Ana que fue pop, de Rafa Luján
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En estos tiempos convulsos, donde vivimos un hecho histórico por semana, es cuando más nos acordamos del dicho «Cualquier tiempo pasado fue mejor». Y es que tendemos a idealizar épocas pretéritas, en particular aquella icónica que abarca los años ochenta del siglo pasado. Una década que añoramos los que la vivimos, quizás porque éramos jóvenes y a través de ese filtro todo parece mucho mejor, y así lo trasladamos a las siguientes generaciones, perpetuando, quizás, esa etapa sobrevalorada.
Rafa Luján, narra en su primera novela, Ana que fue pop, una historia a caballo entre el presente y el verano del último año de aquellos ochenta donde más de uno, con un poco de amnesia, afirma que teníamos más libertad que hoy.
Murciano, licenciado en Ciencias de la Información e Historia del Arte, Luján tiene una experiencia de más de veinte años como guionista, cuya ocupación actual es de productor televisivo. Con Ana que fue pop comienza su andadura como novelista, y digo comienza, porque después de disfrutar tanto con su libro, espero que su carrera como escritor sea larga y fructífera.
En la novela acompañamos a Uri, un fotógrafo de bodas que ama el arte que le permite subsistir, por lo que cuando no está retratando a parejas en el día más especial de sus vidas, se dedica a congelar los lugares y momentos que le hacen sentir algo a través del visor de su cámara.
Es gracias a su pasión que retrata por casualidad a Rosa, una mujer acompañada de sus dos perros. Dicha fotografía le brindará la oportunidad de ganar uno de los premios más prestigiosos dentro del mundo de la fotografía. Después de que su foto se haga famosa, Rosa aparece ahogada. Uri, al enterarse de la terrible noticia, sospecha que no ha sido un accidente, y que su imagen se volviese viral tiene relación con el desgraciado desenlace de aquella desconocida que le cayó tan bien, por lo que decidirá investigar de qué se ocultaba la mujer.
Paralelamente seguiremos la historia de una joven llamada Ana. Este hilo transcurre treinta años antes, durante el verano de 1989. Ella es una chica que vive feliz en una pequeña población de Almería mientras sueña con ser actriz. Su vida transcurre de forma tranquila, saliendo con sus amigas y trabajando en el videoclub del pueblo. Ocupación que le permite disfrutar de su hobby: ver películas. Hasta que un día un hecho trágico pondrá su vida patas arriba. Tras el asesinato de uno de los vecinos del pueblo, la actitud sospechosa de su marido la pondrá en alerta, provocando que este comience a ejercer la violencia sobre ella. Ana cree que ese cambio de actitud de su pareja se debe a que tal vez este es el responsable del crimen. Será entonces cuando tendrá que decidir si seguir aguantando o escapar y aprovechar para poder cumplir su sueño al actuar en el videoclip de un famoso grupo británico.
Ambas historias se van intercalando en la narración, correspondiendo cada capítulo a una de ellas. Las dos se desarrollan en verano, una en el de 1989, la otra en 2019. Estos capítulos son breves, lo que da dinamismo a la lectura. Cada uno lleva como título el nombre de una canción, una película o una lectura muy relacionados con él. Porque esta novela está cargada de referencias —las de los ochenta harán las delicias de aquellos y aquellas que idolatran esa década dorada—, pero el autor no lo hace al azar o por capricho buscando la complicidad de quien lee, sino que cada capítulo, de forma inteligente, gira en torno a esa referencia que lo titula, cobrando importancia en la trama.
Rafa Luján nos recuerda que tal vez no había más libertad en esos años, claro ejemplo son los malos tratos que recibe Ana, algo que se consideraba que no debía traspasar la puerta del domicilio; o esas jeringuillas que alfombraban rincones relativamente ocultos.
Su impactante comienzo te deja clavado en sus páginas, dando la certeza de que estás ante una de esas novelas que te leerás de un tirón por la adicción de sus dos historias: la de Ana, personaje del que nos enamoraremos por su pasión e inocencia; y Uri, que a pesar de no resultarnos tan simpático como la anterior, admiraremos su perseverancia e integridad al querer averiguar qué le ocurrió a esa misteriosa mujer a la que debe tanto y de cuya muerte se siente en parte responsable.
De forma sencilla y directa, el autor nos hace llegar una narración pulcra que huye de artificios. Gracias a la voz en primera persona de Uri, compartimos con él esa atmósfera de misterio que le lleva a investigar, sin pensar en las consecuencias, lo ocurrido con Rosa. Mientras que la voz narrativa más omnisciente que nos acerca la trama de Ana, da esa sensación de lejanía con una época ya pasada, retratando perfectamente esa inocencia que solo existe en la juventud, cuando aún no somos conscientes de que esa luz proyecta sombras que alcanzan al futuro, porque nadie puede huir por completo de su pasado.
Lectura entretenida que te atrapa desde el primer párrafo, con ramalazos de nostalgia que encantarán a todos aquellos que anhelan cualquier tiempo pasado, pero que no necesariamente tenía por qué ser mejor.
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