Casi privada: la isla de Canarias en la que vive solo un habitante en una situación única en España
A veces la ficción parece encontrar una rendija por donde colarse en la vida real. Pensemos en Robinson Crusoe, la novela de Daniel Defoe publicada en 1719. Su protagonista, tras sobrevivir a un naufragio, termina en una isla desierta donde vive solo durante años, enfrentándose a la soledad y a la naturaleza. Con el tiempo descubre que no está completamente solo, pero durante buena parte de la historia, ese aislamiento absoluto se convierte en el eje narrativo. Aunque parece una historia creada exclusivamente para la literatura, hay un rincón de España en el que esta fantasía se materializa con una fidelidad sorprendente. Se trata del Islote de Lobos, un pequeño pedazo de tierra dependiente de Fuerteventura, en las Islas Canarias, donde, según el censo oficial de 2021, solo vive una persona. España está llena de paisajes naturales únicos: montañas como los Picos de Europa, cuevas como las del Drach en Mallorca, pueblos aislados en los Pirineos o playas casi vírgenes como las de la Costa da Morte en Galicia. Hay cascadas escondidas en parques naturales, ríos cristalinos y senderos que parecen sacados de un cuento. Pero un islote prácticamente deshabitado, con solo un habitante, ofrece una experiencia radicalmente distinta. No es solo naturaleza. Es la sensación de estar en el margen del mundo, en un lugar donde la presencia humana apenas ha dejado huella. El Islote de Lobos se encuentra al noreste de Fuerteventura, a tan solo dos kilómetros del puerto de Corralejo, desde donde se puede llegar fácilmente en barco. La singularidad del Islote de Lobos Administrativamente pertenece al municipio de La Oliva, y su nombre proviene de los antiguos lobos marinos —focas monje— que lo habitaban hasta que fueron prácticamente exterminados por los pescadores en siglos pasados. Tiene una superficie de apenas 4,5 kilómetros cuadrados, lo que permite recorrerlo entero en una sola jornada. A pesar de su reducido tamaño, este islote guarda una biodiversidad sorprendente y paisajes de gran belleza. En 1982 fue declarado Parque Natural, lo que significa que está protegido y su acceso es controlado. Solo pueden entrar 400 personas al día y es necesario solicitar un permiso gratuito con antelación. Esto permite que el entorno se conserve casi intacto y que la experiencia de visitarlo siga siendo especial. Centro de Visitantes de la Isla de Lobos. ©Visit Fuerteventura. A nivel administrativo, el islote depende de Fuerteventura, pero no tiene infraestructuras permanentes. No hay hoteles, ni supermercados, ni carreteras. Solo hay una pequeña vivienda que, según el censo, es habitada por una única persona. Se trata de una situación verdaderamente singular en todo el territorio español. Para llegar al Islote de Lobos, hay varias opciones de transporte marítimo desde Corralejo. Existen ferris que operan con regularidad, así como taxis acuáticos y excursiones en barco. El trayecto es corto, de apenas 15 minutos, y las vistas del océano y de las costas de Fuerteventura y del propio islote hacen que el viaje sea también parte del atractivo. Una vez allí, lo primero que sorprende es el silencio. No hay coches ni motores. Solo el viento, el sonido de las olas y, ocasionalmente, el canto de las aves. El Islote de Lobos tiene una extensión de unos 4,5 kilómetros cuadrados y solo cuenta con un habitante censado. ©Visit Fuerteventura. Qué hacer en el Islote de Lobos El Islote de Lobos es un paraíso para los amantes de la naturaleza. Hay varios senderos señalizados que permiten recorrerlo sin dañar el entorno. Uno de los más populares lleva hasta la cima de la Montaña de La Caldera, un pequeño volcán de 127 metros de altura desde cuya cima se obtiene una vista panorámica impresionante del océano y de Fuerteventura. Otro camino conduce al Faro de Martiño, un lugar emblemático que marca el extremo norte del islote. El faro, aunque automatizado, añade un toque nostálgico al paisaje y es ideal para los que buscan un rincón fotogénico y tranquilo. En cuanto a las playas, el Islote de Lobos alberga algunas de las más bellas y tranquilas del archipiélago canario. La playa de La Concha, con su arena blanca y aguas turquesas, es probablemente la más conocida. Está resguardada del viento y las olas, lo que la convierte en un lugar perfecto para el baño y el esnórquel. Cerca se encuentra El Puertito, un pequeño conjunto de casas y embarcaderos donde, en determinadas épocas del año, abre un restaurante que sirve pescado fresco y platos típicos canarios. Es un lugar pintoresco, donde se puede sentir la vida sencilla y marinera del pasado. La cima de la Montaña de la Caldera es el punto más alto del islote, con poco más de 125 metros, y suele estar concurrido por aves migratorias y gaviotas. ©Visit Fuerteventura. Otras zonas interesantes son Las Lagunitas, formaciones nat

A veces la ficción parece encontrar una rendija por donde colarse en la vida real. Pensemos en Robinson Crusoe, la novela de Daniel Defoe publicada en 1719. Su protagonista, tras sobrevivir a un naufragio, termina en una isla desierta donde vive solo durante años, enfrentándose a la soledad y a la naturaleza. Con el tiempo descubre que no está completamente solo, pero durante buena parte de la historia, ese aislamiento absoluto se convierte en el eje narrativo.
Aunque parece una historia creada exclusivamente para la literatura, hay un rincón de España en el que esta fantasía se materializa con una fidelidad sorprendente. Se trata del Islote de Lobos, un pequeño pedazo de tierra dependiente de Fuerteventura, en las Islas Canarias, donde, según el censo oficial de 2021, solo vive una persona.
España está llena de paisajes naturales únicos: montañas como los Picos de Europa, cuevas como las del Drach en Mallorca, pueblos aislados en los Pirineos o playas casi vírgenes como las de la Costa da Morte en Galicia. Hay cascadas escondidas en parques naturales, ríos cristalinos y senderos que parecen sacados de un cuento.
Pero un islote prácticamente deshabitado, con solo un habitante, ofrece una experiencia radicalmente distinta. No es solo naturaleza. Es la sensación de estar en el margen del mundo, en un lugar donde la presencia humana apenas ha dejado huella.
El Islote de Lobos se encuentra al noreste de Fuerteventura, a tan solo dos kilómetros del puerto de Corralejo, desde donde se puede llegar fácilmente en barco.
La singularidad del Islote de Lobos
Administrativamente pertenece al municipio de La Oliva, y su nombre proviene de los antiguos lobos marinos —focas monje— que lo habitaban hasta que fueron prácticamente exterminados por los pescadores en siglos pasados. Tiene una superficie de apenas 4,5 kilómetros cuadrados, lo que permite recorrerlo entero en una sola jornada. A pesar de su reducido tamaño, este islote guarda una biodiversidad sorprendente y paisajes de gran belleza.
En 1982 fue declarado Parque Natural, lo que significa que está protegido y su acceso es controlado. Solo pueden entrar 400 personas al día y es necesario solicitar un permiso gratuito con antelación. Esto permite que el entorno se conserve casi intacto y que la experiencia de visitarlo siga siendo especial.

A nivel administrativo, el islote depende de Fuerteventura, pero no tiene infraestructuras permanentes. No hay hoteles, ni supermercados, ni carreteras. Solo hay una pequeña vivienda que, según el censo, es habitada por una única persona. Se trata de una situación verdaderamente singular en todo el territorio español.
Para llegar al Islote de Lobos, hay varias opciones de transporte marítimo desde Corralejo. Existen ferris que operan con regularidad, así como taxis acuáticos y excursiones en barco. El trayecto es corto, de apenas 15 minutos, y las vistas del océano y de las costas de Fuerteventura y del propio islote hacen que el viaje sea también parte del atractivo. Una vez allí, lo primero que sorprende es el silencio. No hay coches ni motores. Solo el viento, el sonido de las olas y, ocasionalmente, el canto de las aves.

Qué hacer en el Islote de Lobos
El Islote de Lobos es un paraíso para los amantes de la naturaleza. Hay varios senderos señalizados que permiten recorrerlo sin dañar el entorno. Uno de los más populares lleva hasta la cima de la Montaña de La Caldera, un pequeño volcán de 127 metros de altura desde cuya cima se obtiene una vista panorámica impresionante del océano y de Fuerteventura.
Otro camino conduce al Faro de Martiño, un lugar emblemático que marca el extremo norte del islote. El faro, aunque automatizado, añade un toque nostálgico al paisaje y es ideal para los que buscan un rincón fotogénico y tranquilo.
En cuanto a las playas, el Islote de Lobos alberga algunas de las más bellas y tranquilas del archipiélago canario. La playa de La Concha, con su arena blanca y aguas turquesas, es probablemente la más conocida. Está resguardada del viento y las olas, lo que la convierte en un lugar perfecto para el baño y el esnórquel.
Cerca se encuentra El Puertito, un pequeño conjunto de casas y embarcaderos donde, en determinadas épocas del año, abre un restaurante que sirve pescado fresco y platos típicos canarios. Es un lugar pintoresco, donde se puede sentir la vida sencilla y marinera del pasado.

Otras zonas interesantes son Las Lagunitas, formaciones naturales que crean pequeñas piscinas cuando la marea sube, y que son ideales para quienes buscan relajarse en un entorno aislado.
También es frecuente ver aves migratorias, ya que el islote forma parte de una ruta de paso y refugio para numerosas especies. Por eso, además de caminatas y baños, muchos visitantes se dedican a la observación de aves, con prismáticos en mano y paciencia de explorador.
La mejor época para visitar el Islote de Lobos es entre abril y octubre. El clima es suave todo el año, pero en estos meses se disfruta de cielos despejados y temperaturas más estables. Conviene llevar agua, comida, protección solar y calzado adecuado, ya que no hay servicios en el islote. Todo lo necesario debe traerse desde Fuerteventura.
Imágenes | Visit Fuerteventura
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La noticia
Casi privada: la isla de Canarias en la que vive solo un habitante en una situación única en España
fue publicada originalmente en
Directo al Paladar
por
Jaime de las Heras
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