La botavara

Nos subimos en aquel velero en Menorca, y yo, presumiendo de avezado marinero, lo primero que hice fue advertirla de que tenía que esquivar la botavara cuando el barco virara. Al primer golpe de viento —toma botavara— el mástil me golpeó en la cabeza con tal virulencia que me tiró al suelo: ella muerta de... Leer más La entrada La botavara aparece primero en Zenda.

May 7, 2025 - 00:56
 0
La botavara

Que el asesor fiscal cobre en B. Que aquella novia tan guapa solo tuviera amigas menos guapas que ella. Que los médicos fumen en las puertas de los hospitales. Que existan campeonatos online de Piedra, papel o tijera. Que ser sumiller de agua sea una profesión. Que un jefe antidroga sea detenido por blanquear dinero de la droga. Que en los kioskos se venda de todo menos periódicos. Que darse de baja en Amazon sea tan tortuoso que lo llamen la Iliada. Que el delantero centro de la selección no marque un gol ni por casualidad y veas un meme que dice: “Morata, yo tampoco la meto”. Que hablen de felicidad cuando solo piensan en rentabilidad. Que haya cocainómanos que no soporten el olor a tabaco. Que tu mejor amiga te convoque por Outlook y en el asunto ponga: “Hablar”. Que te citen a una reunión interminable cuyo tema es “Reuniones Eficaces”. Que en los textos de un editor haya siempre erratas. Que el éxito del libro El sutil arte de que casi todo te importe una mierda te importe realmente una mierda. Que la chica de la óptica te entregara tus primeras gafas de ver de cerca y al probártelas te prendaras al instante de ella. Que tu ex te acompañara a hacerte la colonoscopia. Que te enviara aquella postal desde la plaza Cortázar esquina con Jorge Luis Borges de Buenos Aires, aunque no fuera argentina. Que su madre te siga en Facebook y a ti ella te ignore sistemáticamente en Instagram. Que al lado del puente de los suicidas esté el Bar Esperanza. Que Alba Carrillo cite en su Instagram a Unamuno. Que a la directora general de la principal eléctrica la acusen de estar ahí por enchufe. Que la cantante de éxito te compusiera su primer fracaso comercial. Que te recomendaran tener contacto cero con ella y desde entonces no dejarais de hacer planes juntos. Que te dijera que no cuando deseaba decirte que sí. Que cuando, pese a estar siempre rodeados, en lo único que estabais pendientes era el uno del otro. Que vuelvas a correr para pensar en cómo dejar de pensar en ella.

Que la madre de los Panero se llamara Felicidad.

"La botavara! ¡Cuidado con la botavara! Fue su grito de guerra siempre que avistábamos algún peligro"

Nos subimos en aquel velero en Menorca, y yo, presumiendo de avezado marinero, lo primero que hice fue advertirla de que tenía que esquivar la botavara cuando el barco virara. Al primer golpe de viento —toma botavara— el mástil me golpeó en la cabeza con tal virulencia que me tiró al suelo: ella muerta de risa mofándose de mí y yo con una brecha durante toda la travesía. “¡La botavara! ¡Cuidado con la botavara!” fue su grito de guerra siempre que avistábamos algún peligro. Verla reír: océanos de tiempo.

“No pensé que te enamorarías de mí”, le dijo el protagonista de In the Mood for Love a la mujer. “Yo tampoco”, le contestó ella. Era un diálogo fácil de replicar para vosotros dos: deseando amar.

Leíste una cita de Emily Dickinson: “Mientras lo estábamos temiendo, llegó”. Vuestro espacio, a veces deseo, otras anhelo, había sido miraros en los últimos meses cuando nadie lo advertía. “He terminado por creer que también tú miras como yo: con los ojos y con las manos y con el sexo y con el alma”, le hubieras dicho lo que escribió Alejandra Pizarnik.

"Incluso en la hora más oscura puede aparecer la electricidad, sonaban los McEnroe cuando apagamos la luz"

Te volviste a poner colonia solo porque un día te dijo que olías bien. Agradeciste que no fuera a ese concierto porque tocarían esa canción. Preparaste una playlist que nunca le mandaste con las canciones que escuchaste pensando en ella. Decías que saldríais de ésta, como cantaban vuestros queridos Love of Lesbiansin estar muy convencido de si realmente sabrías salir de ésta. Lo peor no era dejar de verla, sino dejar de tener la posibilidad de poder verla, sentirse más solo que Britney Spears cuando decidió casarse con ella misma o como cuando te encuentras pensando en preparar una barbacoa solo para uno. No asumir, tampoco, que su número de teléfono puede desaparecer como “Contacto Frecuente” en tu wasap.

Le gustaba más el Nesquik que el Cola Cao, ahí te acabó de enamorar. No fue el vuestro un amor instantáneo, sino un reconocimiento instantáneo.

Me dijo que le sirviera una copa de vino mientras ponía la alarma en el móvil: ella y todas sus alarmas. Incluso en la hora más oscura puede aparecer la electricidad, sonaban los McEnroe cuando apagamos la luz.

Inmerso en la realidad —que se autoinvita en esta fiesta con derecho de admisión— querrías no estar solo un sábado noche en tu casa bebiendo agua con gas, sin duda la más triste y culpable de todas las bebidas, todo un oxímoron. Te beberías un dry Martini, como cuando relucía el sol y ella estaba radiante en la azotea de aquel hotel de lujo: “Solo te pido no hablar de temas importantes”, te suplicó mientras en la calle miles de personas se manifestaban por Palestina y tú le besabas el cuello.

La certeza que te recuerda que en los finales siempre se está comenzando. El epitafio del escritor que decía que nació hombre y murió niño.

La entrada La botavara aparece primero en Zenda.