Prueba de afición en la Maestranza: después de Morante, 'naide'; y después de 'naide', Borja

Pusieron la noche del jueves una lona sobre el ruedo de la Maestranza, no para protegerlo del temporal, sino para custodiar la santa huella de Morante . Sus marcas desde el patio del desolladero hasta la zona de sol, allí donde rubricó la estocada soñada, seguían intactas sobre el viejo monte del Baratillo. No regaron el albero de Alcalá, no vaya a ser que el agüilla lo fuera a borrar. Había amanecido Sevilla lluviosa y prendida. En una especie de enamoramiento juvenil. Como el de Susanna Griso , presumida receptora del pañuelo de la chaquetilla de Morante que le había llevado Joaquín Mockel desde el callejón del sanctasanctórum del toreo hasta la Bodeguita Casablanca. Se volvía a hablar de toros en Sevilla, gracias al genio y a la televisión, que también presumía del millón de espectadores que se había embolsado Canal Sur después. Rubén Amón, que patrimonializó la tertulia política del 2 de mayo donde Alsina para hablar del levantamiento de los toros, alucinaba con la audiencia: « ¿Y por qué no también en San Isidro? ». A tiempo están. Seguía la huella de Morante intacta cuando al rebufo de su triunfo la Maestranza prácticamente se llenó este viernes con Castella y Manzanares (Y Borja, claro). Cosas veredes. Se disparó la venta de entradas de última hora como si la taquilla vendieran VHS para rebobinar la corrida anterior. Y del milagro de Morante entramos en el espanto de Jandilla. Tendríamos que remontar demasiado la memoria para recordar una corrida más 'dura' que ésta. Insufrible. No había embestido un toro, ni habíamos visto hasta que asomó el sexto nada. Castella que no se iba por la espada, Manzanares que hace tiempo que perdió su chispa y Jiménez que parecía contagiado por ellos en el tercero. A las nueve de la noche se plantó a diez metros de Jugarreta el torero de Espartinas para driblarlo entre péndulos . Sonó Juncal, el más grande de los pasodobles toreros, con una ovación atronadora para Tejera. Y despertó ahí Borja, que citó muy adelante y convencido en una primera serie vibrante que abrochó con un l arguísimo pase de pecho con la muleta montada. Fue prácticamente todo lo que duró este bragado sexto, que siguió las telas en un inteligente circular antes de tomar la izquierda. La plaza estaba volcada. Tal había sido la desesperación que veían ahí la única oportunidad de rememorar lo que ayer muchos no vivieron. Se entregaba Borja, muy abierto su compás y tratando se tirar de este Jugarreta, rey en el desierto de Jandilla . Aún le había reservado una última serie con la mano diestra que aprovechaba y explotaba todo aquello que le quedaba al animal. A media altura, sin apretarlo por bajo aunque hacia atrás, enroscaba uno con otro y la plaza se desgañitaba. Había Borja levantado un a tarde hundida en el más absoluto fracaso . Estaba entregado, lúcido como pocas veces. Se desmayó en un final de medio trazo, con la diestra retrasada y su mentón clavado en el pecho, y bordó una estocada como pocas se le recuerdan. Lo tumbó patas arriba, la Maestranza se llenó de pañuelos y Luque Teruel asomó dos. Dos orejas , excesivas, como reconocimiento a la entrega y mérito de quien levantó la tarde más dura que se recuerda . Tan dura que supuso una prueba de afición: si usted estuvo y aguantó hasta el final, pase por la oficina de Pagés que le deberán convalidar esta corrida con la Medalla al Mérito de la Afición . A las nueve y veinte de la noche abandonaba Borja Jiménez la populosa calle Iris haciendo suya la máxima de Guerrita: « Después de Morante, 'naide'; y después de 'naide', Borja» . Al borde de los avisos estuvo Castella con ambos toros . ¿Cómo se pueden alargar tanto las faenas? Sólo le faltó bajar del percherón a Manuel Jesús Bernal y subirse a picar: se fue a portagayola antes de que sonaran los primeros clarines, dio medio centenar de capotazos y hasta osó apartar a su lidiador para no sabemos muy bien qué. Ya a última hora de la lidia dejó a Rafael Viotti , que le sopló un lapazo que valía por todos los que había dado su soberbio matador. Zapatero a tu zapato, dicen. Había salido desordenado, distraído y mansito este primero de Jandilla, de oscuros pitones y algo atacado de peso. Le costaba una vida salir de las tablas y no quería nada por arriba. Pasó de bronco a insulso , entre cabezazos y embestidas con el pitón de fuera. Seguía Castella con él como si fuera a lograr algo. Insufrible. Y en aquel momento nos miró un vecino de grada y nos dijo: « Que esté este torero y no Emilio de Justo en Sevilla… ». Amén. Más larga fue su faena al cuarto, más violento y duro, pasando de lo encomiable a lo insufrible. Reapareció sin suerte Manzanares. .

May 2, 2025 - 21:02
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Prueba de afición en la Maestranza: después de Morante, 'naide'; y después de 'naide', Borja
Pusieron la noche del jueves una lona sobre el ruedo de la Maestranza, no para protegerlo del temporal, sino para custodiar la santa huella de Morante . Sus marcas desde el patio del desolladero hasta la zona de sol, allí donde rubricó la estocada soñada, seguían intactas sobre el viejo monte del Baratillo. No regaron el albero de Alcalá, no vaya a ser que el agüilla lo fuera a borrar. Había amanecido Sevilla lluviosa y prendida. En una especie de enamoramiento juvenil. Como el de Susanna Griso , presumida receptora del pañuelo de la chaquetilla de Morante que le había llevado Joaquín Mockel desde el callejón del sanctasanctórum del toreo hasta la Bodeguita Casablanca. Se volvía a hablar de toros en Sevilla, gracias al genio y a la televisión, que también presumía del millón de espectadores que se había embolsado Canal Sur después. Rubén Amón, que patrimonializó la tertulia política del 2 de mayo donde Alsina para hablar del levantamiento de los toros, alucinaba con la audiencia: « ¿Y por qué no también en San Isidro? ». A tiempo están. Seguía la huella de Morante intacta cuando al rebufo de su triunfo la Maestranza prácticamente se llenó este viernes con Castella y Manzanares (Y Borja, claro). Cosas veredes. Se disparó la venta de entradas de última hora como si la taquilla vendieran VHS para rebobinar la corrida anterior. Y del milagro de Morante entramos en el espanto de Jandilla. Tendríamos que remontar demasiado la memoria para recordar una corrida más 'dura' que ésta. Insufrible. No había embestido un toro, ni habíamos visto hasta que asomó el sexto nada. Castella que no se iba por la espada, Manzanares que hace tiempo que perdió su chispa y Jiménez que parecía contagiado por ellos en el tercero. A las nueve de la noche se plantó a diez metros de Jugarreta el torero de Espartinas para driblarlo entre péndulos . Sonó Juncal, el más grande de los pasodobles toreros, con una ovación atronadora para Tejera. Y despertó ahí Borja, que citó muy adelante y convencido en una primera serie vibrante que abrochó con un l arguísimo pase de pecho con la muleta montada. Fue prácticamente todo lo que duró este bragado sexto, que siguió las telas en un inteligente circular antes de tomar la izquierda. La plaza estaba volcada. Tal había sido la desesperación que veían ahí la única oportunidad de rememorar lo que ayer muchos no vivieron. Se entregaba Borja, muy abierto su compás y tratando se tirar de este Jugarreta, rey en el desierto de Jandilla . Aún le había reservado una última serie con la mano diestra que aprovechaba y explotaba todo aquello que le quedaba al animal. A media altura, sin apretarlo por bajo aunque hacia atrás, enroscaba uno con otro y la plaza se desgañitaba. Había Borja levantado un a tarde hundida en el más absoluto fracaso . Estaba entregado, lúcido como pocas veces. Se desmayó en un final de medio trazo, con la diestra retrasada y su mentón clavado en el pecho, y bordó una estocada como pocas se le recuerdan. Lo tumbó patas arriba, la Maestranza se llenó de pañuelos y Luque Teruel asomó dos. Dos orejas , excesivas, como reconocimiento a la entrega y mérito de quien levantó la tarde más dura que se recuerda . Tan dura que supuso una prueba de afición: si usted estuvo y aguantó hasta el final, pase por la oficina de Pagés que le deberán convalidar esta corrida con la Medalla al Mérito de la Afición . A las nueve y veinte de la noche abandonaba Borja Jiménez la populosa calle Iris haciendo suya la máxima de Guerrita: « Después de Morante, 'naide'; y después de 'naide', Borja» . Al borde de los avisos estuvo Castella con ambos toros . ¿Cómo se pueden alargar tanto las faenas? Sólo le faltó bajar del percherón a Manuel Jesús Bernal y subirse a picar: se fue a portagayola antes de que sonaran los primeros clarines, dio medio centenar de capotazos y hasta osó apartar a su lidiador para no sabemos muy bien qué. Ya a última hora de la lidia dejó a Rafael Viotti , que le sopló un lapazo que valía por todos los que había dado su soberbio matador. Zapatero a tu zapato, dicen. Había salido desordenado, distraído y mansito este primero de Jandilla, de oscuros pitones y algo atacado de peso. Le costaba una vida salir de las tablas y no quería nada por arriba. Pasó de bronco a insulso , entre cabezazos y embestidas con el pitón de fuera. Seguía Castella con él como si fuera a lograr algo. Insufrible. Y en aquel momento nos miró un vecino de grada y nos dijo: « Que esté este torero y no Emilio de Justo en Sevilla… ». Amén. Más larga fue su faena al cuarto, más violento y duro, pasando de lo encomiable a lo insufrible. Reapareció sin suerte Manzanares. .