La inocencia innata de la izquierda no es un mito subsidiario sino su sujeto fundacional, advierte Ferran Sáez Mateu: «Marx y Bakunin no inventaron las penurias de la clase obrera del siglo XIX: por desgracia eran bien reales. Lo que inventaron fue otra cosa: un sujeto imaginario —el buen salvaje— que permitía crear una sociedad capaz de redimir a la naturaleza humana de su caída, de su pecado original». El Hombre Nuevo no se conforma con mejorar una sociedad que siempre será imperfecta dada su matriz humana. Aspira a una solución total . La fantasía utópica es un venero de totalitarismos. El autor ilustra el tránsito de esa entidad fantasmal que propagaron De las Casas, Montaigne, Rousseau, Marx, Engels, Cabet,...
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