones de conexiones… Conocí a gente maravillosa que me ayudó mucho, como por ejemplo el que ahora es mi amigo, el gran dramaturgo y poeta Hugo Pérez de la Pica. La investigación me pareció tan interesante que había veces que creía que era imposible parar… Te contaré que al final, cuando ya estaba publicado el libro, casualmente, hablando con mi tío, descubrí que mi abuelo, que era músico, acompañó durante un tiempo a La Argentinita en alguno de sus espectáculos. Mientras que él estaba estudiando sus oposiciones en Madrid, se ganaba un dinerito tocando el piano en los cines, que en aquella época eran películas mudas, y después de la película, Encarna, La Argentinita, bailaba, y él la acompañaba al piano… ¿Qué te parece la casualidad? Por supuesto he fantaseado con que flirtearon en sus ensayos… Encarna era una mujer impresionante en todos los sentidos y mi abuelo era muy atractivo y sensible… Si lo llego a saber antes, habría aparecido también mi abuelo en la historia.
—La novela se inicia con las evocaciones de Encarna en la última fase de su vida, en 1945, en Nueva York, pero la mayoría de los capítulos son dialogados. ¿Tal vez por tu formación como guionista?
—La verdad es que no te podría decir por qué la mayoría de los capítulos son dialogados… Creo que salió así, sin más, fue lo que me iba pidiendo la historia. Los personajes son expansivos, artistas y habladores; hay mucha acción, viajes y mucho quererse expresar para compartirse. Mi novela anterior, Sobre el lomo de la ballena, tiene otra forma, es más reflexiva, y aunque también hay mucha interacción entre los personajes, al suceder la acción en un viaje de avión me obligó a otra fórmula, más contenida.
—También se intercalan varias epístolas que intercambian Encarna y Federico García Lorca. ¿La relación entre ellos fue tan intensa y cercana como refleja el argumento?
—La relación entre Encarna y Federico fue sumamente especial. Tuvieron un flechazo álmico a primera vista y fueron padrinos en Nueva York del hijo del hispanista Federico de Onís. En todas las cartas que se envían se siente la complicidad y la confianza de quien se sabe entendido por el otro. Hasta ahí te puedo decir, la verdadera profundidad de su relación es algo que solo sabrían ellos…
—Un contraste tremendista marca la vida de La Argentinita. Grandes éxitos artísticos y la tragedia de perder a sus grandes amores. ¿Es también ese contraste lo que te impulsó a contar su vida?
—Todo forma parte de la construcción de esta gran mujer. Toda su vida, sus alegrías y sus tragedias forjaron su personalidad. Sin embargo, lo que más me atrajo de ella es que las circunstancias no impidieron que llevara a cabo su deseo vital: bailar y mostrar al mundo cómo entendía el arte. Para mí, esa es la verdadera libertad, no estar sometido a las circunstancias, sino que la actitud interna sea siempre la de apoyar el impulso que marca el corazón, aunque muchas veces estas decisiones no sean del agrado de los que nos rodean.
—Torero, dramaturgo y hombre de acción. Ignacio Sánchez Mejías también fue un fuera de serie. ¿Merecería un relato de ficción?
—Por supuesto. Ignacio Sánchez Mejías era un hombre muy especial, lo más parecido a un hombre del Renacimiento. Era dramaturgo, presidente del Betis, de la Cruz Roja, mecenas de poetas… Y era, además, un gran seductor del público y de las mujeres.
—Otro aspecto asombroso de la bailarina es que pudiera actuar casi hasta su muerte, a pesar de sufrir un tumor diagnosticado de joven que se negó a operar. ¿Se sabe por qué motivos?
—Encarna priorizó su baile y su trabajo ante todo; las verdaderas razones solo ella las sabría. Quizás el no querer enfrentarse con esa realidad, o el miedo a que se truncara lo que le daba verdadero sentido a su vida, le impidió afrontar una pronta operación que le podría haber regalado más tiempo de vida. O quizás no… El hecho es que vivió con una intensidad desbordante, tal vez por la presencia cercana que sentía de la muerte.
—También resultan algo confusas sus razones para abandonar España al poco de estallar la Guerra Civil, cuando ella se movía en ambientes republicanos.
—Efectivamente, ese era uno de los grandes enfados de Pilar, y quedaba patente en la entrevista que leí. Pilar hablaba de cómo ella y Encarna estaban siempre al servicio de lo que la República les demandaba, para entretener a los soldados de feria en feria. Aun así, fueron acusadas de traición por alguien que seguramente las envidiaba. Era una situación muy peligrosa, nadie era fiable, ni unos ni otros. Encarna no era una persona que se pronunciara especialmente en el tema político. Ella decía que hablaba de lo que sabía, que era de baile, y en eso era una eminencia.
—El duende flamenco es uno de los protagonistas de la historia. ¿Cómo lo definirías?
—El duende es lo que te eriza la piel y te pone carne de gallina. No hay razón ni regla, es la parte más salvaje del cuerpo respondiendo a la vibración de una palabra, un sonido, o un gesto irrepetible… Lorca lo definió magistralmente en su Teoría y juego del duende: «Al duende hay que despertarlo en las últimas habitaciones de la sangre». También puso un bellísimo ejemplo contando cómo en Jerez de la Frontera, en un concurso de baile ganó el premio una vieja de ochenta años, no por su juventud, ni destreza, ni técnica, ni hermosura, sino por cómo levantó los brazos, irguió la cabeza y dio un golpe con el pie sobre el tabladillo. Eso es duende.
—Tu padre es compositor, tu abuelo lo fue y tú estudiaste piano. ¿Por qué te inclinaste por la literatura?
—La música ha formado parte de mi vida desde que nací. Estudié piano, pero también hice la carrera de Filosofía; finalmente, quizás por comodidad, y por la formación que tuve en ambos sentidos, me orienté hacia la escritura. Sin embargo, cuando escribo siempre hay un ritmo que me guía. Aunque creo que nos pasa a todos, es inevitable, porque el Universo entero vibra con sus propios sonidos y la música lo llena todo, aunque no lo percibamos.
—Aparte de escribir ficción desarrollas otras muchas actividades. Háblanos de ellas.
—He hecho muchas cosas y muy variadas durante estos años. Pero todas ellas, en el fondo, siempre han estado relacionadas con lo artístico y con la comunicación. Creé una empresa de recursos lúdicos educativos para niños y también una plataforma online internacional para que jóvenes de todas las partes del mundo puedan contactar y vivir una experiencia de compartir más allá de las fronteras y de los límites que el ser humano se empeña en poner y en ponerse. El tema de la educación me parece básico para la evolución de la conciencia del ser humano. Tenemos que evolucionar aún mucho en nuestra educación emocional, que es paupérrima. En esa asignatura seguimos estando en la Edad de Bronce.
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