#ZNSeries – Devil May Cry, de Adi Shankar
Hablamos de Devil May Cry, la nueva adaptación audivisual del famoso videojuego de Capcom desarrollada por Netflix y Adi Shankar.


Que los videojuegos son una fuente inagotable de adaptaciones audiovisuales derivadas para engordar la recaudación de las distintas productoras y plataformas es algo innegable a día de hoy.
Si bien existen pocas series de televisión o películas que tengan una calidad media-alta si su origen está en un videojuego (con notables excepciones que confirman la regla, como The Last of Us o la película de Super Mario de 2023 entre otras), la realidad es que esto nunca ha sido óbice para echar el freno y dejar escapar la posibilidad de aprovechar las sinergias mercantiles que una adaptación genera a las partes implicadas.
En el caso de Devil May Cry, hablamos de una franquicia de videojuegos nipona desarrollada por Capcom y creada por Hideki Kamiya en el año 2001 que nos presenta a Dante, el hijo del Demonio Sparda y de una mujer humana que se gana la vida como mercenario cazademonios sin ser realmente consciente de su auténtico origen.
Devil May Cry es un juego de tipo Hack and Slash, esto es, juego de acción en tercera persona consistente en matar a todo lo que se mueve al tiempo que las armas que porta el personaje van experimentando diversas mejoras. De hecho, podríamos decir que el género Hack and Slash en sí, aunque no fue inventado por Devil May Cry, sí que se vio claramente desarrollado por éste, puesto que fue este juego aquel que sentó las bases de los elementos que tenía que tener un buen Hack and Slash.
A día de hoy, resulta imposible imaginarse franquicias de videojuegos como Bayonetta o la saga griega de God of War, entre otra muchas, sin pensar en Devil May Cry, el juego en el que sin duda todas ellas se inspiraron.
La franquicia está compuesta por seis videojuegos principales (cinco de ellos canónicos y uno, el de 2013, llamado DmC que podemos clasificar como una suerte de what if experimental) así como de juegos para móviles, novelas, mangas y por supuesto, adaptaciones audiovisuales.
La primera de ellas, titulada simplemente Devil May Cry: The Animated Series vio la luz en el año 2007 y constó de una única temporada de doce episodios dirigida por Shin Itagaki y escrita por Toshiki Inue, producida por el estudio Madhouse directamente para la televisión japonesa, si bien en España pudimos verla en algunos canales de pago por visión y mediante su compraventa en físico.
Aquella serie tenía más en cuenta la fidelidad a los videojuegos que adaptaba y tenía lugar directamente entre los acontecimientos narrados entre Devil May Cry y Devil May Cry 2, siguiendo la estela de los mangas ambientados en la misma época cronológica de los personajes.
Pues bien, en 2025 y a través de Netflix llega la serie titulada simplemente Devil May Cry y en la que si bien la coproducción es entre Estados Unidos, Japón y Corea del Sur, con Capcom obteniendo los réditos que le corresponden como titular de los derechos de propiedad intelectual del personaje, la realidad es que estamos ante una serie de animación puramente estadounidense pensada para el público occidental.
En ese sentido, el argumento de la serie nos presenta a un Dante socarrón y con mucho estilo que pasa sus días cazando demonios para ganarse la vida hasta que un poderoso demonio al que se denomina como Conejo Blanco, por su aspecto de lepórido antromórfico, comienza una invasión de la tierra acompañado de sus infernales secuaces.
Ello llevará a Dante a poco a poco ir conociendo su origen como hijo de Sparda, demonio que plantó cara a Mundus y que encerró a éste último en el infierno para acabar con sus ansias de conquista.
Si bien el argumento, muy similar, más o menos, a lo que conocemos del personaje por los videojuegos, plantea una premisa sencilla, su desarrollo es a cada capítulo más nefasto, con escenas que solo buscan justificar una acción desmesurada en las que la mayor parte de las veces no se entiende por qué los personajes hacen lo que hacen, teniendo en cuenta que no se les desarrolla en lo más mínimo.
En ese sentido el final de la serie que llega en su octavo capítulo, a pesar de estar dotado de una intencionada “molonabilidad” es apresurado, sencillo y como el resto de la producción, poco pensado y muy forzado, buscando siempre que la trama llegue a donde su guionista quiere, sin hacer un trabajo mínimamente solvente en la escritura de los distintos episodios.
En lo relativo al reparto, y al menos en la versión original de la serie, puesto que así es como he consumido la misma, tenemos entre otros, a Johnny Yong Bosch (Power Rangers, Bleach) como Dante, Hoon Lee (DMZ, Las Tortugas Ninja) como el Conejo Blanco, a Scout Taylor-Compton (The Runaways, Halloween II) como Lady, e incluso al finado Kevin Conroy (sempiterno Batman animado) con un papel póstumo y un homenaje expreso en la serie.
Que el argumento y guion de la serie no responda a unas mínimas expectativas no obsta para que los actores de doblaje original realicen un trabajo más que aceptable, dotando a los distintos personajes de bastante más personalidad que el desarrollo del argumento.
La Dirección por su parte, al igual que el argumento, peca de simplona y poco trabajada, puesto que se centra en realizar escenas de acción muy bien coreografiadas pero sin que el resto de las escenas no sean más que una excusa para introducir la siguiente pelea, con una dirección convencional y movimientos de cámara muy anodinos en lo relativo a las escenas en las que prima más el diálogo.
En cuanto al apartado visual, éste está directamente traído del videojuego original, trayéndose los diseños de personajes, vestuario y armamento directamente de allí, por lo que estamos ante una fotografía que sin ser magnífica, como mínimo consigue que de algún modo terminemos la serie sin apagar el televisor o cerrar la app de Netflix de forma sorpresiva ante la enésima escena sin sentido del capítulo de que se trate.
En ese sentido, lo más destacable, como ya hemos apuntado a lo largo de estas líneas son las escenas de acción, en las que el aspecto visual sin escatimar en sangre ni vísceras dan exactamente lo que esta serie promete.
Finalmente, la música es uno de los aspectos más positivos de esta serie, con temas de bandas de nu metal como Limp Bizkit como el mítico Rollin’ (Air Raid Vehicle) o incluso alguna que otra canción de ídolos musicales del primer lustro del presente siglo como Evanescence, muy propios para una serie de este tipo en la que, como en el videojuego original, las guitarras eléctricas y la percusión por batería consiguen aportar algo de calidad al resto de aspectos de esta serie.
En conclusión, Devil May Cry no es desde luego una serie imprescindible para consumir esta primavera, ni siquiera una adaptación a tener en cuenta del videojuego en el que se inspira, y no porque no respete el argumento de éste (cuestión que por otro lado es del todo irrelevante) sino porque carece de una personalidad propia o una trama suficientemente desarrollada que hace difícil que nos llame a su visionado más allá de por su nombre y por la franquicia de videojuegos en la que se basa.