Las medidas proteccionistas de Trump, ¿ponen en riesgo la globalización o la democracia?
Si el giro narrativo de Trump ha generado desconcierto y parece contrario a los intereses de las empresas estadounidenses, una mirada crítica respecto a los beneficios del libre comercio y la posición de Estados Unidos permite entender mejor el resurgir de las medidas proteccionistas y la guerra comercial con China. La entrada Las medidas proteccionistas de Trump, ¿ponen en riesgo la globalización o la democracia? se publicó primero en Ethic.

El nuevo discurso, las medidas proteccionistas y la recuperación de aranceles por parte de Estados Unidos han sido interpretados por no pocos analistas como un acto económicamente irracional. Si en su día se asumió la consigna liberal de que con el libre comercio todos ganaban, es lógico pensar ahora que, con el proteccionismo, todos van a perder, que supondrá el fin de la globalización y que tendrá grandes costes económicos para Estados Unidos.
En las últimas horas, ha escalado en intensidad la crisis arancelaria con Canadá: el gobierno de Ontario respondió a las amenazas de Trump con un recargo del 25% a la energía eléctrica que sirve a los estados de Minnesota, Nueva York y Míchigan y ahora Trump anunció que llevará al 50 % los aranceles al acero y aluminio canadienses. Poco más tarde, las autoridades de Ontario suspendieron la subida de la tarifa eléctrica.
Proteccionismo histórico
Si el giro narrativo de Trump ha generado desconcierto y parece contrario a los intereses de las empresas estadounidenses, una mirada crítica respecto a los beneficios del libre comercio y la posición de Estados Unidos permite entender mejor el resurgir del discurso proteccionista y la guerra comercial con China.
Tal y como muestra la historia económica, solamente cuando el desarrollo productivo y tecnológico del país (o países) líder se distanció del de sus competidores –convirtiendo a la libre competencia en un instrumento útil para sus propios intereses– comenzaron a promocionarse las bondades del libre comercio y el papel de este en el desarrollo de las economías menos avanzadas.
Mientras la globalización permitió producir en China con menores costes, contener la inflación y los salarios en Estados Unidos, y aumentar los beneficios de las empresas estadounidenses, el libre comercio con China fue útil a los intereses de las empresas estadounidenses y estuvo justificado.
Los indicadores niegan que la globalización retrocediera durante el primer mandato de Trump
Sin embargo, a medida que China cambió su estrategia económica para pasar a producir y exportar productos de alto contenido tecnológico y valor agregado (como hicieron en su día Corea del Sur o Taiwán), y que los móviles, los coches eléctricos o la inteligencia artificial made in China han ido conquistando el mercado estadounidense, la implantación de aranceles y el proteccionismo pasaron a convertirse en el más útil y legítimo de los instrumentos para intentar blindar los intereses económicos de las empresas de Estados Unidos.
¿Hasta dónde puede llegar la agenda de Estados Unidos?
Más allá de la retórica proteccionista y la guerra comercial anunciada ya a bombo y platillo en la primera administración Trump, el índice KOF de globalización –utilizado comúnmente para medir la conectividad, integración e interdependencia global de los países– mostraba, en 2021, el mismo valor que en 2017.
Por tanto, si bien se detuvo el crecimiento experimentado desde 1970, los indicadores niegan que la globalización retrocediera durante el primer mandato de Trump.
Cabría pensar que este segundo mandato pueda ser diferente pues, según algunos expertos, el presidente aprendió a sortear los contrapesos políticos, a rodearse de afines y a liberarse de ataduras partidistas para implementar su propia agenda. Otros, sin embargo, cuestionamos la mera existencia de una agenda propia al margen de los intereses de las grandes empresas, porque precisamente esa alineación de intereses es la que le permite:
- Anticipar aranceles a países desarrollados y a productos que compiten por unos mismos mercados.
- Hacer un uso político de los aranceles para amenazar a terceros países y garantizarse el acceso a recursos estratégicos en la carrera tecnológica (desde el poder que concede ser el gran comprador mundial y la mayor potencia militar).
- Lanzar una nueva carrera armamentística que dispare el beneficio de la industria estadounidense.
- Usar una narrativa nacionalista y antiglobalización que sirva para justificar la creciente precariedad de la clase trabajadora estadounidense. Se trata de cohesionarla detrás de la bandera, diluir su conciencia de clase y señalar nuevos chivos expiatorios (los inmigrantes) a los que culpar de sus problemas.
Esta agenda difícilmente será compatible con un proceso de desglobalización significativo. Revertir la globalización sería contrario a los intereses del capital estadounidense, que necesita expandirse, territorial y sectorialmente, para garantizar su propia supervivencia.
¿Por qué querrían las multinacionales estadounidenses dejar de obtener cuantiosos beneficios en terceros países?
¿Qué podría llevarles a renunciar a producir en territorios con menores costes de producción y mano de obra más barata, o a tener garantizado el abastecimiento de materias primas?
¿Por qué razón iba Estados Unidos a propiciar el reequilibrio de su balanza comercial, y renunciar así al privilegio de emitir la moneda de referencia para las reservas internacionales?
El privilegio del dólar
Según datos del FMI, en el tercer trimestre de 2024 el dólar estadounidense seguía representando más del 57% del total de las reservas internacionales y más del 80% de la financiación del comercio internacional.
Cuando la moneda nacional de un país actúa como activo de reserva o es la moneda en la que se realizan la mayor parte de los pagos internacionales, la financiación de déficits persistentes en su cuenta corriente no conlleva grandes riesgos ni de devaluación ni de crisis de balanza de pagos (desde 1982, y con la única excepción de 1991, el saldo en cuenta corriente de Estados Unidos ha sido negativo).
Estas condiciones de financiación de su deuda –que Valéry Giscard d’Estaing definió en 1964, siendo ministro de Economía de Charles de Gaulle, como un «exorbitante privilegio estadounidense»– mejoran incluso en situaciones de crisis. La condición del dólar de activo refugio (como el oro) hace que su demanda internacional aumente en momentos de incertidumbre. ¿Por qué razón iba Estados Unidos a propiciar el reequilibrio de su balanza comercial y renunciar, con ello, al «exorbitante privilegio» de emitir la moneda de reserva internacional?
Un trilema: globalización, democracia, soberanía
El economista turco Dani Rodrik, premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2020, plantea en su libro La paradoja de la globalización (2012) su teoría del trilema: la democracia y la soberanía nacional son incompatibles con la (hiper)globalización.
Solamente quien asume la existencia de ese trilema y entiende las tensiones que de él se derivan puede comenzar a desandar uno de los caminos. Ahí es donde parece que Trump lleva ventaja al realizar un juego de ilusionismo mediante el que aparenta dinamitar la globalización mientras, entre bambalinas, desmonta sigilosamente los pilares de la democracia.
Juan Carlos Palacios Cívico es profesor agregado en el área de Política Económica y Desarrollo de la Universitat de Barcelona. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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