Guli: “Ahora está la idea de volver al instrumento, al ruido, a lo imperfecto”

“Que algo esté movido de lugar”, dice Agustín Bucich, alma mater y rostro de Guli. El artista argentino detecta que el desorden es hoy uno de sus anhelos más marcados al momento de sentarse a componer y producir música. Basta con cambiar apenas el tiempo verbal de esa frase para que deje de ser una [...] Ver más noticias en Indie Hoy.

Apr 7, 2025 - 16:53
 0
Guli: “Ahora está la idea de volver al instrumento, al ruido, a lo imperfecto”
Guli.

“Que algo esté movido de lugar”, dice Agustín Bucich, alma mater y rostro de Guli. El artista argentino detecta que el desorden es hoy uno de sus anhelos más marcados al momento de sentarse a componer y producir música. Basta con cambiar apenas el tiempo verbal de esa frase para que deje de ser una expresión de deseo y se transforme en una sensación concreta, casi un estado emocional, la imagen de un momento de vida particular. En definitiva, las lecturas pueden ser infinitas, pero un elemento parece emerger por sobre cualquier otro cuando lo dice: haber alcanzado una autoconciencia certera sobre la música que hace y el lugar que ocupa hoy como artista.

En agosto del año pasado, Guli publicó su sexto disco, Creo que necesito ir a dar una vuelta, con banda nueva. Lo camaleónico del proyecto Guli permite pensar su discografía como distintos estadíos de una misma curiosidad pero con diferentes vestimentas. Algunos dialogan más entre ellos –al punto que son concebidos como discos hermanos, como Hanganga (2016) y Waiata (2017)– y otros rompen un poco con la idea de que la construcción artístico-discográfica sea un sistema monolítico, sin fisuras ni intersticios, y con una narrativa lineal que lo explique todo.

Ahora bien, entre sus discos, Agustín distingue que este último tiene la particularidad de ser aquel en el que encontró una identidad propia mayor. “Lo que venía haciendo siempre estaba muy vestido, muy estilizado, y acá lo siento más puro, sin pensar si lo que estoy haciendo es lo que ahora hay que hacer o lo que se está haciendo”, señala sobre su más reciente trabajo.

Esa identidad tiene su base en la guitarra, particularmente en el power pop, el rock alternativo y el punk que marcó sus años adolescentes a finales de la década del 90 e inicios de los 2000. “Yo vengo de ahí -admite-. Incluso cuando hago lo más pop que me sale, igual tiene elementos del rock en la forma de componer. La guitarra siempre estuvo, pero es verdad que este disco es lo que esperás del guitar rock, está la guitarra ahí shredding y muy powercore”.

El concepto central del disco fue partir de la estructura clásica del rock (batería, bajo y guitarra) para componer sus 17 canciones. Empezar desde la canción, y no del groove como en otros discos, llevó a Guli a prestar más atención a las letras. La instrumentación fue ejecutada enteramente por él, con la única excepción de los violines en “Hasta mañana”, a cargo de Fran Pascua. Con esa estructura como marco, el punto de partida fue “expresar todo esto que me estuvo pasando, de la forma más pura que me sale”, afirma su autor.

Todo aquello que le estuvo pasando también dialogó con unos últimos años en que no la pasó bien. Atravesar lo que él describe como “un tiempo de ermitaño, depresión, de estar en una muy mala” lo llevó a alejarse de los escenarios y de cierto nivel de exposición por cuatro años. “Sentí que nada tenía sentido, que perdí tiempo en la vida y que no servía para nada -recuerda-. Ansiedad, depresión y no querer salir de la cama, no querer comer, no querer hablar con nadie. Sentía que ya no había futuro, que mi tiempo había pasado. Y este disco para mí fue como una terapia, me sirvió para decir cosas y sacarlo”.

Parte de ese barajar y dar de nuevo en que resultó la génesis de Creo que necesito ir a dar una vuelta lo llevó a la idea de que, para que el sonido se alejara de ese groove inicial y el pop caribeño y curvilíneo de su antecesor Si no hubiera mañana (2022) y se acercara a un rock que puede ser tan abúlico como feroz, debía renovar la banda con la que llevar el disco al vivo. 

Guli en Festival Buena Vibra en CC Konex, diciembre 2018. Foto: Agus Luna Castro.

La formación actual está integrada por Mike Barrenechea en guitarra, Valentina Jordán en guitarras y teclados, Leu Frais en bajo, Mora Cutuli en batería y Lionel Padrevecchi en teclado. Este año planean seguir dándole ruedo al vivo, trabajando en reversiones de temas de discos anteriores para adaptarlas a la impronta de la banda. Además, Agustín ya está componiendo nuevas canciones para sumarlas a los shows que proyecta para los próximos meses.

Desde agosto hasta acá, Guli se subió a los escenarios para la presentación del disco y la nueva banda en el Centro Cultural Richards y después en Camping junto a Piter Mazda, además de una presentación escueta previa del disco en una noche que celebraba los 15 años de Placard, banda que integra Mike. Al retomar la actividad, cuenta: “El mayor desafío en ese momento de mi vida fue armar una banda, salir a tocar, ponerme frente al público, organizar todo y, de alguna manera, ser líder. Pero a la hora de estar tocando es solo placer”. 

Esa incomodidad o ambivalencia que le genera subirse a un escenario también se relaciona con su rechazo a la exposición exacerbada que impone la industria musical hoy en día. En la idea de estar todo el tiempo en todos lados, de subirse a varios bondis más de los que uno quisiera, Agustín encuentra sobre todo un incordio, un elemento añadido que lo corre del disfrute que le genera hacer música.

La gente va a ver al personaje, va a ver la cara que aparece todo el tiempo y se presenta haciendo chistes y promocionando, poniendo caras y filtros -dice-. Esa nunca fue mi área fácil, la de estar ahí todo el tiempo vendiéndome. Y hoy la industria te exige eso”. En definitiva, la experiencia y el concepto alrededor de Yate (2019) fue coquetear con –pero sobre todo mofarse de– la noción de un éxito desmesurado y un estrellato pop que rebalsa de sí mismo. “Fue eso, un chiste. Onda: me empezó a ir un poquito bien en algo y jugué a ser una estrella de pop ridícula”, recuerda.

En ese aspecto, Guli reconoce que cada vez le resulta más difuso saber qué es el éxito. “Siento que cuando pensás en el éxito te perdés -reflexiona-. Todo el tiempo validamos al que es exitoso. Porque por algo es exitoso, ¿no? Y bueno, no, el éxito no es lo único que valida”. En su caso, supone que el éxito puede estar en el hecho mismo de poder hacer música y tocar en vivo. “El tema es que hay mucho contraste entre los proyectos consagrados y los que no”, asegura.

A eso se suma que, en el afán de lograr subsistir, el algoritmo de las redes sociales y las plataformas marca el camino. “Lamentablemente, hay muchos músicos que se dedican a hacer música para que ese algoritmo funcione, que tiene que ver con un sonido, con una textura -cuenta Guli-. De hecho, la música hecha por inteligencia artificial tiene cierto color”. Ese color generado, explica, la IA lo obtiene de compilar un montón de cosas del mismo estilo y sin profundidad. “Al final, los músicos terminan queriendo acercarse a eso como si fuera que están ayudando a esa IA a que detecte rápido lo que están haciendo, y eso es una cagada”. 

De cualquier modo, Guli calibra esa sensación de desgaste o fastidio, porque tampoco se quiere poner en un lugar de anti: hay muchas cosas valiosas que están sucediendo y que hay que salir a buscar. “Ahora está la idea de volver al instrumento, al ruido, a lo imperfecto, a que salgan mal las cosas -señala-. Está la movida de La Plata, que me encanta. Están Mora y los Metegoles e Isla Mujeres, que siento que son como hijas de lo que hacía Pérez, de hecho Fausti Sagasti es la hija de Rami Sagasti, así que eso sucede incluso literalmente. También está Fonso, es un amigo y me gusta esa rebeldía que tiene. De todas maneras, Fonso es un capo del marketing. Incluso con su propio estilo, es muy bueno vendiendo ese personaje”.

Nutrirse del trabajo conjunto con otros artistas ha sido otro rasgo distintivo del camino que Guli trazó hasta acá. Incluso contó con la colaboración de la cantante Felicia Douglas, actual integrante de Dirty Projectors, a partir de una convocatoria que lanzó la artista estadounidense durante la pandemia y a la que aplicaron tanto él como María Pien –cantautora, ex integrante de la formación anterior de Guli y por aquel entonces pareja– a través de la cual invitaba a colegas de cualquier parte del planeta a enviar un fragmento para que ella lo loopeara y grabara voces arriba. Entre otros, eligió tanto el fragmento que él le había enviado como el de María. El resto es historia que se transformó en canción y quedó plasmada en dos tracks de Si no hubiera mañana.

Para Guli, no se trata solo de una predilección por contar con colaboraciones de otros y otras artistas, sino también por trabajar como productor con muchos de ellos, como Tomi Morano, Ca7riel, Melanie Williams, Coghlan y María Pien. En esa faceta, el boca en boca jugó un papel clave y tuvo un inicio claro.

Todo empezó porque en ese momento yo estaba coleccionando vinilos y una vuelta fui a Exiles, la disquería de Paco [Gallardo]. Compré unos vinilos y me quedé a charlar un rato con él. Otro día volví y le grabé un CD-R con Hanganga y le pregunté si quería escucharlo. Entonces me mira, señala un mueble lleno de discos y me dice: ¿Ves eso de ahí? Son todos discos que me traen para escuchar”, recuerda con una sonrisa. Agustín siguió viendo algunos discos y, después de un rato, Paco decidió darle play. “Después me escribió diciendo que le encantó y que se lo está mostrando a otras personas y, a partir de ahí, me contacta Tomi Morano, que en su momento tenía un programa en FM BitBox que se llamaba Órbita Fri, con Vera Spinetta y Ca7riel”.

A pesar de que el trabajo de producción le insume mucho más oído y atención que el que le dedica a la composición y grabación propias, Guli se considera más un compositor que un productor. “La producción la entiendo más como una faceta laboral. Obvio que si me gusta lo que estamos produciendo lo disfruto y es hermoso”, explica. Produce su música porque desde muy temprano se dio maña: “Siempre era estar en la compu y después había, además, una guitarra y un teclado. Entonces pasó a ser una cuestión de cómo hacer para jugar con la compu en combinación con estas dos cosas. Y ahí me ponía a grabar. Tengo la naturalidad de componer y grabar al toque”.

Guli
Guli. Foto: Gentileza del artista.

Hoy, ambas cosas suceden en la casa quinta en la que está viviendo desde hace cinco años, en Benavídez. A pocos minutos de la Ruta 9, el verde, el ruido de los pájaros, el lomo de los perros callejeros mirando al cielo y la recurrencia de las lomas de burro marcan el ritmo de vida. Con el aporte y asesoramiento de Giuliano Abalsamo y Mariano Caraballo –con quienes trabajó durante su paso por Levare, su antigua banda– Agustín levantó el estudio La Alfombra Mágica, en donde al ahora pasa cerca de seis horas por día.

Antes de mudarse a Benavídez, estuvo viviendo ocho años “súper intensos” en Ciudad de Buenos Aires, hasta que sintió una saturación. “A la mañana, era levantar la persiana y ver enfrente un cartel gigante, primero con una publicidad de vacaciones a Aruba, después de Coca Cola, y así -recuerda-. Guayra y Cabildo. Era levantarme y automáticamente escuchar la avenida. Escuchaba cómo se cagaban a trompadas los pibes que iban a la matiné que está ahí”.

Hoy, está agradecido con el cambio de aire que le permitió la casa. Ese cambio de entorno permeó en Creo que necesito ir a dar una vuelta. “El disco tiene tintes suburbanos en el estilo -cuenta-. La cosa suburbana tiene una oscuridad que me atrae y me inspira. La música que venía haciendo es más de ciudad y departamento, mientras que este disco es más de garage y suburbio”. Anticipa que su próximo disco tendrá una búsqueda similar a la de Creo que necesito ir a dar una vuelta y funcionará como una suerte de segunda parte de su antecesor.

En paralelo, está trabajando en un material que “es una especie de musicalización de una película imaginaria y estoy viendo cómo saco eso, si como Guli u otra cosa -afirma-. Es un disco más instrumental, como si fuera de una peli pero que no existe”. Últimamente está muy interesado en el cine en general, no solo en términos de la idea de musicalizar una película, sino en el mero ejercicio de pensar historias y formas de llevarlas a cabo. Mientras planifica lo que vendrá este 2025, a veces, la temperatura de esta época del año lo invita a salir por las noches a caminar por el barrio para agitar la cabeza a ver si aparecen más ideas de historias posibles, sobre todo, aquellas que la luz infinita de la ciudad no le permitían ver.

Escuchá Creo que necesito ir a dar una vuelta de Guli en plataformas (Spotify, Tidal, Apple Music).

Ver más noticias en Indie Hoy.