Tate McRae no es como Britney Spears, pero tampoco necesita serlo
La artista canadiense, que está triunfando internacionalmente con su álbum ‘So Close To What’, ofrece en el Palacio Vistalegre de Madrid un concierto que no se diferencia mucho de una pista de baile Análisis - Por qué le interesa a Spotify elegir las canciones que escuchas Se encienden las luces, suena el primer acorde y la fiesta del baile emerge para levantar a toda persona que estuviera sentada en la grada. Tate McRae es un torbellino de energía y precisión, una joven de 21 años cuya versatilidad escénica hipnotiza en cada uno de sus conciertos. Su cita en el Palacio Vistalegre de Madrid no apuntaba a ser menos. La artista canadiense, que fue recibida por un público completamente entregado, apareció sobre el escenario absorbida por una confianza y seguridad que solo es propia de las grandes estrellas, arropada por una coreografía estudiada al milímetro. Quizás por esto, y solo por esto, muchos no pudieran evitar mirar al escenario y ver allí, justo enfrente de ellos, el desparpajo y el dominio de Britney Spears. Esa señal inconfundible de que la fiesta del pop no ha hecho más que empezar. A falta de una semana exacta de que se cumplan 25 años del icónico Oops!... I Did It Again (2000), los comienzos de Britney Spears se tornan más significativos que nunca en una industria musical que lo avala todo a la música en directo. La presencia y el carisma de Spears en sus inicios no solo redefinieron el concepto de diva adolescente, también sentaron las bases de un modelo de concierto que hoy sigue siendo fundamental: el pop concebido exclusivamente para el mero espectáculo. Bailarines que se mueven en perfecta sincronía, movimientos de micrófono que parecen poseer el control de todo el planeta, efectos especiales de humo, luces y láseres. Si en esto radica la clave que catapultó a Britney Spears a convertirse en una de las voces juveniles más relevantes de los primeros años de este siglo, Tate McRae parece haber tomado buena nota de ello. Tratando de desafiar la gravedad y creyéndose la artista más importante subida a un escenario, Tate McRae indicaba a partir de sus expresiones faciales sus ganas de dar guerra. Lo hizo con un inicio tremendamente explosivo, abriendo el concierto con Miss possessive, la pista de apertura de su disco So Close To What (2025). El proyecto, que supone su tercer álbum de estudio —predecesor de su carta de presentación I Used to Think I Could Fly (2022) y de su continuación Think Later (2023)—, condensa su idea principal en su tema inicial: McRae es la “señorita posesiva” y asegura que habrá peleas que “nunca ganarás”. La declaración de intenciones es tal que la gira, Miss Possessive Tour, toma su título de esta canción en lugar del nombre del álbum. La cantante se detiene, hace movimientos lentos y la interpreta con total seriedad. Tate McRae, durante su actuación en los premios Brit 2024 La celebración que preside Tate McRae en la capital española continúa por todo lo alto con el single 2 hands, tema cuya actuación acompaña de un bastón con el que juguetea al son de la letra. “No tienes que decirme que me amas diecisiete veces al día”, canta McRae, “necesito un poco menos de charla y mucho más tacto, solo quiero tus dos manos sobre mí”. Igual de efusiva se muestra al interpretar guilty conscience, de su segundo trabajo, canción en la que narra su imprudente aventura con un chico que hace de cómplice y comete delitos: “Supongo que viviré con la culpabilidad en mi conciencia”. La artista, que no deja de moverse alrededor del minimalista escenario, se deja guiar constantemente por coros pregrabados para enfatizar, de forma casi descarada, el interés a su figura sobre su propia voz. La gente, sintiéndose en plena pista de baile, lo tolera con gracia. El concierto, dividido en cinco actos, presenta su fase más sensual en el segundo de ellos, en el que la canadiense hace uso de varias sillas para cantar la tranquila Purple lace bra. Ma

La artista canadiense, que está triunfando internacionalmente con su álbum ‘So Close To What’, ofrece en el Palacio Vistalegre de Madrid un concierto que no se diferencia mucho de una pista de baile
Análisis - Por qué le interesa a Spotify elegir las canciones que escuchas
Se encienden las luces, suena el primer acorde y la fiesta del baile emerge para levantar a toda persona que estuviera sentada en la grada. Tate McRae es un torbellino de energía y precisión, una joven de 21 años cuya versatilidad escénica hipnotiza en cada uno de sus conciertos. Su cita en el Palacio Vistalegre de Madrid no apuntaba a ser menos. La artista canadiense, que fue recibida por un público completamente entregado, apareció sobre el escenario absorbida por una confianza y seguridad que solo es propia de las grandes estrellas, arropada por una coreografía estudiada al milímetro. Quizás por esto, y solo por esto, muchos no pudieran evitar mirar al escenario y ver allí, justo enfrente de ellos, el desparpajo y el dominio de Britney Spears. Esa señal inconfundible de que la fiesta del pop no ha hecho más que empezar.
A falta de una semana exacta de que se cumplan 25 años del icónico Oops!... I Did It Again (2000), los comienzos de Britney Spears se tornan más significativos que nunca en una industria musical que lo avala todo a la música en directo. La presencia y el carisma de Spears en sus inicios no solo redefinieron el concepto de diva adolescente, también sentaron las bases de un modelo de concierto que hoy sigue siendo fundamental: el pop concebido exclusivamente para el mero espectáculo. Bailarines que se mueven en perfecta sincronía, movimientos de micrófono que parecen poseer el control de todo el planeta, efectos especiales de humo, luces y láseres. Si en esto radica la clave que catapultó a Britney Spears a convertirse en una de las voces juveniles más relevantes de los primeros años de este siglo, Tate McRae parece haber tomado buena nota de ello.
Tratando de desafiar la gravedad y creyéndose la artista más importante subida a un escenario, Tate McRae indicaba a partir de sus expresiones faciales sus ganas de dar guerra. Lo hizo con un inicio tremendamente explosivo, abriendo el concierto con Miss possessive, la pista de apertura de su disco So Close To What (2025). El proyecto, que supone su tercer álbum de estudio —predecesor de su carta de presentación I Used to Think I Could Fly (2022) y de su continuación Think Later (2023)—, condensa su idea principal en su tema inicial: McRae es la “señorita posesiva” y asegura que habrá peleas que “nunca ganarás”. La declaración de intenciones es tal que la gira, Miss Possessive Tour, toma su título de esta canción en lugar del nombre del álbum. La cantante se detiene, hace movimientos lentos y la interpreta con total seriedad.
La celebración que preside Tate McRae en la capital española continúa por todo lo alto con el single 2 hands, tema cuya actuación acompaña de un bastón con el que juguetea al son de la letra. “No tienes que decirme que me amas diecisiete veces al día”, canta McRae, “necesito un poco menos de charla y mucho más tacto, solo quiero tus dos manos sobre mí”. Igual de efusiva se muestra al interpretar guilty conscience, de su segundo trabajo, canción en la que narra su imprudente aventura con un chico que hace de cómplice y comete delitos: “Supongo que viviré con la culpabilidad en mi conciencia”. La artista, que no deja de moverse alrededor del minimalista escenario, se deja guiar constantemente por coros pregrabados para enfatizar, de forma casi descarada, el interés a su figura sobre su propia voz. La gente, sintiéndose en plena pista de baile, lo tolera con gracia.
El concierto, dividido en cinco actos, presenta su fase más sensual en el segundo de ellos, en el que la canadiense hace uso de varias sillas para cantar la tranquila Purple lace bra. Madrid, que demuestra el éxito de su último disco con un griterío ensordecedor durante cada canción perteneciente al mismo, da magia al inicio del tema gritando sus versos. “¿Me oirías más si te susurrara al oído?”, alude perspicaz McRae dentro de la letra. El espectáculo continúa con uh oh, que no por ser de tempo medio es menos entretenida: la artista se atreve con el baile en barra a partir de una estética roja en la que la iluminación transforma la escena en algo prácticamente íntimo. Ella, no obstante, sigue igual de concentrada, con una autodeterminación propia de quien sabe que es la mejor en lo suyo.
El fervoz hace que la joven no pueda evitar sonreír al público en algunas ocasiones, siendo una patente que se reafirma durante la hora y media de duración del concierto: cuando se olvida de su estudiadísima coreografía, McRae alcanza una luz mucho más sincera. “¿Qué significa eso?”, pregunta cuando el recinto entero le grita “reina y guapa” al unísono. De ahí a que el tercer acto, que la cantante realiza desde un segundo escenario escondido a escasos metros del principal, sea sin duda el momento más bonito de la noche. La artista transmite mucho al interpretar los temas más lentos, sencillos y, por qué no decirlo, tristes de su cada vez más completa discografía. Tanto transmite que, si el concierto solo hubiera sido acústico y hubiera dejado las coreografías para otro día, muy probablemente el público habría sido menor, pero mayor habría sido el tiempo en el que hubiera reinado la magia.
Tan obvio es que la mayoritaria parte de los fans de Tate McRae la siguen por sus bailes como que sus baladas alcanzan un nivel de sinceridad que defiende a la perfección en directo. Su esencia radica en canciones como Greenlight, en la que reflexiona sobre la lucha de no cerrar heridas del pasado, o Nostalgia, en la que se reconcilia con el paso del tiempo justo después de proyectar imágenes de su infancia en la pantalla principal. La preciosa you broke me first, un hit que la catapultó a la fama en 2020, pone la guinda del pastel a un acto que bebe mucho de la influencia de Taylor Swift, cuya composición ya había alabado la artista numerosas veces. El medley a piano, compuesto por that way, chaotic y One Day, ensalza la que es la mejor parte del show.
Como si pasara a ser bastante más libre tras haberse desahogado con sus pistas acústicas, la fiesta regresa al Palacio Vistalegre de Madrid para los últimos 30 minutos de concierto. La divertida exes, que todos los presentes gritan a todo pulmón, la lleva a cantar desde lo alto de una plataforma que sube y baja. Para she's all i wanna be, ofrece el micrófono a la audiencia mientras pasea por el escenario para que sean ellos los que protagonicen el estribillo, en tanto que durante la interpretación de Revolving door se marca coreografía individual para a continuación bailar a tope con It’s ok I’m ok. El caos acabó de desatarse con los hits que tenía reservados para el cierre: Sports car, actuación en la que vuelve a recurrir a las sillas; greedy, su éxito del 2023, y I know love, con la que no canta pero que utiliza para despedirse.
Tate McRae es como Christina Aguilera, Nelly Furtado, Avril Lavigne, Pussycat Dolls y, por supuesto, como Britney Spears. Tate McRae se parece tanto a todas ellas que, al final, Tate McRae no termina siendo ninguna. Aupándose hasta galaxias altísimas de la mano de sus canciones más personales e íntimas, y desatando el jolgorio a través de una producción profundamente pulida y refinada, la artista canadiense ofrece una mirada única que provoca que las comparaciones con sus compañeras de profesión no sean otra cosa que un homenaje a todas las que le han allanado el camino. De hecho, es tan inevitable que su evolución artística provoque que la sigan comparando con otras tantas mujeres que, en realidad, su concierto en España sirve para evidenciar que está triunfando por ser ella misma.