La Cuesta de Moyano cumple 100 años

La Cuesta de Moyano ha cumplido cien años y nadie ha tirado un sombrero al aire ni un tomo de Galdós al cielo. Porque Madrid no celebra como otras ciudades, Madrid resiste, rumia, se despeina al sol de mayo con los libros viejos. La Cuesta no es cuesta, es una columna vertebral de papel en mitad del Retiro, una espina que resiste gracias a quienes aún creen que los libros se tocan, se huelen, se palpan con los cinco sentidos y un sexto: la nostalgia. La entrada La Cuesta de Moyano cumple 100 años aparece primero en Zenda.

May 11, 2025 - 06:35
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La Cuesta de Moyano cumple 100 años

La Cuesta de Moyano ha cumplido cien años y nadie ha tirado un sombrero al aire ni un tomo de Galdós al cielo. Porque Madrid no celebra como otras ciudades, Madrid resiste, rumia, se despeina al sol de mayo con los libros viejos. La Cuesta no es cuesta, es una columna vertebral de papel en mitad del Retiro, una espina que resiste gracias a quienes aún creen que los libros se tocan, se huelen, se palpan con los cinco sentidos y un sexto: la nostalgia.

Los poetastros y los sablistas, los jóvenes aspirantes a literatos y los viejos sabios, han bajado por aquí desde hace un siglo como quien baja a una iglesia laica, donde los santos son de tapa dura y los milagros están en las erratas. Los libreros, héroes de guardapolvo, sabían (y saben) más de literatura que muchos próceres del suplemento cultural. Ellos, con su lomo torcido por cargar ideas, sostienen ese paraíso literario que solo pide tiempo y ganas de perderse.

"La Cuesta es un poema largo escrito con las manos de quienes buscan, con fe o desesperación, esa frase que les salve la tarde"

Cien años y sigue más viva que algunos cafés donde se presume de lector sin haber doblado jamás una página. Allí, en esos casetones humildes como versos de Blas de Otero, se conserva la historia de España, que es una historia de papel y tinta, de exilio y regreso, de polvo y gloria. La Cuesta es un poema largo escrito con las manos de quienes buscan, con fe o desesperación, esa frase que les salve la tarde.

La Cuesta de Moyano no ha envejecido: ha madurado como los buenos libros. Y uno, al caminarla, se siente un personaje secundario de Baroja o de Cela, con el alma abierta y los bolsillos justos.

Las celebraciones por este centenario tuvieron su día emocionante el pasado jueves, cuando se produjo el acto de hermanamiento entre los representantes de los bouquinistes de París y los libreros de esta Cuesta de Moyano. La Cuesta y el Sena se miran de lejos como dos viejos cómplices que, sin hablarse, se entienden. Madrid y París, tan distintas y tan iguales cuando se trata del papel impreso, celebran juntos este siglo de resistencia libresca, de combate silencioso contra el algoritmo, de amor al objeto-libro como quien ama una cicatriz: con memoria y ternura.

Los bouquinistes del Sena, con sus verdes cajas alineadas como versos de Baudelaire junto al río, son también veteranos del comercio de los sueños; una Résistance de libros frente a los turistas con cámara. La Cuesta de Moyano, más castiza, más de corrillo y sombra de plátano, ha hecho lo mismo al borde del Retiro: mantener viva la respiración del libro entre voces, polvo y domingos de niebla.

"La reina saludó a los libreros como quien reconoce en ellos a los verdaderos custodios de la memoria popular"

Ambas son trincheras culturales. En ellas uno no compra solo un libro: compra una conversación, una tarde distinta. Los libreros de Moyano y los del Sena ya eran hermanos sin saberlo: resistentes del papel, poetas del margen, filósofos sin cátedra. En un siglo que ha querido reemplazar lo tangible por lo digital, ellos han mantenido la llama viva del encuentro físico con la literatura. Y ahora, en este aniversario compartido, el Sena y el Retiro se dan la mano como dos viejos ríos que saben que el tiempo no puede con lo que se lee con pasión.

París y Madrid eran una fiesta que continuaba el viernes 9 de mayo, día de Europa. De nuevo por iniciativa de la Asociación Soy de la Cuesta y su valiente directora de orquesta, Lara Sánchez, un grupo de privilegiados lectores acudimos a celebrar el centenario, esta vez acompañando a una invitada de excepción: S. M. la reina Letizia.

En este caso no podemos decir que ésta fuese una visita oficial; más bien, con su presencia, su majestad realizó una reverencia culta al corazón de los libros. La reina saludó a los libreros como quien reconoce en ellos a los verdaderos custodios de la memoria popular. Tocó algunos ejemplares, compró otros tantos, preguntó por autores y por ediciones perdidas. Parecía como si buscara una verdad más honda que los discursos.

Su presencia aquella mañana fue un símbolo; una crónica sin firma. La Cuesta, que ha visto pasar a Valle, a Umbral, a Baroja, a Cansinos Assens y a los gatos eternos de Madrid, se irguió ese día con un leve orgullo, como si supiera que, durante unos minutos, el centro de la cultura española no estaba en el BOE ni en el Cervantes, sino allí, entre libros de segunda mano y primeras pasiones lectoras.

Que una reina camine entre libros no es un acto político: es un acto poético. Y en Moyano se ha entendido mejor esta primavera.

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