Me atrevo a contarlo
A los 36 años y recién acabado el rodaje de 'King Kong', a Naomi Watts, le comunicaron que estaba a punto de entrar en la menopausia. Una experiencia que recoge en ‘Me atrevo a contarlo’ (Lunwerg Editores). La entrada Me atrevo a contarlo se publicó primero en Ethic.

Cuando tenía cuarenta y dos años, poco después de que naciera mi segundo bebé, comencé a tener síntomas fuertes y constantes de menopausia. El síntoma más significativo eran los sudores nocturnos. Pero también tenía el sofoco ocasional durante el día. Recuerdo perfectamente dos de ellos.
Una vez estaba en un avión cuando llegó el sofoco. En ese momento, sentí como si me estuvieran asfixiando. El calor era insoportable, pero la sensación no era tanto como estar en un clima cálido sino más bien como verse inundada por una ola de vergüenza. La sensación me sobrepasó: ¡Ay, Dios, tengo que salir de aquí ahora mismo!, pero estaba en el asiento del medio y ya me había levantado un par de veces para ir al baño — para disgusto de mi compañero de asiento, que me había mirado mal varias veces —, así que me quedé ahí clavada, deseando estar en cualquier otro lugar. Si hubiera habido un botón de escape, lo habría pulsado, justo después de mostrarle el dedo al tipo del asiento del pasillo.
En otra ocasión estaba de viaje con amigos y nos encontrábamos en un barco enorme en el océano Pacífico. Era una de las primeras veces que intentaba tener unas vacaciones glamurosas con mis hijos aún pequeños, y estaba encantada de estar en el agua con un bonito traje de baño. De pronto me encontré empapada. Casi no tenía ropa puesta, pero sentí que tenía que deshacerme de cualquier traza de tejido y tirarme de cabeza al océano. Aunque el barco estuviera atravesando aguas llenas de tiburones, pensé: «Tengo que meterme inmediatamente en el agua fría».
«Ese fue el año en que me quitaron los ruedines», me contó una mujer sobre su propia experiencia al darse cuenta de que estaba entrando en una nueva fase de su vida. Mientras sufría los clásicos síntomas relacionados con la dilatación y constricción de los vasos sanguíneos (sofocos, sudoración nocturna, palpitaciones), comenzó a tener síntomas en prácticamente cualquier parte de su cuerpo: alteraciones del ánimo que incluían depresión, ansiedad, irritabilidad e ira; cambios en la piel que incluían tanto sequedad como piel grasa, pérdida de cabello en la cabeza cruelmente acompañada de crecimiento de vello facial; sequedad vaginal y problemas sexuales asociados, pérdida de libido; migrañas, niebla mental, problemas del sueño; infecciones del tracto urinario, problemas gastrointestinales, incontinencia e incluso pitidos en los oídos. Les llevó tiempo a ella y a sus médicos darse cuenta de que todo ello estaba relacionado con la menopausia.
Les llevó tiempo a ella y a sus médicos darse cuenta de que todo ello estaba relacionado con la menopausia
El síntoma que más se asocia a la menopausia es el fenómeno conocido como «sofocos». Pueden encontrarse entre los síntomas más molestos de esta edad, especialmente porque parecen darse en los momentos menos adecuados, puesto que pueden desencadenarse a causa del estrés.
Mi amiga Sarah me describió sus sofocos de esta forma: «Una de mis obsesiones era moverme en la cama de un lado a otro por la noche y tocar la sábana, y sorprenderme de que parecía que alguien acabara de quitar una manta eléctrica puesta a máxima temperatura, ¡estaba muy caliente al tacto!». La mayor sorpresa sobre los sofocos es lo distinto que se sienten a tener muchísimo calor en un día de verano. Son tan intensos e inmediatos. Me encuentro bien… me encuentro bien… ¡Ay, Dios mío, que alguien me acerque el abanico! ¡Echadme hielo por encima! ¡No me importa si me quedo desnuda en público! Ella decía que esta fase de la vida podría resumirse en «arrancarse la ropa mientras estás visitando universidades».
No sabría decirte el número de mujeres con las que he hablado que, estando en una reunión de trabajo importante o teniendo una conversación difícil con su pareja, de repente se encontraban sudando profusamente, como si estuvieran en una clase de bikram yoga donde los demás estaban perfectamente cómodos. La primera vez que tuve un sofoco pensé: ¿Quién ha subido la calefacción? ¿A quién tengo que culpar de esto? Igual que cuando no te cierran los pantalones y estás segura de que han encogido en la lavadora.
Los sudores nocturnos eran comunes en mí, aunque tengo que matarme haciendo ejercicio para empezar a sudar. Incluso ahora, a pesar de la terapia hormonal, me despierto con algo de sudor en el pecho, oliendo como si hubiera estado haciendo hamburguesas en un turno de noche de una cadena de comida rápida. (¡Algunas dermatólogas me han contado que hay mujeres de mediana edad visitando las consultas para ponerse bótox en las axilas para aplacar la sudoración excesiva!)
Este texto es un fragmento de ‘Me atrevo a contarlo’ (Lunwerg Editores), de Naomi Watts.
La entrada Me atrevo a contarlo se publicó primero en Ethic.