De primer y segundo plato, Flaubert

El hecho que desencadena el libro que nos ocupa —una entrevista de Álvarez de la Rosa a Flaubert— parece extraído de El misterioso doctor Cornelius, la novela de Gustave Le Rouge. En ningún sitio lo dice, pero tengo la sospecha de que el autor ha recurrido a un curioso invento de Cornelius, la carnoplastia, que... Leer más La entrada De primer y segundo plato, Flaubert aparece primero en Zenda.

Mar 12, 2025 - 06:37
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De primer y segundo plato, Flaubert

Flaubert a la carta, el libro con el que Antonio Álvarez de la Rosa ha ganado el XVI premio Málaga de ensayo, pertenece a un género innominado al que cada vez son más aficionados los escritores veteranos. Aunque próximo a la autobiografía y las memorias, su peculiaridad es que la evocación de experiencias vitales, no necesariamente reales, se hace en diálogo con la obra y el pensamiento de un autor clásico que ha influido decisivamente en sus trayectorias. Dos ejemplos más que notables de este tipo de libros son Leyendo a Baroja, de Antonio Regalado, y Mi vecino Montaigne, de Juan Malpartida. Un viaje, una entrevista, una carta, cualquier hecho anecdótico sirve como estímulo para relatar la historia de la relación entre un lector que es también escritor y un clásico leído y releído por él a lo largo de los años.

El hecho que desencadena el libro que nos ocupa —una entrevista de Álvarez de la Rosa a Flaubert— parece extraído de El misterioso doctor Cornelius, la novela de Gustave Le Rouge. En ningún sitio lo dice, pero tengo la sospecha de que el autor ha recurrido a un curioso invento de Cornelius, la carnoplastia, que permite a alguien adquirir la apariencia (física o mental) de otra persona. Como en literatura tal operación únicamente puede llevarse a cabo mediante la figura retórica del doble, el libro que ha escrito es una suerte de desdoblamiento, de diálogo interior (si hay monólogo interior, ¿por qué no diálogo interior?) entre las dos caras del protagonista: la suya propia y la de Flaubert. La estrategia no resulta ni verosímil ni convincente, aunque algo hace que nos olvidemos al momento de ello: la sintonía espiritual existente entre ambos. Uno y otro llevan décadas tratándose y comparten no sólo estética e ideas, sino mil otras cosas, desde la afición al Calvados o a ciertos quesos —¡ah, el Pont-l’Évêque!— al desprecio de la mala literatura, pero sobre todo una: la creencia en que el hombre es siempre más o menos lo mismo, sea cual sea la época en que viva, y que por más que corran los siglos y progresen las sociedades nuestra naturaleza no varia. “El ayer —escribe el autor parodiando a Ortega— es el hoy menos las circunstancias”. No sé a ciencia cierta si es así o no, pero de algo si estoy seguro, y es de que sin dicha creencia la carnoplastia no funcionaría.

"Flaubert era un hedonista muy trabajador que poseía un extraordinario sentido del humor y muy mala opinión de sus contemporáneos. Su visión de la vida y los hombres fue pesimista y sombría"

Flaubert no es para Álvarez de la Rosa —como Baroja para Regalado o Montaigne para Malpartida— un tema, sino una afinidad, un estilo, una manera de estar en el mundo y de contarlo, alguien que supo poner un ojo en la realidad y otro en el arte y que, por eso, porque no puso los dos ojos en la realidad, ni los dos ojos en el arte, sigue iluminándonos. De ahí probablemente que pueda decir de Flaubert lo que este dijo de Montaigne: “Tenemos los mismos gustos, las mismas opiniones, la misma manera de vivir, las mismas manías”. El libro que ha escrito gira en torno a la figura del gran escritor, de hecho avanza de la mano con él, en una afectuosa compañía, pero su punto de vista no es el del gélido catedrático que imparte una lección magistral, sino el del lector entusiasta que ha descubierto en su pasión un acicate para ir más allá de ella y reflexionar sobre las implicaciones vitales de lo clásico, ese hilo rojo que teje la historia de la civilización y que tan fundamental resulta cuando esta se desorienta.

Flaubert era un hedonista muy trabajador que poseía un extraordinario sentido del humor y muy mala opinión de sus contemporáneos. Su visión de la vida y los hombres fue pesimista y sombría. “La vida es como una sopa llena de pelos”, dice no recuerdo dónde. Nada de extraño tiene que desde joven se identificara con San Policarpo de Esmirna, santo llorón que se quejaba de vivir en un tiempo (el siglo II) estúpido e inmoral. Hoy ambos, Policarpo y Gustav, habrían coincidido en denostar nuestro mundo. Los hombres cambian poco, a diferencia de las cosas. La telaraña tecnológica en la que ahora estamos felizmente atrapados es más eficaz que la imprenta de Gutenberg, pero el bulo, la mentira, la difamación, la necedad, todo eso que vuelven odiosas las relaciones humanas, existieron siempre. Flaubert fue un atento observador de todo ello y puso el dedo en la llaga al ligarlo con la estupidez y la ignorancia, dos rasgos inalienables de nuestra especie. La humanidad progresa y con ella la estupidez y la maldad. Álvarez de la Rosa, que lo sabe, que sabe lo que le duele el mundo a su admirado amigo, lo pone al día informándole de las necias costumbres actuales: la barbarie del turismo, la indecencia de la política, la trivialidad del arte y la literatura, la tontería en general. Ahora bien, no sé si porque no es lo mismo ser canario que normando, se percibe algo en su tono más amable, menos bilioso y radical que en el del francés. Alguien podría pensar que esto es una sombra en el plan del libro (Flaubert seguramente se subiría por las paredes si viera lo tontos que nos hemos vuelto y lo peligrosa que se ha vuelto la tontería), pero creo que en realidad es un acierto, pues pone de manifiesto que la afinidad de la que se parte no es mimetismo, sino algo infinitamente más importante, amistad verdadera.

"Estas cartas son probablemente el máximo exponente del género epistolar que ha deparado la literatura universal. Como expresión de la intimidad del autor, ofrecen la mejor perspectiva posible para conocerlo"

Tratándose de una relación vieja, que se remonta a la época en que Álvarez de la Rosa fue a estudiar a Francia, nadie se extrañará de que conozca al dedillo la obra de Flaubert. Una vida estudiándola, traduciéndola, comentándola, explica que haya podido entablar el diálogo (diálogo interior, insisto) que conforma el libro y que ambas biografías, del entrevistador y del entrevistado, se entrelacen con la armonía con que lo hacen. Su principal fuente de información son, claro, las cartas, que conoce mejor que nadie. Hace cuatro años publicó en Alianza Editorial, con el título El libro del collar, una magnífica (y aplaudida) selección editada y traducida por él. Estas cartas son probablemente el máximo exponente del género epistolar que ha deparado la literatura universal. Como expresión de la intimidad del autor, ofrecen la mejor perspectiva posible para conocerlo. El pesimismo, la indiferencia hacia los demás, la desconfianza en el sentimiento y el progreso, el orgullo que le lleva a burlarse a menudo de todo, todo eso que siempre se ha dicho de Flaubert, se refleja perfectamente en su correspondencia como en otras obras suyas, pero lo hace además de tal manera que torna posible la iluminadora recreación que ha hecho Álvarez de la Rosa. Nada de sorprendente tiene, por eso, que haya titulado su libro Flaubert a la carta, un libro en el que el aficionado a la literatura se enterará de cómo aprendió Flaubert el ideal de imparcialidad que caracteriza su escritura, o cómo asumió en cuanto novelista la tarea de no vivir en sí mismo a fin de recoger en su mirada todas las miradas, o cómo supeditó la belleza a la verdad sin dejar de perseguirla en ningún momento; pero en el que cualquier otra clase de lector, menos interesado en este tipo de cuestiones, encontrará también temas apasionantes: su relación con los clásicos, sus viajes, sus amistades, sus ideas sobre la ciencia, sobre política y politiqueo, sobre los hábitos de la burguesía, sobre las mujeres, en fin, y después de un largo etcétera, sobre la vida misma. Un menú, les aseguro, muy apetitoso.

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Autor: Antonio Álvarez de la Rosa. Título: Flaubert a la carta: Una brújula en el laberinto. Editorial: Páginas de Espuma. Venta: Todos tus libros.

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