Con un excelso ramillete de verónicas recibió Juan Ortega al cuarto de la tarde, con dos por el izquierdo en donde ya vió el torero cómo se deslizaba el animal por ese pitón. Toda la esperanza del mundo aguardaron los tendidos, tras este inicio. Y a fe que se satisfizo, porque una oda a los ayudados por alto fue el inicio de faena de Ortega. ¡Qué cadencia, qué despaciosidad! Y para remate dos cambios de mano, a cada cual mejor. Por el lado izquierdo fue… Y al natural basó la faena. Una faena eterna, porque así eran los muletazos . Estaba tan entregado e inspirado el sevillano, que hizo un atisbo de hacer una arrucina, aunque se lo pensó y...
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