El amor, suprema libertad
Me ha surgido este comentario a cuento de la nueva novela de Ernesto Pérez Zúñiga, Veníamos de la noche. En ella, este veterano escritor madrileño, autor ya de media docena de novelas y de varios ensayos, cuenta una historia fuerte y densa sin ningún temor a que los complicados sucesos referidos se conviertan en el... Leer más La entrada El amor, suprema libertad aparece primero en Zenda.

Tienden buen número de nuestros narradores actuales a suavizar la importancia de la trama argumental, recurriendo a una amplia panoplia de recursos formales. Aunque cuenten una buena historia, retuercen su desarrollo, como si una anécdota sólida fuera cosa de otro tiempo. No estoy con esto avalando una forma de narrar anticuada, sujeta a las rutinas impuestas por los maestros de la gran novela decimonónica. Pero sí reclamo que no se embarre el argumento por un malentendido afán de modernidad o por un cierto temor a pagar débitos a una tradición superada.
En realidad, Veníamos de la noche responde a una construcción muy atenta. De entrada, el enfoque global de la obra puede describirse como un auténtico ejemplo de work in progress, de novela que se hace, avanza, se problematiza a sí misma y se rectifica ante los ojos del lector. Gustavo Setién, director de la Academia de España en Rosa, narrador en primera persona amén de ubicuo personaje de la novela, explica cómo surgió la idea de escribirla. No se contenta con esto. También convoca a otros personajes para recabar noticias acerca de los hechos referidos, maneja libretas o escritos que estos le proporcionan o que él atesora y, en un atractivo caso de perspectivismo, enhebra opiniones discrepantes. El relato, por otra parte, se socorre con diversidad de materiales: a veces recuerda un diario, otras se acerca a escenas de ideación un tanto teatral, y en ocasiones practica con gusto la descripción urbana. En fin, un simpático recurso remata el libro. Su último apartado es la acostumbrada tabula gratulatoria, un par de páginas de agradecimientos a quienes han contribuido al buen curso de la obra. Pero la generosa lista no la firma el autor real. Lo hace el autor imaginario, el susodicho Gustavo Setién, el cual incluye en el inventario a un tal Ernesto, que le ayudó a publicar la novela al presentarle al editor de Galaxia Gutenberg, a quien agradece “enormemente su confianza en mí”.
Estos elementos formales y lúdicos no restan un ápice, sin embargo, a la contundencia argumental de Veníamos de la noche. Incluso Pérez Zúñiga la sustenta en la intriga y la trama policial, que es el molde narrativo que mejor garantiza el interés de una anécdota. En principio, ofrece un argumento sencillo. Una chica, pintora, Lucía, obtiene una beca de residente en la reconocida Academia de España en Roma. Allí le lleva su proyecto plástico de plasmar el cielo de ciudad a la vez que restablecerse de un pasado traumático y construir ex novo su vida. Tan simple meta pronto se complica. Por un lado, sufrirá el acoso mental y físico de su prepotente exmarido, Sebastián, acaudalado empresario e influyente colaborador de la prensa. Por otra, conoce a un hombre culto y sensible, Enrico, viudo de una mujer por quien sentía veneración y víctima de una enfermedad terminal. Algo une a los tres personajes: la falsedad documental perpetrada por Lucía y Sebastián, que ha permitido la comercialización del fármaco poco menos que milagroso que está tomando Enrico. Las relaciones entre el trío, con ayuda de otras anécdotas violentas, derivan en un conflicto de dimensiones trágicas que sería impertinente detallar aquí.
Hay en la novela algunos pasajes o apuntes complementarios que le proporcionan un aire de actualidad y la sacan del ensimismamiento en que viven los personajes. Así funcionan varias anotaciones: la denuncia de un capitalismo sin corazón, representada en la estafa farmacéutica, ciertas notas acerca de la familia, el histerismo vegano algo caricatural de una hija o el guiño cómplice de mencionar al Premio Cervantes Luis Mateo Díez entre los clientes de una librería. Pero el centro de la historia nos lleva a una indagación muy psicologista que aborda variedad de motivos. A este orden de cosas pertenecen el análisis minucioso de la culpa o los brochazos que se asoman a la diseminación de la personalidad en el doble.
Estas notas, interesantes en sí mismas, no desvían nuestra atención de la esencia última del libro, que es una novela de amor, o sobre el amor. En ella se contrapone una múltiple historia que protagonizan sus tres figuras principales, la mujer y sus dos partenaires, cada uno de los cuales encarna una dimensión particular de este sentimiento. Lucía personifica la determinación firme de encontrar en el sentimiento la única vía de salvación en el mundo. Sebastián, la falsedad egoísta. Y Enrico la autenticidad sensible y generosa.
Tal vez esta recreación psicológica adolezca de un cierto esquematismo, pues en liza están el bien y el mal, la bondad y el narcisismo voraz. Quizás, también, el tono general de la novela se incline un punto en demasía hacia el idealismo romántico. Sin embargo, ese triplete de caracteres se despliega como un abanico de pulsiones mentales contradictorias que desemboca en una mirada panorámica sobre las raras relaciones humanas, sobre los instintos depredadores, a un lado, y la quimérica búsqueda de la felicidad, al otro.
Al final, es Lucía quien se impone literariamente sobre las otras figuras del relato y su aventura la que termina por robar el interés de la historia. Esta aventura consiste en reafirmarse ante el mundo, en lograr un espacio propio en la vida y en alcanzar la suprema libertad en el amor. Aun corriendo algo de riesgo, no oculta Ernesto Pérez Zúñiga la moraleja de su emocionante novela: todas las duras vicisitudes que la valerosa Lucía afronta merecen la pena porque le aguarda un premio: ser ella misma, alguien a quien nadie podrá quitarle el doble bien conquistado de la independencia y de la libertad.
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Autor: Ernesto Pérez Zúñiga. Título: Veníamos de la noche. Editorial: Galaxia Gutenberg. Venta: Todostuslibros.
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