A mi me gustan las mujeres con una cierta clase… Un soltero sin abuela se convierte en el nuevo villano de ‘First Dates’

Una cita a ciegas marcada por los prejuicios en ‘First Dates’ Después de más de nueve años en antena, ‘First Dates’ continúa consolidándose como uno de los programas más longevos y exitosos de la televisión española. Noche tras noche, el restaurante más famoso del amor abre sus puertas a nuevas parejas que buscan una conexión ... Leer más

May 8, 2025 - 12:07
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A mi me gustan las mujeres con una cierta clase… Un soltero sin abuela se convierte en el nuevo villano de ‘First Dates’

Una cita a ciegas marcada por los prejuicios en ‘First Dates’

Después de más de nueve años en antena, ‘First Dates’ continúa consolidándose como uno de los programas más longevos y exitosos de la televisión española. Noche tras noche, el restaurante más famoso del amor abre sus puertas a nuevas parejas que buscan una conexión especial, aunque no todas las historias terminan con un “sí”. En la emisión del miércoles, una nueva cita dejaba claro que, a veces, las primeras impresiones y los prejuicios pueden arruinar cualquier posibilidad de romance.

Katy llega con confianza y ganas de compartir su pasión

Katy, una monitora de 59 años procedente de Barcelona, llegaba con una actitud segura y optimista. «La gente siempre me ha dicho que aparento menos edad de la que tengo. Me gusta verme bien y cuidarme», confesaba ante las cámaras, mostrando una personalidad marcada por el cuidado personal y una fuerte independencia. Con dos matrimonios pasados a sus espaldas, afirmaba no necesitar a nadie en su vida, aunque sí estaba abierta a encontrar a alguien con quien compartir aficiones como el amor por las motos.

Pep, un motero con ideales estéticos muy definidos

Su cita sería Pep, un funcionario de 60 años originario de Lleida, también aficionado al mundo de las motos. A pesar de coincidir en esta pasión, el soltero llegaba con un enfoque muy diferente. «He tenido mujeres guapísimas, de escándalo, y yo soy feo, me da igual, ya no se puede cambiar», decía sin tapujos. A primera vista, Katy le parecía “normal”, pero el flechazo no ocurrió, y un detalle físico marcó un antes y un después: el tatuaje en el brazo derecho de la mujer.

«No soporto ningún tatuaje. Me pongo en guardia y más con ese tipo de tatuaje tan chabacano», afirmaba sin disimulo. El juicio de Pep fue inmediato y contundente, y ya en ese punto la velada comenzaba a tomar un rumbo complicado.

Una cita sin química ni comprensión

El presentador Carlos Sobera acompañaba a la pareja a su mesa, dando inicio a una cena que avanzaba con más silencios que sonrisas. No obstante, para Katy, el panorama comenzaba a cambiar al saber que Pep también era motero. “Pep no es que sea guapo, es atractivo, tiene algo que te atrae de él”, confesaba con una mirada más optimista.

Sin embargo, el entusiasmo no era mutuo. Pep mantenía su rechazo inicial y lo justificaba una y otra vez: «No por el hecho de ser motera, me va a gustar. Es una mujer excelente, pero no me gusta. No ha cumplido mis expectativas, es por el físico».

Una conversación incómoda y sin filtros

Con el paso de los minutos, Pep decidió abandonar cualquier tipo de cortesía y fue directo al grano, dejando a Katy sorprendida. «No has cumplido mis expectativas. A mí me gustan las mujeres diferentes, muy guapas. Me encantas como mujer, pero no has cumplido mis expectativas», le soltaba sin anestesia.

Katy, visiblemente afectada pero serena, respondía: «Me ha dado a entender que yo no soy guapa. Yo no me considero fea». Pep no se detenía ahí y lanzaba otra afirmación polémica: «A mí me gustan las mujeres con una cierta clase. Todas mis mujeres han tenido clase», decía frente a las cámaras, dejando entrever que su visión de la belleza estaba estrictamente ligada a sus propios estándares estéticos.

Un rechazo mutuo sin posibilidad de segunda oportunidad

La cita no daba para más. Ambos coincidían en que no existía la chispa necesaria para una segunda reunión. Pep era claro: «Creo que no me acostaría con ella, es por un tema físico, es un físico incompatible con el mío». Además, reforzaba su opinión con un nuevo ataque a los tatuajes: «No me gustan los tatuajes, los tengo en la cabeza como otra cosa. Veo un poco el drama».

Katy, en cambio, cerraba la cita con elegancia y firmeza: «Estás equivocado, detrás de mis tatuajes no hay nada malo, todo lo contrario. Podrías habérmelo preguntado».

Lecciones desde la mesa del amor

El paso de Katy y Pep por ‘First Dates’ deja claro que, aunque haya intereses comunes, la falta de apertura y los juicios superficiales pueden enterrar cualquier posibilidad de conexión. El restaurante del amor, una vez más, se convierte no solo en escenario de citas, sino también en reflejo de los límites que muchas personas siguen imponiendo a la hora de conocer a alguien nuevo.

Una lección más en este espacio donde el amor puede surgir… o naufragar en apenas una cena.