Esta profesora de botánica tiene claros los trucos para no llorar cortando cebolla y ninguno es un 'truco de abuela'

Picar cebolla es un necesario trance para gozar gastronómicamente de ellas, pero también un suplicio para mucha gente que ve como en cuestión de segundos se pone a llorar más que con el final de Marco. Que las cebollas piquen, independientemente de su origen, es un hecho y la mayor parte de esta culpa se debe a ciertos componentes inocuos derivados del azufre que son los que provocan la irritación de las fosas nasales y los ojos, incitándonos vilmente a ese lagrimeo que puede amargarnos un buen rato al cocinar. Si nunca te has preguntado cómo es posible, por ejemplo, que las cebollas –a pesar de estar enterradas en el campo– apenas sufren daños por plagas como los topillos y otros roedores sentirás que, sin pretenderlo, tú también seas víctima de la misma trampa que le pasa a estos animales. Al cortarse las cebollas se generan una seria de sustancias sulfurosas volátiles al reaccionar dos compuestos: el isoalliin y la enzima alinasa, ambos contenidos en las células de la cebolla y que, por ejemplo, espantan a los topillos y a otra serie de roedores cuando pretenden atacar a estos bulbos. Lo mismo que te pasa a ti. Solo que las ratas no tienen las mismas herramientas que nosotros para intentar que las cebollas no nos hagan llorar y, aunque la genética ha ido introduciendo cebollas libres de lágrima, lo cierto es que la mayoría de ellas siguen provocando nuestro sabroso llanto. Por eso, lo mejor es atender a las recomendaciones de una profesora de botánica para comprobar qué hacer para evitar que las cebollas nos hagan vivir en un mar de lágrimas. Lo primero es mantenerlas refrigeradas. No todo el rato, pues pueden pudrirse, pero sí es recomendable enfriarlas antes de ir a picarlas porque el frío reducirá ese estallido de volátiles de sulfuroso. La otra fórmula es ser breves. Si tenemos un cuchillo afilado y en perfecto estado, tal y como también recordaba Karlos Arguiñano, cortaremos mejor –en vez de picar o machacar– la cebolla y eso permitirá que la dispersión de los compuestos sulfurosos sea mucho menor, reduciendo el riesgo de llanto. En ninguno de los dos casos, insistimos, es una ecuación perfecta y librarnos en su totalidad de las lágrimas es imposible, pero al menos algo sí conseguiremos. Imágenes | Imagen de freepik En DAP | Cebolla caramelizada En DAP | Cebolla frita en el microondas - La noticia Esta profesora de botánica tiene claros los trucos para no llorar cortando cebolla y ninguno es un 'truco de abuela' fue publicada originalmente en Directo al Paladar por Jaime de las Heras .

Apr 9, 2025 - 10:59
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Esta profesora de botánica tiene claros los trucos para no llorar cortando cebolla y ninguno es un 'truco de abuela'

Esta profesora de botánica tiene claros los trucos para no llorar cortando cebolla y ninguno es un 'truco de abuela'

Picar cebolla es un necesario trance para gozar gastronómicamente de ellas, pero también un suplicio para mucha gente que ve como en cuestión de segundos se pone a llorar más que con el final de Marco.

Que las cebollas piquen, independientemente de su origen, es un hecho y la mayor parte de esta culpa se debe a ciertos componentes inocuos derivados del azufre que son los que provocan la irritación de las fosas nasales y los ojos, incitándonos vilmente a ese lagrimeo que puede amargarnos un buen rato al cocinar.

Si nunca te has preguntado cómo es posible, por ejemplo, que las cebollas –a pesar de estar enterradas en el campo– apenas sufren daños por plagas como los topillos y otros roedores sentirás que, sin pretenderlo, tú también seas víctima de la misma trampa que le pasa a estos animales.

Al cortarse las cebollas se generan una seria de sustancias sulfurosas volátiles al reaccionar dos compuestos: el isoalliin y la enzima alinasa, ambos contenidos en las células de la cebolla y que, por ejemplo, espantan a los topillos y a otra serie de roedores cuando pretenden atacar a estos bulbos.

Lo mismo que te pasa a ti. Solo que las ratas no tienen las mismas herramientas que nosotros para intentar que las cebollas no nos hagan llorar y, aunque la genética ha ido introduciendo cebollas libres de lágrima, lo cierto es que la mayoría de ellas siguen provocando nuestro sabroso llanto.

Por eso, lo mejor es atender a las recomendaciones de una profesora de botánica para comprobar qué hacer para evitar que las cebollas nos hagan vivir en un mar de lágrimas.

Lo primero es mantenerlas refrigeradas. No todo el rato, pues pueden pudrirse, pero sí es recomendable enfriarlas antes de ir a picarlas porque el frío reducirá ese estallido de volátiles de sulfuroso.

La otra fórmula es ser breves. Si tenemos un cuchillo afilado y en perfecto estado, tal y como también recordaba Karlos Arguiñano, cortaremos mejor –en vez de picar o machacar– la cebolla y eso permitirá que la dispersión de los compuestos sulfurosos sea mucho menor, reduciendo el riesgo de llanto.

En ninguno de los dos casos, insistimos, es una ecuación perfecta y librarnos en su totalidad de las lágrimas es imposible, pero al menos algo sí conseguiremos.

Imágenes | Imagen de freepik

En DAP | Cebolla caramelizada

En DAP | Cebolla frita en el microondas

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