Cosas que hacer en Cuba cuando estalla la Revolución
Eso me pasó con Memorias del subdesarrollo, de Edmundo Denoes, que llegó a casa con los ajuares petróleo de Letras Hispánicas, la colección barata e infalible de Cátedra. ¿Cómo va a ser un clásico esto, que ni sé que existía?, me dije, muy ofendido. Y es un clásico. Yo creo que, si alguna vez oí... Leer más La entrada Cosas que hacer en Cuba cuando estalla la Revolución aparece primero en Zenda.

Definido el hecho de que leemos para ampliar nuestra ignorancia, queda por conocer lo que existe más allá de la ignorancia, que es un infinito de más ignorancia todavía. Lo ignoto, o sea. Porque uno conoce los libros que ha leído y, cuanto más lee, más títulos y autores incorpora; pero también, en ese leer continuado, se incorporan las cáscaras vacías, pero útiles, de todos esos títulos y autores que no leemos, y dejamos pasar, mayormente por falta de dos o tres vidas añadidas. Así las cosas, llegar a los 50 años y no conocer un libro ni por el título, ni a su autor por el nombre, sorprende y da cierto pesar. Cierto, sólo. Por lo menos uno creía saber lo que no había leído.
Eso me pasó con Memorias del subdesarrollo, de Edmundo Denoes, que llegó a casa con los ajuares petróleo de Letras Hispánicas, la colección barata e infalible de Cátedra. ¿Cómo va a ser un clásico esto, que ni sé que existía?, me dije, muy ofendido. Y es un clásico.
Yo creo que, si alguna vez oí hablar de este libro, se me fue la referencia sepultada en cine, pues sí me suena más (aunque no la haya visto) una película de idéntico título, adaptación en fin de la novela. El libro es de 1965. El autor, 1930-2023.
Analicemos Memorias del subdesarrollo desde, con, contra, para y cabe su primera frase, que dice así: “Todos los que me querían y estuvieron jodiendo hasta el último minuto se han ido ya.” Es un incipit llamativo, pues utiliza una palabrota, algo que sólo recuerdo de otras dos novelas, ambas españolas y de los años 90, Historias del Kronen y La flaqueza del bolchevique. Habrá cuentos de Bukowski con tacos en la primera frase, pero no sería capaz de apostar dinero a que recuerdo una novela anterior a los años 90 con arranque intempestivo, ni siquiera de Henry Miller.
La palabra malsonante es “jodiendo” y, como decía Bernardo Atxaga en alguna parte, obliga al autor a poner más palabrotas, del mismo modo que poner citas en latín obligaría a poner más citas en latín, por el bien de la coherencia en la voz. Desnoes pondrá “puta”, “coño”, no muchas más (me sorprende encontrar la expresión “tía buena”, tan española a mis oídos), pero sí una cada, no sé, veinte páginas. El uso de “jodiendo” es fundamental, fundacional en la propuesta nihilista del autor, pues genera un timonazo de sentimiento con el anterior “me querían”. Las personas que me querían dejaron de molestar y se fueron. Es un modo sutil (las palabrotas no impiden la sutileza) de decir que el narrador no corresponde al cariño de sus familiares. Además, quererle le querían en pretérito indefinido, de modo que, allá donde estén, le siguen queriendo. “Estuvieron jodiendo”, pretérito perfecto simple, denota que ya dejaron de enojar a nuestro hombre, aunque esperaron para hacerlo “hasta el último minuto”. Esto sugiere que, allá donde estén, sus padres y hermanos le echan de menos, pero él no echa de menos a nadie.
Sabremos enseguida que esa familia era acomodada, con propiedades, y que el nuevo gobierno se las expropió. “Existo por la generosidad del Gobierno” pues “me quitaron la casa de apartamentos”. Todo ello y más se percibe como yo percibo el cambio climático: con alivio, estando totalmente a favor. “Yo me alegré: la Revolución, cuando me destruya, es mi venganza contra la estúpida burguesía cubana”. O: “Ya la Revolución me ha quitado un montón de problemas de encima”.
El nihilismo nacido en Dostoievski (Memorias del subsuelo, claro) y desarrollado en cadena por Camus (El extranjero) sirve al narrador para no ver la cosa política a ras de suelo, ciudadana y superficialmente, sino para situarse muy por encima, en el cielo dichoso y monárquico del más absoluto cinismo. “Me alegro de que ella tampoco haya sido feliz”.
A nuestro burgués cubano le ha dejado la novia, en las primeras páginas, y enseguida, muy cubanamente (Pedro Juan Gutiérrez) se busca otra novia, simplemente saliendo a la calle y echando miraditas. Le obsesiona el subdesarrollo, como concepto, como semántica, como música. “La muy puta estaba gozando su papel de animal exótico y subdesarrollado”, dice de la nueva novia. Y, aunando de nuevo sexo y atraso: “Eso es lo único que podemos hacer nosotros los subdesarrollados, masturbarnos con fotos de las grandes hembras del mundo”.
Memorias del subdesarrollo está escrito como un diario, como una suma irregular de lo que al autor se le va ocurriendo cada día. Seguramente es todo autobiográfico. Estas anotaciones facilonas dan mucha rabia, porque a veces una gran novela sale así de tontamente, sin estructura, esquemas, documentación, reescritura o plan. A lo mejor al final quitas dos trozos o tres; y listo.
La prosa directa, casi obligatoriamente (al contrario de lo que se piensa) permite la poesía, la frase uno diría que elevada. “Tiene los huesos llenos de aire”, leemos, y nos entra esa poesía mucho mejor que si antes y después hubiera más poesía, más esfuerzo, más lirismo. O, describiendo una prenda: “Tiene una rosas sentimentales sobre un fondo blanco”.
“Comiéndose tremendo cable”, encontramos también, deliciosa expresión autóctona para las finanzas devastadas. Sale mucho La Habana, calle a calle, barrio a barrio, tienda y bar; y mucha música citada. Todo esto y lo anterior y lo que venga, y lo que no pongo, permanece. Es moderno. Está vivo. Es increíble escribir al día, sin mayor altura, dejándose llevar por la inmediatez propia de un blog, y que, sesenta años después, la novela parezca escrita esta misma mañana.
La actualidad del libro llega hasta el juego autoral, pues un personaje citado y nunca presente, Edy, es en efecto Edmundo Desnoes, y el narrador comenta algunos artículos de Edy/Desnoes aparecidos en prensa, que están escritos por la misma persona que le escribe a él. Esto es muy acrobático, y feliz.
“Quiero sentirme solo y ver hasta dónde puedo llegar, si llego al fondo de mi vacío”. La Historia de la Humanidad es poca cosa, una anécdota, frente a uno mismo con sus pequeños problemas.
“El artista, el verdadero artista, siempre será un enemigo del Estado”.
La entrada Cosas que hacer en Cuba cuando estalla la Revolución aparece primero en Zenda.