Donde la lengua se lava con lluvia de mar

Lluvia fina y bestias de la misma especie luchando. Huele a tierra mojada del norte, a calado lento, a memoria con bandera roja de mar feroz y a humanidad sin filtros. Huele a lo que tiene que oler un libro para embriagar olfatos y dejarse leer con entrega y devoción. La nueva novela de Luis... Leer más La entrada Donde la lengua se lava con lluvia de mar aparece primero en Zenda.

Mar 18, 2025 - 06:19
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Donde la lengua se lava con lluvia de mar

¿De qué puede tratar un libro que se titula Calabobos? ¿Qué nos quiere contar presentándose con una portada ilustrada con el brutal Combate de toros de Brascassat?

Lluvia fina y bestias de la misma especie luchando. Huele a tierra mojada del norte, a calado lento, a memoria con bandera roja de mar feroz y a humanidad sin filtros. Huele a lo que tiene que oler un libro para embriagar olfatos y dejarse leer con entrega y devoción. La nueva novela de Luis Mario, publicada por Reservoir Books, no se parece a nada. Su autor es tan imprevisible como las galernas; no dobla las sombrillas de la playa, pero provoca el mismo efecto en el corazón.

"En las novelas de Luis Mario siempre parece que no ocurre nada. Y, sin embargo, sucede todo un mundo, como en el sombrero de un mago"

Calabobos sí tiene abuela y, aun así, merece todos los elogios del mundo. Inspirándose en la oralidad más rural de la costa del mar Cantábrico y en las historias que le contaba su «güela» Conchita, Luis Mario logra alcanzar la cima de la belleza valiéndose de unos personajes tocados por el infortunio y la pobreza. ¿Cómo logra elaborar un relato exquisito que trata sobre suicidios, homofobia, acoso social, corrupción, esclavitud laboral, crímenes de guerra, hambre, suciedad, violencia doméstica, abuso de poder y maltrato al discapacitado? ¿Puede un lenguaje repleto de exabruptos, improperios y maldiciones ser poético? Suena paradójico, pero esto es alquimia y talento narrativo. Si la belleza es el comienzo de lo terrible, según Rilke, lo terrible es el comienzo de la belleza en Calabobos. Y esa belleza se transcribe en un idiolecto tomado de un «cántabru» tan personal y reconocible que parece que escuchemos la voz del actor Luis Zahera en la película As bestas mientras leemos. Las mismas miserias y secretismos, conflictos de manadas y de lindes, marginación y resistencia en una tierra que defiende con uñas y dientes la tradición y sus relatos. Las historias son las de siempre, lo prodigioso es lograr que formen parte del patrimonio colectivo de la memoria para inspirar nuevas mitologías. El autor lo consigue y nos atrapa, como una de esas olas de la mar picada, y nos deja dando vueltas con la boca repleta de percebes y mejillones hasta que baja la marea. Porque Calabobos dura una pleamar, conviene leerla del tirón.

"Meterse en la piel de esta familia es como montarse en la cabeza un thriller rural inspirándose en Mario Camus o Buñuel y Oliver Laxe o Sorogoyen"

En las novelas de Luis Mario siempre parece que no ocurre nada. Y, sin embargo, sucede todo un mundo, como en el sombrero de un mago. El argumento principal es la desaparición de una niña discapacitada un día lluvioso antes de la pleamar. Su madre sale a buscarla mientras las fábulas y los recuerdos van entreteniendo la angustia de una familia que aguarda noticias en su «casuca» frente al mar. A lo largo de los tres intervalos de lluvia que ocupan la búsqueda, va desfilando un elenco de personajes arquetípicos: los proscritos (paisanos desviados, contrahechos, viscerales o repudiados), los que habitan en las leyendas y los que se tornan metáforas (mejillones que incuban fetos, el ama de cría que amamanta a cachorros de perros y corderos, la que desgrana dientes de las vainas de las alubias, hombres que reponen su dentadura perdida con las piezas de los asesinados en la guerra que regresan a la orilla, y otros que sajan montañas para sacarles las tripas). Y también hay un coro, como en las tragedias de Eurípides, formado por mejillones que apoyan la trama con poemas cuchicheados, y un deus ex machina que la resuelve. Otras veces la intervención divina es alegórica, deudora del folclore popular. El realismo mágico cala hasta los huesos.

Meterse en la piel de esta familia es como montarse en la cabeza un thriller rural inspirándose en Mario Camus o Buñuel y Oliver Laxe o Sorogoyen. Su estructura familiar, paupérrima y maltratada, recuerda a la de Los santos inocentes, de Delibes, aunque en Calabobos el terrateniente despiadado es el mar. El matriarcado funcional y abnegado ha dado personajes imprescindibles en la historia de la literatura universal. En la novela de Luis Mario tienen la fortaleza de las percebeiras que se juegan la vida en la mar gruesa. El dolor amordazado sobrevive escondido entre metáforas. Es el refugio de los seres legendarios que encarnan lo que aterra de ellos. Así ocurre con la Mujer Osa, la Monuca o la Guayona, que siguen permaneciendo de alguna manera en su «terruco» provocando el temor que las expulsó de él. Cuando se nace fracasada, la realidad resulta tan insoportable que se rompe en mil pedazos. Reconstruirla ya es otra historia.

Decía Paul Valéry que los zapatos demasiado estrechos nos harían inventar nuevas danzas. En Calabobos se descalzan y se hacen los pies jirones bailando bajo la lluvia sobre las rocas. Su sonido es espectacular, no se escucha. Hay que leerlo.

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Autor: Luis Mario. Título: Calabobos. Editorial: Reservoir Books. Venta: Todos tus libros.

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